Artículo de opinión de Laura Vicente

Hace unos veinte años la llamada «economía feminista» empezó a hablar de la contradicción entre Capital y Vida, entre las cosas y la vitalidad (o lo vivo), entre la vida y las normas que la encuadran para desposeerla de su dimensión vitalista[1]. El Covid.19 ha puesto en primer plano la necesidad de que, para conservar la integridad de lo «vivo», sea necesario un conjunto de dispositivos para encuadrar la vida (evitando los riesgos de la pandemia), lo que de hecho significa quitar a la vida su dimensión vitalista.

Hace unos veinte años la llamada «economía feminista» empezó a hablar de la contradicción entre Capital y Vida, entre las cosas y la vitalidad (o lo vivo), entre la vida y las normas que la encuadran para desposeerla de su dimensión vitalista[1]. El Covid.19 ha puesto en primer plano la necesidad de que, para conservar la integridad de lo «vivo», sea necesario un conjunto de dispositivos para encuadrar la vida (evitando los riesgos de la pandemia), lo que de hecho significa quitar a la vida su dimensión vitalista.

El sistema económico capitalista ha puesto en el centro de la economía las cosas, las mercancías, el capital y lo ha hecho a costa de una cara B que se apoya en tres pilares: la división sexual del trabajo, el expolio del sur global y la depredación medioambiental. La división sexual del trabajo ha implicado siempre que, para sostener la economía de mercado (visible y mayoritariamente masculina), existieran los espacios invisibles de la economía en los que se ubicaban los trabajos para sostener la Vida (gratuitos y habitualmente asumidos por mujeres).

El capitalismo ha puesto sistemáticamente en riesgo la Vida (de las personas y del conjunto del Planeta), reparar el daño a la Vida es lo que se ha denominado como «cuidados» (parte de esa economía invisible, gratuita y feminizada). Los «cuidados» son todo lo necesario para que la vida funcione, un espectro de la economía muy amplio que no se reduce solo a la dependencia, el cuidado de menores o los trabajos domésticos.

El capitalismo desde su origen, y también en la fase neoliberal que estamos viviendo (Rita Segato la denomina «fase apocalíptica del capital y del patriarcado al servicio del capital»[2]), se ha basado en el expolio de la Vida y eso está llevando al mundo al límite de sus recursos respecto a la población, además de los nefastos efectos sobre el Planeta, entre los que destaca el cambio climático. Esta situación apocalíptica, o suicida, no es coyuntural sino sistémica. El sistema siempre necesita esa cara B basada en el expolio de la Vida, ese es el conflicto básico e irresoluble si no cambiamos el capitalismo por otro sistema basado en la sostenibilidad de la Vida que implica transformaciones profundas: el decrecimiento, fundamentar la economía en otros sentidos de la Vida, la colectivización y desmercantilización de la resolución de las necesidades, la reorganización de los trabajos socialmente necesarios, etc.

Pero el objetivo de este texto no es quedarnos solo en reflexiones teóricas, aunque soy de la opinión de que teoría y práctica son dos vías igualmente útiles, nunca contradictorias, ya que teoría y práctica constituyen dos dimensiones que interactúan y se potencian mutuamente, a la vez que ambas son autónomas. El conocimiento se adquiere como dimensión de la acción, si esta es potente, la razón desarrolla ideas que van acompañadas de las posibilidades de actuar. Como decía, este texto tiene como objetivo traer la «vida misma» y, para ello, pedí a varias mujeres que escribieran sobre cómo les estaba afectando el Covid.19.

MIEDO

«Miedo es lo primero que me viene a la mente. ¡Ah, que peligro! Miedo a perder la vida. El miedo nos convierte en plastilina para modelar. Hace que nos adaptemos a cualquier situación (confinamiento) que aceptemos cualquier condición y que nos olvidemos de cuestionar lo casi todo. En mi caso, miedo al cuadrado. Soy responsable de que no me pase nada porque la vida de mi marido, “un alto riesgo”, depende de ello. La casa es mi seguridad, nuestra seguridad. Salgo de ella lo mínimo y cuando tengo que hacerlo paso tal estrés que pienso que se me estrechan milésimas de milímetros las arterias».

