Años de reformas laborales, despidos masivos, rebajas salariales, reducciones de prestaciones por desempleo, recortes en las pensiones, desmantelamiento de la educación pública, aniquilación de la sanidad pública y universal, reducción del gasto social en dependencia y otros muchos servicios sociales, privatizaciones y externalizaciones, subidas de impuestos… constituyen la dura realidad de la clase trabajadora. 

Se trata en definitiva del ataque deliberado y frontal a los derechos laborales, sociales y económicos de la población en su conjunto. En esencia, políticas comunes a las que vienen ejecutando los gobiernos de la Europa del capital, cuyo objetivo es empobrecer a los trabajadores, aniquilar el tejido público en beneficio del sector privado y financiero, y desregular el sistema laboral para hacer de nosotros los nuevos esclavos del siglo XXI.

Se trata en definitiva del ataque deliberado y frontal a los derechos laborales, sociales y económicos de la población en su conjunto. En esencia, políticas comunes a las que vienen ejecutando los gobiernos de la Europa del capital, cuyo objetivo es empobrecer a los trabajadores, aniquilar el tejido público en beneficio del sector privado y financiero, y desregular el sistema laboral para hacer de nosotros los nuevos esclavos del siglo XXI.

La crisis industrial de los años 70 y la reconversión de los 80 la pagamos únicamente los trabajadores y trabajadoras con altas tasas de paro y continuos recortes laborales y sociales. Hoy la historia se repite. El ataque de la patronal y los diferentes gobiernos neoliberales adopta una forma más global y agresiva. Tan solo en la última década, la clase trabajadora en el Estado español ha perdido el 15% de su poder adquisitivo respecto a la riqueza producida (PIB). De forma paralela, los beneficios y patrimonios empresariales se incrementan desorbitadamente, provocando el aumento de la brecha y de las desigualdades entre ricos y pobres.

Tras un año de la  aprobación de la nueva reforma laboral del gobierno de Mariano Rajoy las consecuencias no se han dejado esperar, a todas luces dramáticas: más de 6 millones de parados en todo el Estado, un  55% de paro entre los jóvenes, despidos masivos en las grandes empresas y en la propia administración e innumerables ERES. Todo ello acompañado de una creciente y crítica situación límite para la clase trabajadora.

En Aragón el paro ha superado la cifra de 144.000 desempleados. Los recortes en la educación pública son alarmantes, como así lo es la pronta aprobación de la LOMCE. La amenaza que se cierne sobre la sanidad pública y universal ha dejado de ser un mero rumor para convertirse en una pavorosa realidad. Una espiral creciente de despidos masivos y ERES,  de rebajas salariales y modificaciones sustanciales de los convenios son asumidos con total normalidad e inundan las noticias diariamente. Los recortes presupuestarios en las contratas municipales agudizan los despidos y las pérdidas de derechos adquiridos, así como deterioran los servicios prestados.

Esta situación de emergencia social ha llevado a la  emergencia de focos de lucha obrera de los que la ciudadanía aragonesa se ha hecho eco. Si la huelga de los mineros durante 65 días nos daba una lección de solidaridad y apoyo mutuo, aportaba también esperanzas de contagio para el resto de la clase trabajadora.

El año 2012 finalizaba con la convocatoria de una huelga general. La huelga del 14 de noviembre tenía un seguimiento masivo en la industria y en el sector servicios, aunque resultó escaso en el pequeño comercio. La primera lección de la huelga era clara: es necesario el trabajo y la concienciación en los barrios.

2013 ha protagonizado la primera huelga estatal en toda la comunidad educativa.  La educación pública aragonesa ha extendido la misma con cuatro huelgas y multitud de movilizaciones en las que ha tomado las calles.  Huelgas en empresas como HP, Johnson Controls… han sido titulares habituales con las que hemos despertado durante todo el año.

Sin lugar a dudas, un claro ejemplo de dignidad y lucha ha sido la huelga indefinida de las trabajadoras y trabajadores de limpiezas del Salud en Aragón. La huelga ha durado 48 días, a pesar de tratarse de uno de los sectores más precarios. La huelga ha sido producto de la nueva reforma laboral, que nos conduce a condiciones inferiores de las existentes,  e incluso a la aplicación del salario mínimo interprofesional del Estatuto de los trabajadores. Sin haber conseguido la globalidad de sus  objetivos,  esta huelga, además de garantizar el empleo y otros aspectos sociales, ha demostrado que con una visión de colectivo, unidad de acción, solidaridad y apoyo mutuo no solo es posible luchar sino que somos capaces de ganar batallas.

