Estados Unidos e Israel se nos están presentando como dos arvejas de una misma vaina, quizás no tanto en el aspecto económico pero si en política… y su adhesión a principios unilaterales que ofrecen poco en cuanto a debate o compromiso. El congreso norteamericano con sus dos partidos, y el Knesset con una docena, o más, parecen haberse convertido en cuerpos legislativos que operan en un ámbito político estrecho… entre la derecha y la extrema derecha.

Estados Unidos e Israel se nos están presentando como dos arvejas de una misma vaina, quizás no tanto en el aspecto económico pero si en política… y su adhesión a principios unilaterales que ofrecen poco en cuanto a debate o compromiso. El congreso norteamericano con sus dos partidos, y el Knesset con una docena, o más, parecen haberse convertido en cuerpos legislativos que operan en un ámbito político estrecho… entre la derecha y la extrema derecha.

No recuerdo la existencia en EEUU en estas cuatro ultimas décadas de algún tipo de centrismo político ; y es este modelo nuestro, carente de mediación, el que atrae a ese Israel de entornos políticos diversos después que Sharon entrase en coma hace tres años. A Kadima se le representa como un partido “centrista” de la misma forma como lo hiciera el Concilio Democrático de Liderazgo que ayudó a propulsar a Bill Clinton a la Casa Blanca bajo apariencias de moderación política que ahora sabemos no fue sino una pequeña disolución de una derecha dedicada a la promoción global de un capitalismo rapaz.

Quien ha terminado victorioso en estas elecciones de Israel, donde los partidos de Livni y Netanyahu apenas lograron, entre los dos, el 46 por ciento de los escaños, ha sido Avigdor Lieberman – un pariente-halcón, si no de sangre, de ese senador sionista que junto a Al Gore representase al partido demócrata en las elecciones del 2000 – y su partido ultra-nacionalista, Yisrael Beitenu. Posiblemente sea Lieberman quien corone al próximo premier de Israel, llevando al partido de Tzipi Livni, kadima, más “adentro” en la derecha, si esa es su preferencia ; o empujando a Bebe Netanyahu al ápice de un sionismo fascista, si opta por apoyar al partido Likud.

A Barack Obama le espera una triste realidad – y era de esperar, no importa que señales diera de buena voluntad al mundo musulmán – si su gobierno está dispuesto a enfrentarse con las cuestiones que empezaron a tomar forma en 1967 al termino de esa guerra de 6-días, algo que con toda seguridad provoque la ira de una población judío-americana que a final de cuentas tiene la clave, y la llave, para lograr la paz en la Tierra Santa. Esa triste realidad vendrá no importa a quien corone Avigdor Lieberman. En el mejor de los casos, con Livni de Primer Ministro, negociaciones de paz nunca incluirían representantes de Hamas o Hezbollah ; y de ser ese el caso, ni nos molestemos con renovada esperanza, sabiendo muy bien que es todo una perdida de tiempo y un esfuerzo en vano.

Todo tiene que ver con esa guerra de 6-días que ocurriera hace casi 42 años, y los territorios que absorbiera, por la fuerza, un victorioso Israel. No tiene un pito que ver con terrorismo, o con que a Israel no se la reconozca por facciones árabe-musulmanas, o la muy cacareada supervivencia del Estado de Israel. No, todo tiene que ver con la devolución de esos territorios confiscados a sus dueños legítimos, tierras palestinas que después de cuatro décadas se han convertido para la mayoría de israelíes en tierras suyas, legítimas, que Dios les ha dado.

Fue a últimos de mayo de 1967, antes de los exámenes finales del curso universitario, que dos de mis condiscípulos en otras tantas asignaturas redoblaban sus esfuerzos en influenciar mis ideas sobre lo que estaba ocurriendo en la caldera a punto de hervir que era la Tierra Santa : Farid, un cristiano copto procedente de El Cairo que cursaba estudios doctorales tras una década como empresario en Los Ángeles, California ; y Ari, un profesor de secundaria en Israel además de reservista (piloto de ataque) en la aviación israelí, cuyo objetivo era titularse MBA como primer paso a su sueño de riquezas en el mundo de los negocios. Dos amigos con dos formas muy diferentes de ver el conflicto que se veía venir encima entre Israel y sus vecinos árabes… afectando a sus países de origen. Ambos razonaban sus posturas políticas bien, sin los prejuicios y racionalización que uno pudiera sospechar en algo que tanto les incumbía ; pero aun así, resultaba obvia la necesidad de terceras opiniones para resolver el impasse en tratar de buscar soluciones. Y así como yo no pude o supe ser un buen árbitro entre mis dos amigos… la guerra fría, entonces en curso, definió la postura de EE.UU.

Tuvo que haber fin a la guerra fría y añadirse otros cuatro años de trabajo preparatorio para que Israel lograra pactos de paz con Egipto y Jordania… más de un cuarto de siglo en total. Desafortunadamente, durante ese periodo fueron los palestinos los más injuriados al Israel ejercer un derecho de dominio eminente, algo que probablemente ahora les pese, creando un problema improbable de resolver aun con un gobierno de izquierda en Israel, y algo imposible de resolver si el tal gobierno – como anticipamos – opera entre la derecha y la extremo derecha.

Entretanto nosotros, aquí en Norteamérica, seguimos con nuestra ceguera… cifrando esperanzas en un cambio mítico que pueda venir cuando Patachunta ocupe la silla en la que antes estuvo sentado Patachún en ese juego político de sillas musicales entre derecha y extremo derecha, sin darnos cuenta que nuestra política exterior hacia el Oriente Próximo está sellada hace décadas por un poderío aplastante judío-americano.