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«Al principio [de la pandemia] estuve enfadada porque parecía que el miedo nos aislaba y no nos permitía ver nada más. Eso se tradujo en que parecía que lxs trabajadorxs no podíamos organizarnos de ninguna manera, las organizaciones sindicales -alternativas y no alternativas- se quedaron en shock y lo único que hicieron fue mandar denuncias a la inspección de trabajo o llamar a la policía, como si lxs trabajadorxs que ya estábamos hacinados en plataformas de 500 o 1000 personas no pudiéramos reivindicar ni exigir nada juntxs. El miedo, de repente, lo había llenado y ennegrecido todo, con tanta fuerza que estábamos paralizadxs».

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«Cada día en mi vida era un estado de miedo y de incertidumbre, a qué planta [del Hospital 12 de Octubre de Madrid] me iban a trasladar y qué me iba a encontrar allí. Finalmente, tuve la suerte de que no me derivaron a plantas COVID19 al ser la más antigua del turno de tarde de mi especialidad. La desinformación era total por parte de la gerencia del hospital, nos enterábamos de lo que sucedía por lxs compañeras que estaban en las plantas COVID19. La ansiedad e incertidumbre seguía siendo la tónica general, llegabas a trabajar y la supervisora nos daba- mejor dicho, teníamos que ir a pedírselas- un mascarilla diaria quirúrgica porque las mascarillas FFP2 y FFP3 están reservadas para las intervenciones. Tampoco sabíamos quiénes de nosotrxs podíamos tener el virus, éramos asintomáticxs o lo habíamos pasado sin saberlo.

Seguíamos enterándonos por los comentarios entre nosotrxs que había muchxs compañerxs que se estaban contagiando, del desborde de las urgencias, de saturación de las UCI´S y de lo mal que se ponen lxs pacientes, de la cantidad de pacientes que van muriendo a diario y de que comienzan a discriminar a lxs pacientes por la edad y las patologías previas».

TRABAJO

«Cuando estas tocada emocionalmente te hunde aún más ver la situación de compañeras y compañeros, muchas y muchos a nuestro alrededor, que están viviendo Ertes, despidos y situaciones como la tuya y tú en esos momentos no tienes herramientas ni físicas (por la situación) ni emocionales para poder ayudar como en otros momentos. HA SIDO DURO».

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«Toda la incapacidad que sentíamos como trabajadorxs se materializó en que ibas a trabajar como si el COVID.19 fuera ajeno a nuestras vidas en los centros de trabajo. Los fines de semana estabas confinadx y de lunes a viernes jugabas a la ruleta rusa del contagio. Resignación que generaba frustración que desembocaba en locura. Esa locura sin contrapeso argumental produce las famosas salidas individuales que siempre eximen a la patronal de su responsabilidad de establecer condiciones dignas para ejercer nuestro trabajo o, de no ser así, exonerar o teletrabajar sin pagar nosotrxs con nuestro salario su incompetencia malintencionada… En última instancia, se materializaba en las distintas plataformas, el acuerdo de CCOO-UGT-CEOE sobre los ERTE a destajo como única salida al conflicto. Se materializaba, de forma más dura aún de asumir, que la mayoría de los llamados sindicatos alternativos soterradamente defendían la misma salida. Tuvo que venir la policía después de una semana para obligar a Atento a dejar una separación de un puesto e imponer los geles desinfectantes, dejar las puertas abiertas, etc. Seguíamos sin mascarillas ni guantes ni desinfección diaria de puesto u office aunque ya había dos trabajadorxs infectadxs».

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«Desde el lunes 30 de marzo teletrabajo perdiendo garantías laborales debido a que yo pongo todos los medios: ordenador, pantalla, teclado, luz, silla, ADLS… Otra pérdida de derechos ganada por la patronal. Además, te monitorizan el ordenador y para el control del trabajo a distancia hicieron un grupo de wasap en donde nos van diciendo las directrices del servicio y donde tú indicas cuando te vas de descanso y demás menesteres».

