Artículo de opinión de Tomás Ibáñez

La salvaje agresión policial perpetrada el 1º de octubre contra una parte de la población catalana. nos recuerda, por si fuese necesario, que el uso de la fuerza forma parte de la propia definición del Estado. La actuación del Estado español lo dejó bien patente, mostrando a plena luz lo que todos los Estados disimulan detrás de su cara amable y protectora. La represión nunca debe quedar sin respuesta y, es obvio que los anarquistas siempre deben denunciarla y plantarle cara.

La salvaje agresión policial perpetrada el 1º de octubre contra una parte de la población catalana. nos recuerda, por si fuese necesario, que el uso de la fuerza forma parte de la propia definición del Estado. La actuación del Estado español lo dejó bien patente, mostrando a plena luz lo que todos los Estados disimulan detrás de su cara amable y protectora. La represión nunca debe quedar sin respuesta y, es obvio que los anarquistas siempre deben denunciarla y plantarle cara.

Sin embargo, por eso mismo de que el uso de la fuerza es una “prerrogativa legal” de cualquier Estado, tampoco podemos pecar de ingenuidad frente a las estrategias elaboradas por el independentismo catalán para forjar un nuevo Estado que tendrá necesariamente las mismas prerrogativas. Está claro que el pulso entre el Gobierno español y el Gobierno catalán es tremendamente desigual, los instrumentos del poder se concentran básicamente en manos del gobierno central y por eso es imprescindible que el gobierno catalán consiga oponerle la única arma que puede proporcionarle cierta ventaja: la amplitud del respaldo popular a sus propósitos.

Luchar contra la represión es una cosa, dar aire a las estrategias del gobierno catalán y dejarse utilizar para  servir sus propósitos, engrosando las filas  de quienes le sirven de colchón popular contra el gobierno español, es cosa distinta.

En ese sentido, la huelga general convocada en Catalunya por la  CGT  y otros sindicatos precisamente para dos días después del referéndum de autodeterminación, es decir para hoy día 3 de octubre, no se puede desligar, de ninguna de las maneras, del escenario dibujado por la convocatoria de una consulta que pretende abrir camino para la creación de un nuevo Estado bajo la forma de la República catalana. Como no se puede prescindir de los contextos para acceder al significado de los actos y para valorarlos, esa convocatoria no podía sino causarme cierta perplejidad.

Que se pueda preferir un Estado Catalán en forma de República antes que un Estado Español en forma de Monarquía me parece comprensible y entiendo que alguien luche por ello, tanto si es anarquista (nadie es únicamente “anarquista”) como si es un nacionalista empedernido. Lo que ya me cuesta más entender es que se arrastre a esa lucha a organizaciones de carácter libertario, o que se justifique la participación en esa lucha mediante argumentos anarquistas. La implicación en la lucha por un nuevo Estado Catalán nada tiene que ver con los anarquismos y responde a otras consideraciones.

El contexto más especifico en el que se inserta la convocatoria de huelga del día 3, tras la convocatoria de un “Paro Nacional”  lanzado por otras entidades, acrecienta la perplejidad a la que antes me refería. Estaba acostumbrado a que la Patronal y las Autoridades actuasen contra las huelgas, dificultándolas y procurando rebajar los datos sobre su seguimiento.

Esta vez ocurre todo lo contrario, una parte de la Patronal apoya la paralización del país, y el gobierno catalán no solo concede día libre a los trabajadores de la Generalitat, sino que les conserva el sueldo, Es como si se decretase un lockout patronal pero sin perdida de sueldo. Es cierto que se mantiene la ambigüedad respecte de la naturaleza de la acción lanzada para paralizar el país. La “Mesa por la Democracia”, constituida por las principales entidades independentistas, por las centrales sindicales mayoritarias, y por organizaciones de la patronal, entre otras entidades, no habla de una huelga general,  y niega incluso que se trate de una huelga, usando expresiones como “un paro nacional” o un “paro cívico”.

Escribo este texto cuando el día 3 de octubre aun está en curso, pero ya es obvio que ese “Paro Nacional” alcanzará un éxito abrumador y oscurecerá, sin anularlo del todo, el alcance de la “Huelga General” convocada por los sindicatos anarcosindicalistas junto a otros sindicatos.

Había manifestado públicamente mi discrepancia con la oportunidad de que las organizaciones anarcosindicalistas convocasen una huelga general dos días después del referéndum, esas discrepancias eran las mismas que las que mantenía en contra de la participación, o colaboración, con el referéndum impulsado por los nacionalistas. Mantengo sin matices esas discrepancias, y mi decisión de no participar en las movilizaciones del 3 de octubre estaba tomada.

Sin embargo acudiré hoy, de forma crítica, a la manifestación convocada por la CGT y la CNT, entre otros colectivos. Lo que ha hecho variar mi decisión es “la declaración (abusivamente calificada como “unitaria”) del movimiento libertario”

( http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/39001), con cuyo contenido coincido en lo esencial. El énfasis que pone esa declaración en la denuncia del gobierno catalán y de sus fuerzas represivas mitiga parcialmente la contribución que aporta la convocatoria de huelga a la estrategia independentista gubernamental y extra-gubernamental en pos de la creación de un nuevo Estado.

Sin embargo no me parece de recibo el titulo que encabeza esa declaración: “Hemos elegido luchar”. Es obvio que la disyuntiva para los anarquistas no se plantea entre “luchar, o no luchar”, sencillamente porque dejar de luchar es incompatible con el anarquismo. Esa disyuntiva se plantea en uno términos bastante diferentes sobre los que no voy a volver a insistir aquí.

Tomás Ibáñez

Barcelona 3 de octubre


Fuente: Tomás Ibáñez