El que Obama rehusase contestar la pregunta de la veterana periodista Helen Thomas en la rueda de prensa de la semana pasada en la Casa Blanca – que pedía nombrara los países del Oriente Medio con armas nucleares – nos dijo mucho mas que los gestos simbólicos de su entrevista con al-Arabiya, o el que mandase a George Mitchell como embajador extraordinario a esa región. Claro que la selección del combativo Rahm Emanuel en diciembre como su mano derecha (Chief of Staff) en la Casa Blanca, un verdadero guardia pretoriano para Israel, era una forma de decir a ese país, y a los judíos de Norteamérica, que su causa será bien servida durante el gobierno de Barack Obama, como lo ha sido en el pasado por todos los gobiernos estadounidenses. Al parecer, en EEUU todos nos alardeamos de ser sionistas… no importa que nuestra nación sea gobernada por alguien con un nombre como Hussein.

© 2009 Ben Tanosborn

www.tanosborn.com/articulos

Another postponement to peace in Palestine

Israel and the United States are becoming more like two peas in a pod, perhaps not so much in the realm of economics but certainly in politics… and the adhesion to unilateral policies that allow little room for debate and compromise. US Congress with two parties and The Knesset with a dozen, or more, seem to have turned into legislative bodies that operate in a very narrow range… between the Right and the Far Right.

I don’t recall any true political centrism having existed in the US during the past forty-plus years ; and apparently that model seems appealing to a politically diverse Israel since Sharon went into a coma three years ago – Kadima being portrayed as a “centrist” party in much the same fashion as was the Democratic Leadership Council that helped propel Bill Clinton to the White House under the guise of a self-proclaimed standing as champions of moderation… which, as we all now know, turned out to be only a slightly more diluted version of a Right engaged in global rapacious capitalism.

The true winner in this just completed Israeli election, where Livni’s and Netanyahu’s parties, together barely garnered 46 percent of the seats, was Avigdor Lieberman – a relative in hawkishness, if not in blood, of that Zionist senator from Connecticut that ran as VP with Al Gore back in 2000 – and his ultra-nationalist Yisrael Beitenu Party. He is likely to become the kingmaker, taking Tzipi Livni’s Kadima farther to the right, if that becomes his choice ; or lifting Bebe Netanyahu to the apex of Zionist fascism, if he opted to support the hard-liner’s Likud Party.

A sad reality awaits Barack Obama – it always did… irrelevant of the signs of goodwill that may have bestowed some hope in the Moslem world – if his administration wishes to engage the real issues that took root in 1967… just past that 6-day war that the US is unwilling to revisit so as not to provoke the ire of a powerful Jewish-American population that for all practical purposes hold the one and only key to peace in the Holy Land. And that sad reality comes with either choice that Avigdor Lieberman might make. At its very best, with Livni as Prime Minister, peace talks would never include representatives from Hamas and Hezbollah at the table ; and that being the case… you might as well not bother dashing for renewed hope, knowing full well that to be a waste of time and effort.

It’s really all about that 6-day war of four decades ago, and the territories forcefully acquired by a victorious Israel. It’s not about terrorism, or the recognition of Israel by factions of the Arab-Muslim worlds, or even the much touted survival of the State of Israel. No, it’s about devolution of territories to the right owners, territories which after 42 years have become in the eyes of most Israelis as their legitimate God-given land.

It was in late May of 1967, just shortly before final exams at the university, that two of my student-peers and project-collaborators (in two different courses) were trying to exert an unusual amount of influence on my thinking with reference to the cauldron coming to boil in the Holy Land : Farid, a Coptic Christian from Cairo, who had ran a business in the Los Angeles area for a decade, and who had decided to pursue doctoral studies in order to teach in the California State College System ; and Ari, an Israeli high school teacher and reservist fighter-pilot in the IAF, who was working towards an MBA as passport to some hopeful riches in the world of business. Two friends exhibiting two different postures, and ways of viewing – prejudicially I suppose – the reality of what was transpiring in their exiled homelands. They both reasoned their positions well, far from the cheap rationalizations one might suspect ; yet, both versions requiring third party mediation to get resolved. And just as I was unable to arbitrate, moderating the passion in my two friends… the then ongoing cold war defined the stance of the US.

It took an ending to the cold war and four years of preparatory work for Israel to make peace with Egypt and Jordan… over a quarter of a century in all. Unfortunately, during that period it was the Palestinians who were handed a raw deal as Israel enforced its own eminent domain in ways it probably wishes it hadn’t, creating for itself a problem that it would find improbable to resolve even with a left-leaning government, and most certainly impossible to resolve with a right to far-right government.

And we, here in America, still don’t get… hanging our hope on a mythical change that might come about when Tweedledum takes over the chair vacated by Tweedledee in our political game of musical chairs as the political needle travels from Right to Far Right, and back to Right again.

Obama’s refusal to answer veteran White House reporter Helen Thomas’ question during last week’s press conference – as to naming the countries in the Middle East that possess nuclear weapons – spoke much louder to me than the symbolic gesture he made with the al-Arabiya interview, or with the soft-diplomacy in dispatching George Mitchell to the Middle East. It should’ve been obvious in December that the selection of combative Rahm Emanuel as Obama’s Chief of Staff, a true “Praetorian Guard” for Israel, was a way of telling Israel, as well as American Jewry, that their cause would be well served during the Obama administration… as it has been in the past with each and every previous administration. In America, Zionists-R-Us ! Yes, even if our nation is led by someone with Hussein as his middle name.

© 2009 Ben Tanosborn
www.tanosborn.com


Fuente: Ben Tanosborn