Artículo de opinión de Joseba Santesteban, Grupo de Comunicación CGT-Nafarroa

El titular de la cartera ministerial del ramo, cual Germánico, ha partido ipso facto hacia tierras germanas para apretar las tuercas a quién ahora, tal como el dimitido, tiene la responsabilidad de repartir grandes beneficios entre los “gestores y benefactores” de la multinacional Teutona. En su regreso triunfador (nada que ver con el padre de Calígula), ha tranquilizado a los patricios locales argumentando que el actual status no supondrá mermas ni en el plan de inversiones previsto, ni en el productivo.

El titular de la cartera ministerial del ramo, cual Germánico, ha partido ipso facto hacia tierras germanas para apretar las tuercas a quién ahora, tal como el dimitido, tiene la responsabilidad de repartir grandes beneficios entre los “gestores y benefactores” de la multinacional Teutona. En su regreso triunfador (nada que ver con el padre de Calígula), ha tranquilizado a los patricios locales argumentando que el actual status no supondrá mermas ni en el plan de inversiones previsto, ni en el productivo. Al menos a corto plazo (que luego ya se verá), pues trae consigo el mandato de Arminio para que el Estado y Gobiernos menores, eviten el saqueo de sus comarcas asumiendo la parte alícuota del desaguisado.

El “gasoilgate”, un engaño más en la autopista del reparto de profusos dividendos, del engrosamiento capcioso del “mercado”, del establishment de grandes fortunas y de Estados carroñeros. El dolo. Proveniente allende del Rhin, desde uno de los pilares económicos de un Estado consagrado por el gran capital como ejemplo de decencia, de eficiencia, de superación; certifica nuevamente el leitmotiv del capitalismo: enriquecimiento por medio de la trampa, de la especulación; de la anulación del resto a través de la competitividad.

Mientras tanto, el manto oscuro y frio de la incertidumbre se ha instalado con determinación en esta sociedad esclava. Incapaz de zafarse del yugo impuesto por financieras y gurús macroeconómicos de los que, no lo olvidemos, las grandes corporaciones empresariales forman parte, teniendo como rehenes incluso a sus más fervientes defensores, convertidos en voceros tratando de quitar hierro a una realidad en la que la parte social ya reclama lo que no se da. Compromiso y verdad.

El entramado económico-industrial dependiente de estos “benefactores”, defensores de un progreso basado en el crecimiento exponencial, tiene como herramienta el sometimiento del personal laboral, de filiales y pymes, manifestado en los sistemas productivos con ampliaciones de jornada absurdas y abusivas, que en muchos casos no se retribuyen adecuadamente. Con incremento en la realización de horas extras y abusos en la flexibilidad de los calendarios. Una escala de condiciones laborales, avalada por la avaricia y la insolidaridad de clase, que lejos de incrementar empleo lo merma y cuando se crea, este, se corresponde con una naturaleza precaria.

Chantaje asentado también en los medios de consumo. La industria de la automoción hace lustros que entró en declive teniendo que implicar a los Estados en el mantenimiento de la mentira. Su estrategia se basa en la sobreproducción de vehículos, cada vez más potentes, y el marketing de marcas para la renovación de los parques móviles, subvencionándolos, con el pretexto de la eficiencia energética, el consumo verde, el mutuo compromiso con el medio ambiente. Todo se basa en la mera competitividad comercial, la batalla por liderar el ranking de ventas independientemente de necesidades reales.

Pero el embeleco no solo alcanza a estas dos cuestiones. La supeditación absoluta de todo el sistema productivo y de consumo a sus caprichos, incide negativamente en la propia evolución o disolución de modos de vida sociales de los núcleos de población, influyendo decisivamente en las despoblaciones rurales y la creación o expansión de urbes, fomentando concentraciones de servicios nada sostenibles y economías dependientes. Esto supone indubitadamente vivir en permanente riesgo social, puesto que en el contexto actual de migraciones productivas, donde las deslocalizaciones de las empresas se ejecutan con bajo coste para las mismas, sin que sean obligadas a devolver las ayudas públicas de las que se benefician o en su día se beneficiaron, puede llevar a formar parte de la bolsa de ciudades, comarcas o comunidades estranguladas económicamente que tienen en la ciudad de Detroit (Michigan, EEUU.) el vivo ejemplo del desastre.

La metrópoli buque insignia del capitalismo, cuna de Henri Ford, uno de los padres de la industria moderna, si no acaso del sistema de fabricación en cadena; creció alrededor de la industria de la automoción alcanzando su cenit a mediados del siglo XX, estabilizándose hasta la década de los años 70 en los que el declive comienza a ser un hecho. De casi dos millones de habitantes a 700.000 y descendiendo, Detroit con un paisaje desolador estrangulada por la deuda es un espejo claro en el cual reflejarnos. Allá no queda nada de General Motors, Ford, Chrisler, Cadillac… Aquí la dependencia de Volkswagen la convierte en Bomwagen.

Joseba Santesteban

Grupo de Comunicación

CGT-Nafarroa

 


Fuente: Joseba Santesteban