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«Cuando comienzan las urgencias a llenarse con enfermxs COVID19, una semana antes de decretar el Gobierno el estado de Alarma, nos reúne la supervisora y nos indica que la unidad de consultas donde yo trabajo se va a desmantelar y que se realizarán 3 equipos- formados cada uno por médicx, enfermera y auxiliar- solo para las urgencias propias de mi especialidad. Finalmente, la realidad de los casos de COVID19 fue tan apabullante que los equipos se redujeron a uno, el resto se trasladaron para cubrir los casos de COVID19 en las plantas que estaban cerradas y que se tuvieron que habilitar por la avalancha de enfermxs COVID19. ¿Cuál fue el criterio utilizado por el hospital para que salieran unxs compañerxs y no otrxs? Muy sencillo, primero saldrían lxs de contrato eventual, después lxs interinxs dependiendo de su antigüedad en el servicio y, finalmente, lxs fijxs aplicando también el criterio de dicha antigüedad.

La incertidumbre y la preocupación se centran ahora en lxs compañerxs- médicxs, enfermerxs, auxiliares, celadorxs- con contratos y condiciones precarias. En principio, si se reduce el número de pacientes, de consultas en planta, de intervenciones, no les renovarán. Compañerxs con contratos cada tres meses y que llevan así años».

CUIDADOS Y CUERPOS

«He descubierto que las rutinas ayudan, y mucho. Al principio empiezas con deseos de organizar, organizar todo, armarios, cajones, libros… y de limpiar, limpieza general, hay que ocupar el tiempo. Pero poco a poco vas perdiendo ese interés y vas entrando en la desesperanza. Y entonces aparecen las rutinas. Entre otras (ejercicio por la mañanas, lectura, teléfono, vídeollamadas (¡ahhh! los amigos), circuito casero, …) el ganchillo, un visillo que empezó mi madre y no pudo terminar. Lo encontré en una de esas mañanas de ordenamiento general de armarios. Lo dejé a la vista y una tarde conecté la radio y decidí continuar. He descubierto que me relaja, me conecta con ella, me impide pensar y, sí, me ayuda a desconectar un tiempo de esta pesadilla».

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«He vivido este confinamiento como un retorno a mí. Para mí ha sido un toque de atención y un periodo de reflexión en cómo estaba tratando mi tiempo, mi cuerpo y mi atención en los últimos meses. Mi vida ha dado un parón en seco, he pasado de levantarme a las seis y no parar y volver a entrar en casa ocho o diez horas después, a no salir de casa en prácticamente un mes y medio. A esto se ha unido, familiares a cargo enfermos y cuestiones personales por resolver. Así que los primeros quince días fueron un proceso personal muy duro de tristeza y reflexión. Pero también debo reconocer que me he llegado a sentir egoísta porque al final, cuando creo que he logrado superar ese periodo, siento que ha sido, o está siendo positivo para mí, en mi proceso personal».

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Poco a poco vas perdiendo ese interés [por las noticias de la pandemia] y vas entrando en la desesperanza. Las noticias informan pero desinforman. Dejas de verlas y de escucharlas. Ya da igual. No hay certezas. Todo es incertidumbre. No ves la salida. Y ahí empiezan a intentar mandar las emociones. Los ojos se enrojecen y las lágrimas aparecen fáciles. Procuras que no te vean para no contagiar y tratas por todos los medios de salir de esa situación».

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«Era una preocupación y una vulnerabilidad constante tanto en lo profesional como en lo personal. Un tobogán de emociones, de sentimientos a flor de piel… Una de mis mejores amigas me llamó preocupándose por mí y me dice que está infectada pero solo con fiebre, que se encontraba bien. A los pocos días está ingresada con CPAP (respirador), derivada a pre-UVI, muy grave. Esta es la beligerancia de este virus, pero parece que todavía no somos conscientes».

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Para acabar esta reflexión, dice Rita Segato que las mujeres nos hemos autorizado más que los hombres a entretejer el pensamiento con la vida. Puede ser, en todo caso estos fragmentos nos traen un vendaval de vitalidad de personas que ponen la Vida en el centro.

Laura Vicente

[1] Hay muchas autoras que desde diferentes disciplinas afrontan esta contradicción que impulsa el capitalismo, menciono las tres que más me han influido en mi manera de ver este tema: Amaia Pérez Orozco, Rita Segato y Rosi Braidotti.

[2] Rita Segato (2018): Contra-pedagogías de la crueldad. Buenos Aires, Prometeo Libros.

 


Fuente: Laura Vicente