Artículo de opinión de Rafael Cid

“Los partidos políticos expresan el pluralismo político (…) Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”

(Artículo 6 de la Constitución)

“Los partidos políticos expresan el pluralismo político (…) Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”

(Artículo 6 de la Constitución)

Al ritmo que rula la cosa nostra, al duopolio dinástico gobernante solo le votaran los cerrajeros, porque es al único gremio que dan trabajo a destajo. Pero ni por esas: la cebada al rabo. El gesto del PSOE cambiando la cerradura de la sede de los socialistas madrileños ha logrado que se le asocie a esa peste de caseros que desahucian por las bravas a la gente venida a menos. Una forma suicida de publicitar la política de puertas abiertas por parte de Pedro Sánchez y sus mariachis.

Si hasta la fecha el partido socialista se había ganado a pulso la antipatía de una parte de la ciudadanía por las políticas austericidas del gobierno de Rodríguez Zapatero, ahora parece haberla tomado contra su propia militancia. Con lo que no deja bicho viviente, más allá de los incombustibles de siempre que suelen comulgar con ruedas de molino mientras tengan llena la panza. Blasonar de primarias como marca de la casa frente a la carcundia del PP, para luego romper la baraja cuando pintan bastos, es una fechoría que no tiene enmienda. La estrategia del caracol, pero con mala baba.

Lo que ha perpetrado la cúpula de Ferraz con el asesoramiento de esa quinta columna que ocultó “la lista Falciani” para agradar a los grandes de la banca y a los tragasables del Ibex 35, es como darse un tiro en el pie y justificarlo diciendo que era espantar moscas. Ridículo, inútil, nocivo e impresentable. Como los bizarros chicos del Tío Sam, los de la purga del politburó creen que se puede imponer la democracia a cañonazos. De victoria en victoria hasta la derrota final, al paso alegre de la paz. Aunque también se puede ver como un paso más hacia el productivismo político: el único liderazgo aceptado es el que vende en el mercado electoral. Como esos programas que, al margen de su bondad intrínseca, salen de la parrilla si no gozan del favor del público.

Es la política del best-seller. La que se basa en lo cuantitativo. En el éxito electoral. En la ley del número. Sin importar los valores éticos que entrañe. Ni los procedimientos democráticos que la legitimen. De ahí la enorme gravedad de un suceso como el cerrojazo de Ferraz, que parece uno asunto menor, casi banal. Y por eso también la necesidad de repudiarlo sin ambages. Porque con toda su ramplonería incide en una línea de regresión social que solo puede generar sumisión, dependencia e irrelevancia moral. La consabida obediencia debida y el funesto pensamiento único.

Siempre socializando pérdidas y privatizando beneficios. Como acaba de hacer la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, otorgando casi 1,3 millones de euros en publicidad institucional a los principales grupos mediáticos privados a poco más de un mes de las elecciones andaluzas. A razón de 685.982, 19 euros a Prisa (El País, La Ser, AS y demás); 376.903,13 a Vocento (ABC, El Correo, COPE y otros) y 165.468,87 a Unidad Editorial (El Mundo, Marca, etc.). Subvenciones a fondo perdido con dinero público para dorar la píldora al “gobierno de progreso” que ostenta el record de paro de toda la OCDE, EREs aparte.

Pero como todo acto de violencia institucional, el golpe de mano al PSM oculta bajo su vulgar “decisionismo” una dosis de debilidad. Porque lo patológico de la “operación cerradura” es que se ha ejecutado para relanzar el cuestionado liderazgo de Pedro Sánchez sobre la base de ganar a toda costa las elecciones a la Comunidad de Madrid (CAM). Con semejante argumento no sería extraño que el siguiente paso, tras liquidar políticamente a Tomás Gómez y a su ejecutiva en el Partido Socialista de Madrid (PSM), sea masacrar a algunos de sus más directos seguidores como receta para culminar el ardor guerrero de Ferraz. Todo para el partido, pero sin partidarios.

En una secuencia a medio camino entre una tragedia de Shakespeare y los procedimientos estalinistas, hemos visto al candidato a la alcaldía, Antonio Miguel Carmona, meterse en la cama con su enemigo cuando aún el catre del ahorcado estaba caliente. Al “sextario” candidato (promocionado por La Sexta, ¿lo pillan?) que veinticuatro horas antes ponía las dos manos en el fuego por el defenestrado le ha faltado tiempo para postularse a la sede vacante de la secretaria general del socialismo madrileño. Cainismo parecido al que supone que cuadros que votaron a Gómez en las primarias ahora abortadas manu militare sean quienes corten el bacalao en la gestora que le ha suplantado. Al menos el cesado ha tenido el raro gesto de dignidad de no llegar al extremo de hacerse la autocrítica a mayor gloria de sus verdugos.

La sarracina socialista (¡Lenin, vuelve, que Stalin se ha vuelto loco!, decían algunas pintadas en la Hungría invadida por los tanques soviéticos en 1956) no ha venido sola. Como toda involución que se precie, pretende anunciar algo nuevo, llevarnos a un estado más avanzado de civilización. Y en este caso, según lo manifestado por la cúpula de la comisión okupa, eso supone pasar del principio de “representación” (democracia representativa) al de “interpretación” (democracia interpretativa).

Al proceso de elecciones primarias para elegir a los representantes políticos más acorde con el sentir de la militancia, los inquisidores van a aplicar el más eficiente “principio de interpretación”. Es decir, se pedirá la opinión a las bases sobre los candidatos más idóneos, y posteriormente será la jefatura del partido la que “interprete” sus deseos y decida quién debe alzarse con el trofeo de liderarlas. A este paso, si solo de ganar la carrera se trata, en Ferraz pueden terminar como Heliogábalo: coronando a un caballo.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid