•  Supervisará las agencias en la materia que en conjunto tienen un presupuesto de 40.000 mdd
  •  Los "talentos diplomáticos" de 40 años de servicio facilitarán su tarea, asegura el mandatario

    Nueva York, 17 de febrero. John Negroponte, diplomático veterano cuya carrera ha pasado por algunas de las aventuras internacionales estadunidenses más controvertidas de los últimos 40 años -de Vietnam al escándalo Irán-contras, la crisis de la ONU y ahora Irak- fue nombrado hoy por el presidente George W. Bush al nuevo puesto de director Nacional de Inteligencia (DNI).

    El puesto fue creado hace un par de meses como parte de la reforma del aparato de inteligencia de Estados Unidos y en respuesta a la evaluación de los ataques del 11-S y sus secuelas.


    John Negroponte, embajador estadunidense en Irak, pronuncia un discurso luego de su nuevo nombramiento como director de Inteligencia Nacional por el presidente George W. Bush (en segundo plano) FOTO Reuters



  •  Supervisará las agencias en la materia que en conjunto tienen un presupuesto de 40.000 mdd
  •  Los «talentos diplomáticos» de 40 años de servicio facilitarán su tarea, asegura el mandatario

    Nueva York, 17 de febrero. John Negroponte, diplomático veterano cuya carrera ha pasado por algunas de las aventuras internacionales estadunidenses más controvertidas de los últimos 40 años -de Vietnam al escándalo Irán-contras, la crisis de la ONU y ahora Irak- fue nombrado hoy por el presidente George W. Bush al nuevo puesto de director Nacional de Inteligencia (DNI).

    El puesto fue creado hace un par de meses como parte de la reforma del aparato de inteligencia de Estados Unidos y en respuesta a la evaluación de los ataques del 11-S y sus secuelas.


    John Negroponte, embajador estadunidense en Irak, pronuncia un discurso luego de su nuevo nombramiento como director de Inteligencia Nacional por el presidente George W. Bush (en segundo plano) FOTO Reuters

    «Como director de Inteligencia Nacional, John encabezará un sector unificado, y será el principal asesor del presidente en la materia», anunció Bush hoy en Washington acompañado de Negroponte.

    «Tendrá la autoridad para recaudar nueva inteligencia, asegurar que se comparta la información entre las agencias, y para establecer normas comunes para el personal», declaró. Negroponte estará encargado de coordinar las 15 agencias de inteligencia, determinará el presupuesto de éstas, se reportará directamente con el presidente y lo mantendrá informado a diario. Sin embargo, no trabajará dentro de la Casa Blanca, y no se sabe aún dónde estarán sus oficinas. Bush rechazó la sugerencia de que el puesto tuviera nivel de gabinete.

    Negroponte comentó que presentar inteligencia «objetiva» al gobierno es una «tarea nacional crítica : crítica para nuestra postura internacional, crítica para la prevención del terrorismo internacional, y crítica para nuestra seguridad interna». Este puesto, estimó, será su mayor desafío en sus más de 40 años de servicio público.

    El nuevo director de inteligencia supervisará agencias con un presupuesto total de unos 40 mil millones de dólares anuales (el monto exacto es secreto oficial) y de inmediato deberá enfrentar las pugnas intergubernamentales entre éstas, en particular la relación entre la CIA y otras agencias «civiles», y el Pentágono que ha ampliado su control de asuntos y acciones en esta materia.

    Bush señaló que los talentos diplomáticos de Negroponte desarrollados por su servicio en ocho países en tres continentes, su servicio como embajador ante la ONU y más recientemente en Irak, ayudarán en su manejo de la coordinación de estas agencias.

    Pero ese servicio de más de 40 años también resucitará fantasmas e interrogantes sobre la historia de un diplomático cuya carrera empezó en la guerra contra Vietnam y había culminado, hasta hoy, como embajador en otro país invadido por Estados Unidos : Irak.

    A finales de la guerra de Vietnam, Negroponte fue asistente de Henry Kissinger en las negociaciones de paz en París. Después, su carrera diplomática lo llevó a puestos secundarios en Ecuador, y luego en Grecia -tierra natal de su padre, un magnate de transporte marino-, y bajo la presidencia de Carter fue nombrado secretario asistente de Estado para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico. Poco después Ronald Reagan lo elevó como embajador y lo envió a Centroamérica.

    Un fantasma que lo persigue hasta la fecha es su estancia en Honduras entre 1981 y 1985, donde fue pieza clave para implementar la política de Reagan de utilizar a la contra para derrocar el gobierno sandinista de Nicaragua. Ahí estableció una relación íntima con el general Gustavo Alvarez Martínez, jefe de la policía nacional, y también encargado de los escuadrones de la muerte, en particular el llamado Batallón 316. Casi 200 disidentes fueron desparecidos en Honduras durante ese periodo.

    Aunque Negroponte siempre ha negado haber conocido la existencia y operaciones del batallón, sus críticos en el Congreso, como los senadores Christopher Dodd y Tom Harkin, y muchos activistas de derechos humanos, dicen que eso es poco creíble. Además, señalan, Honduras en ese momento fue utilizado como base de operaciones de la contra. Cuando estalló el escándalo Irán-contras, Negroponte no fue uno de los acusados, pero los críticos siempre lo han vinculado con algunos de los protagonistas de ese tiempo, incluyendo a Oliver North, Elliot Abrams y Otto Reich. Por cierto, sus críticos señalan que el centro de operaciones de la política centroamericana de Reagan fue Honduras, donde Negroponte era conocido como el «procónsul» de un país que se caracterizaba en ese entonces como un gran «portaviones» estadunidense en la región.

    Negroponte es interrogado sobre este periodo cada vez que se ha presentado ante el Senado para ocupar un puesto, y seguramente volverá a enfrentar estos fantasmas. Insiste en que su legado en Honduras es la «democratización» de ese país, y recuerda que él y su esposa adoptaron a cinco niños hondureños. «No puedo pensar en un mejor ejemplo de mi amor para ese país», declaró al Washington Post.

    Por cierto, algunas de las figuras centrales de ese tiempo han sido resucitadas y trabajan o trabajaron en el gobierno de George W. Bush. Abrams es encargado de asuntos de derechos humanos y democracia en el Consejo de Seguridad Nacional, Otto Reich acaba de dejar su puesto como encargado de América Latina en el Departamento de Estado, y Roger Noriega es embajador ante la OEA.

    Negroponte, quien fue embajador en México y Filipinas, fue nombrado embajador de Bush ante la ONU en 2001. Ahí, otro fantasma nació : fue participante directo en la maniobra que provocó una crisis dentro de la ONU en torno a la guerra en Irak, y donde presentó ante el mundo, junto con su jefe Colin Powell, la inteligencia que resultó «errónea» sobre la «inminente amenaza» de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein.

    El año pasado, fue nombrado como el primer embajador estadunidense post-Hussein en Irak, encargado de establecer la legitimidad de la «soberanía» de un país bajo ocupación de Estados Unidos.

    Ahora estará encargado de «coordinar» inteligencia para un gobierno cuyo manejo de información secreta y las operaciones de sus servicios clandestinos -incluyendo los casos de interrogación bajo tortura- han provocado grandes debates nacionales e internacionales sobre si los objetivos ideológicos o la realidad son los que definen la «inteligencia» de Estados Unidos.

    DAVID BROOKS CORRESPONSAL

    La Jornada