Artículo de opinión de Rafael Cid

En el libro Mito y realidad, el filósofo de las religiones Mircea Eliade describe como retorno al origen cuando <<la primera manifestación de una cosa es lo significativo y válido, y no sus sucesivas epifanías>>. Aplicado ese argumentario al mundo sindical hegemónico, esa vitola que atesoran las centrales también autodenominadas representativas, arroja una imagen tribal de Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores (UGT).

En el libro Mito y realidad, el filósofo de las religiones Mircea Eliade describe como retorno al origen cuando <<la primera manifestación de una cosa es lo significativo y válido, y no sus sucesivas epifanías>>. Aplicado ese argumentario al mundo sindical hegemónico, esa vitola que atesoran las centrales también autodenominadas representativas, arroja una imagen tribal de Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores (UGT). Y no solo por su abultada mochila de corruptelas al por mayor en nombre de la clase obrera (las más recientes: las tarjetas black de Caja Madrid; el multimillonario fraude de los ERE en Andalucía; la apropiación de fondos públicos por el líder de SOMA-UGT Fernández villa; o el viraje hacia zonas económico-sociales más rentables del ex secretario general de CCOO, José María Fidalgo, y de su colega la responsable del área de Finanzas, María Jesús Paredes, el primero como abanderado de la Marca España y la segunda en tanto sindicalista premiada por la multinacional norteamericana Citibank).

Así escrutado, el tándem-casta CCOO-UGT casi nunca defrauda. La realidad suele superar al mito. Su trayectoria supone una carrera de epifanías, en cuanto a su capacidad para promocionarse en nuevas realidades, y un menosprecio de los principios. Porque a falta de masa crítica en la opinión pública, sus respectivas direcciones pueden decir una cosa y hacer lo contrario, o viceversa, según sople el viento político, sin coste ni desmoche. Yunque y martillo, y en casa del herrero asador de palo y cuchillo de madero. Como última evidencia, ahí está el globo sonda sobre la extensión del número de años de cotización para el cómputo de la prestación de jubilación. Abortada en principio por una oportuna filtración endógena, la medida aún en el telar del ministerio de Seguridad Social con otro apellido, no solo ha cosechado la lógica repulsa de las agrupaciones de pensionistas, sino que incluso CCOO y UGT han amenazado con movilizaciones ante tamaño hachazo estructural.

Sería bonito si fuera cierto. Pero los hechos les delatan, aunque sus dichos les coronen. Sin duda, es de agradecer que ambos sindicatos hayan mostrado su oposición ante una embestida gubernamental que de llevarse a cabo supondría agravar aún más las condiciones de jubilación de futuras generaciones. Ampliar la base de regulación de los actuales 25 últimos años a 35 desde el 2023, como se recogía en el borrador confeccionado para enviar a Bruselas bajo la rúbrica Componente 30, implica una reducción de hasta el 6,3% de la percepción. Por eso, ¡hurra por CCOO y UGT! Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, salvo que las dos centrales hayan hecho un acto de contrición sin que nos hayamos enterado. Porque el cambio a 25 años ahora sujeto a ajuste por todo lo alto fue introducido por el Ejecutivo socialista de Rodríguez Zapatero en 2011 precisamente previo pacto con Comisiones Obreras y UGT (https://cadenaser.com/ser/2011/01/27/economia/1296088750_850215.html). De aquellos vientos…la herencia recibida.

De epifanías, eternos retornos y psicofonías saben también un queso en otra casta: la cúpula de la Fuerzas Armadas. Cuando aún los medios de comunicación al unísono celebran los trabajos de la UME durante la nevada del siglo, mientras se corre un tupido velo sobre la suerte que haya corrido la misión de rastreadores militares de la Covid-19, hemos conocido nuevos datos de la lucha castrense contra el letal bicho. El Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), el general Miguel Ángel Villarroya, y otros que tal bailan, se han vacunado saltándose el escalafón sanitario, como ya hicieron decenas de dirigentes políticos de las dos orillas. Villarroya era uno de los ponentes uniformados que escoltaban a Fernando Simón en las ruedas de prensa para informar sobre los estragos de la pandemia durante la primera ola. Más en concreto, era la persona, recia y marcial, que solía terminar sus arengas como el estribillo de añeja estirpe alcazareña: <Sin novedad en la Operación Balmis>>.

Rafael Cid

 


Fuente: Rafael Cid