Buenos días, señora o señorita ****:

Déjeme que, brevemente, le cuente mi historia de las últimas 24 horas, ya que estoy sumido en un estado de confusión del que, con sinceridad, no creo que pueda salir por mí solo.

Perdone esta intromisión, pero es que en esta vorágine del absurdo, he visto en una mesa un papel con una dirección de correo electrónico (ésta a la que estoy escribiendo), con su nombre debajo.

Perdone esta intromisión, pero es que en esta vorágine del absurdo, he visto en una mesa un papel con una dirección de correo electrónico (ésta a la que estoy escribiendo), con su nombre debajo.

Ayer me levanté en mi residencia de La Moraleja, y junto con mi mujer, la joven y bella Condesa de Kert, desayunamos fresas con nata y un poco de champagne. A continuación, acudí a la biológica y exclusiva peluquería «Tania de Mena» para que revisaran el corte que me hice la semana pasada, en Londres. Poco después, y ya de nuevo con Madeleine, mi mujer, acudimos a la Embajada francesa, donde teníamos una recepción con el embajador. Era una fiesta exclusiva, y tan solo había unos 100 invitados. La esposa del embajador quedó cautivada con mi aspecto naif, largamente cultivado en mi etapa de play-boy en la costa del Sur de Francia. Era una fiesta de coctels, así que degustamos unos Blue Dassa (con arándanos), Black and Blue Brambe y para finalizar, un Special Man (es una petit appuyé que, a modo de homenaje, siempre me hace mi refinada esposa), mientras el embajador sacaba unos cuencos con cerveza para sus perros. Una vez finalizada la fiesta, fuimos junto con unos amigos (un famoso arquitecto y Pierre, el director del Banco de Francia y al que quiero como si fuera mi hermano) a cenar a un lujoso restaurante de cocina creativa, y rematamos la velada con una copas en el Exclusive, pero…

Esta mañana me he levantado en lo que creo que es un piso, y estaba solo (no sé a donde ha ido la Condesa). Al bajar de la cama me he dado cuenta de que tenía una tripa infame (sin duda alguien me ha hecho algo durante esta noche), y al mirarme en el espejo vi… Bueno, por no abrumarla le diré que mi aspecto de joven cosmopolita, cuidadamente descuidado, cultivado, joven y moderno, propio de los varones de mi familia, sencillamente ha desaparecido. En su lugar hay alguien de mal aspecto, por no decir otra cosa, que me mira con una clara expresión de odio. Me da miedo.

Este piso, como ya le he dicho, no es mi residencia. La foto del enlace con «Mad» ha sido sustituida por un cromo de Messi (un deportista, creo). Me he asomado a lo que creo que es el balcón y no he visto mi Maseratti Kubang (en su lugar había bastantes utilitarios -creo que se llaman así-) y lo que es peor, al hacerlo he visto que, en lugar de mis zapatos Gucci, comprados en Roma, hay en este balcón (supongo que aireándose), una batería de… en fin, de cosas que no son mis zapatos Gucci.

En la nevera, amiga ****, había unas naranjas y, sobre todo, cervezas (pero no he visto que en la casa haya ningún perro).

He visto en una vieja mesa (que no es mi Chippendale) llena de cables, pañuelitos de papel y sobre todo, migas, una nota escrita en un bolígrafo de propaganda (…) recordándome una cita, pero en lugar de Pierre, el director, he quedado con un tal «Ramone» (me imagino que habrá salido de presidio y ese será su apodo) para ir a ver al niño de un tal «Toño» (lo mismo que antes).

Y no me gustan los niños. Me gustan los cocteles de gambas y las corbatas de la George Neale Collection.

Dado que, como ya le he dicho antes, también había una nota con su dirección, le escribo con la esperanza de que me libere de esta pesadilla conceptual y recupere la vida que tenía antes.

Un saludo

COLECTIVO MALATEXTOS – FERMÍN SALCEDO


Fuente: Colectivo Malatextos-Fermín Salcedo