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Llegar a la cárcel me produce siempre la misma sensación de malestar e indignación. Hoy caminé sobre las calles de Quetzaltenango, esas tan bonitas, empedradas, vestidas de casas antiguas, llenas de sol pero sobre las cuales están inscritas historias indecibles propias de una clase pudiente, de los ricos de antaño que las habitaron y los pobres que les sirvieron. Un letrero en la esquina de la 1ª. Calle y 12 avenida o Cuesta de San Nicolás, zona 1, indica cruzar a la izquierda y dice “una vía”. Cruzo y me pregunto ¿cuál vía nos queda?

Por Alba Cecilia Mérida

Quetzaltenango, 29 de septiembre de 2016

Me aproximo a la casa de piedra, ya casi derruida y me estremece poner mi mano sobre un aldabón en forma de mano de mujer: toco para entrar al centro preventivo para mujeres de Quetzaltenango.  Ya sé lo que hay que decir y como decirlo para lograr los tan ansiados minutos para ver, abrazar, escuchar a otra prisionera política: Dalila Mérida Escobar, activista del Comité de Unidad Campesina, CUC “mi organización” dice ella.

Picaporte cárcel Quetzaltenango

 

Aldabón en la puerta de la cárcel para mujeres de xelajú. Foto: Cecilia Mérida.

Picaporte cárcel Quetzaltenango

 

Aldabón en la puerta de la cárcel para mujeres de xelajú. Foto: Cecilia Mérida.