Otros conflictos laborales han estado vivos durante todo este periodo. Un ejemplo lo constituyen los trabajadores y las trabajadoras de las contratas municipales. Unidos y unidas en una coordinadora han impulsado continuas movilizaciones en Zaragoza, para alzar la voz contra los recortes presupuestarios, la degradación de los servicios prestados, las rebajas salariales y modificaciones sustanciales de convenios y despidos, incluso contra despidos de miembros de comités de empresa.

El final de año  puede venir plagado de nuevas disputas laborales y costosas y duras huelgas. A día de hoy, Tuzsa ya ha puesto encima de la mesa de 150 trabajadores. La contrata de parques y jardines se va adjudicar con un 15% de recorte presupuestario que previsiblemente será asumida por los trabajadores y trabajadoras. La nueva ley de bases de régimen local se aplicará en los próximos meses, los recortes en dependencia y ayuda a domicilio podrían derivar en una catástrofe y angustiosa situación tanto para la población en su conjunto como para los y  las propias trabajadoras de dichos servicios. En definitiva, los recortes municipales se han extendido en casi todas las contratas municipales de la ciudad. Y, como ya señala incluso el propio vicealcalde Fernando Gimeno, traerán  rebajas salariales y pérdidas de derechos para los y las trabajadoras.

De forma paralela, se plantean despidos en RENFE, en la enseñanza y sanidad públicas, así como en amplios sectores privados de Aragón. Esta tónica dominante nos debe tener despiertos y unidos para recuperar nuestra dignidad obrera y evitar que ésta caiga en el baúl de los recuerdos.

Este año convulso y repleto de movilizaciones nos brinda una lección que no debemos desdeñar: la unión hace la fuerza. La intensidad de la lucha sindical de este año ha puesto de manifiesto una de nuestras mayores debilidades, a saber, la división y fragmentación de la lucha de la clase trabajadora. Como en las últimas décadas, ha quedado reducido a cientos de luchas aisladas, a menudo dentro de los muros de sus empresas. Este año, repleto de experiencias, reflexiones y vivencias, debe llevarnos a corregir errores propios y valorar aciertos. En resumen, este año debe servirnos de aprendizaje ante los acontecimientos presentes y futuros.

Es necesaria la unidad entre la clase trabajadora y la fusión de las luchas y los conflictos abiertos. Para ello se requiere tejer lazos de solidaridad, de apoyo muto y recuperar la  conciencia de clase, con el objeto de romper con la barrera del miedo. Movilizar a esa generación que de forma intencionada está siendo víctima del paro, la exclusión y la marginalidad es tarea fundamental para romper con el individualismo y la paralización de la sociedad.

El primer paso que debemos dar es romper con el corporativismo y las luchas aisladas en nuestras empresas. El segundo, señalar al sistema como culpable de la situación actual.

Nuestro  objetivo común debe pasar por derogar las reformas aplicadas y las nuevas leyes que nos conducen a grados de pobreza y marginalidad antes impensables. Confluir en una movilización permanente de desobediencia civil que paralice el país, para dar respuesta a la clase trabajadora y al conjunto de la sociedad. Respuesta que no puede ser otra que la construcción de un nuevo modelo social y económico basado en la redistribución equitativa  del trabajo y la riqueza.

En suma, estamos ante un horizonte presente de esperanza que pasa en su futuro inmediato ineludiblemente por la confluencia de todas las luchas y movilizaciones en la organización de un frente común contra las políticas de esclavitud y pobreza que nos están imponiendo. Una organización de la clase trabajadora desde la base, desde abajo y de forma horizontal, una organización que nos haga partícipes a todos y cada uno de nosotros y nosotras. Una organización obrera donde se rescaten las mejores tradiciones del movimiento obrero, la asamblea como método de decisión y organización, el apoyo mutuo, el compañerismo y la solidaridad con otras luchas.

Es hora de coger el rumbo de nuestras vidas y dirigirlas donde nosotros y nosotras queremos. Es hora de caminar de la mano hacia un mundo más justo. Es hora de romper con el miedo y recuperar la dignidad.

José Luis Muro Cornago (afiliado de CGT y presidente del comité de empresa de FCC parques y jardines de Zaragoza) | Para AraInfo


Fuente: José Luis Muro Cornago