Artículo publicado en Rojo y Negro nº 388 de abril.

La invasión militar rusa al territorio ucraniano cumple su segundo centenario, siendo solo una etapa de una guerra que lleva más de una década activa. Vladímir Putin ha vuelto a ganar las elecciones y la UE-OTAN las califica como amañadas o poco “democráticas”. Lo curioso es que lo que se exige a Rusia se está incumpliendo en medio mundo incluida Ucrania y, por si fuera poco, algunos países de la propia Unión Europea estarían fuera de lo que se considerarían elecciones parentes.

EE.UU. es el primer culpable de expandir una alianza en los antiguos países del Pacto de Varsovia en contra de los acuerdos para que no ocurriese en pos de una paz duradera. Rusia está arrinconada y es normal que quiera —o mejor dicho necesite— defenderse. No olvidemos que Ucrania es la víctima del choque de los antiguos bloques OTAN-URSS; pero también es un país de oligarquías que se están enriqueciendo del conflicto, una práctica muy común entre aquellos que se autodenominan “patriotas”: lucrarse, huir, esconderse y señalar a quienes no combaten.
A estas alturas, la “gran ofensiva” de Ucrania costeada por la OTAN ha fracasado y ahora es Rusia quien se expande y con muy buenas expectativas, el grifo económico se está cerrando y los combatientes necesitan un relevo del que carecen. El bloque OTAN es conocedor de estos problemas y no parece interesado en que la guerra termine, desde Francia y Alemania ya están soltando “globos sonda” sugiriendo el envío de tropas a Ucrania, es decir, una guerra, lo llamen como lo llamen. Una guerra en la que el Estado español parte de un bloque y está obligado a participar si así se le requiere.
Hay elecciones autonómicas al parlamento vasco (abril), al parlamento catalán (mayo), y al parlamento europeo (junio): los mensajes bélicos restan votos electorales así que oiremos lemas pacifistas —recordemos al PSOE proclamando que partidos como el suyo están perseguidos en Ucrania—: la baza electoral del “pacifismo institucional” vende mucho en los círculos socialdemócratas progres-alternativos. Sumar, Podemos, IU o cómo se llamen esta vez no tienen la mínima posibilidad de frenar los acuerdos de la política internacional de obligado cumplimiento ni tampoco perderán el tiempo con un referéndum estilo Felipe González.
CGT se mantiene en contra de la guerra de los bloques imperialistas. No existen ni buenos ni malos, solo los intereses de dos o tres actores políticos. Esto no impide que dentro de la casa tengamos los eternos debates sobre el uso legítimo de la violencia, la defensa y la cuestión militar. La “revolución social” y nuestros “héroes”, de los que nos encanta fardar y recitar frases célebres, usaron la violencia y especialmente la armada y en otras ocasiones hemos apoyado a guerrillas como al EZLN o se han valorado cuestiones de autodefensa y la necesidad de igualarse a la amenaza. Coincidimos en la conclusión de caer en una inevitable contradicción insalvable.
Poco se habla del genocidio palestino. Queda claro que la intención de Israel es matar sistemáticamente a una población que está ocupando y el Gobierno español es cómplice, continúan vendiendo armas a estos nazis, ¡hay que ser muy hijo de fruta, señor Sánchez, para negarlo púbicamente! La CGT y otras organizaciones hermanas tenemos más poder del que podemos gestionar. Tenemos ojos, oídos e información, estamos en la mayor parte de las empresas del Estado y en casi cualquier rincón. Lo importante es que fluya la comunicación hacia nuestros órganos. El movimiento obrero no pudo parar la Gran Guerra de 1914 y nosotros muchísimo menos. Sin embargo, podemos destapar las ventas de armas del Estado que continúan en secreto y exigir las oportunas explicaciones de cómo un país que se dice pacifista está siendo cómplice de los genocidios… Van a ser años de incertidumbre y posicionamientos, hay compañeros que instan a sus empresas a posicionarse sobre el genocidio de Palestina —de igual manera que hicieron a favor de Ucrania—. Hay un gran problema cultural si alguien ve política en un caso, pero indiferencia en el otro.
Ante todo, debemos recordar los pasos de la línea belicista: promulgar leyes contra las voces discordantes, intervenir en las comunicaciones y en la libertad de información —como la censura a Telegram—… Y ya sabemos cómo termina cualquier organización contraria: ¡Vayamos preparando una sede suiza para el exilio!

Alberto García Lerma

 


Fuente: Rojo y Negro