Confieso que he votado. He votado, no mucho, a sabiendas de que ganara quien ganara todos saldríamos perdiendo. He votado en contra de mí mismo apuntalando un sistema en el que nunca he creído. He votado de forma casi clandestina, pecadora y culpable. He votado yo, que siempre he sido partidario de la abstención activa que he practicado y predicado en públicas tribunas. He votado en elecciones amañadas de dos partidos casi miméticos condenados a ganar por el Sistema que patrocina esta representación y financia a los grandes partidos para que se coman a los chicos.

He votado con la nariz tapada, la boca pequeña y la mano dubitativa. Nunca he votado a favor, siempre en contra. He votado contra José Mª Aznar y contra Esperanza Aguirre por candidatos que me disgustaban menos que los otros.

He votado aunque coincido con Agustín García Calvo en que la misma palabra democracia es una flagrante contradicción de términos, porque el poder siempre está contra el pueblo. He votado después de pensar en todo eso y a pesar de todo eso. He votado libremente en elecciones que nunca fueron libres, sino amaestradas y domesticadas.

He votado con la nariz tapada, la boca pequeña y la mano dubitativa. Nunca he votado a favor, siempre en contra. He votado contra José Mª Aznar y contra Esperanza Aguirre por candidatos que me disgustaban menos que los otros.

He votado aunque coincido con Agustín García Calvo en que la misma palabra democracia es una flagrante contradicción de términos, porque el poder siempre está contra el pueblo. He votado después de pensar en todo eso y a pesar de todo eso. He votado libremente en elecciones que nunca fueron libres, sino amaestradas y domesticadas.

He votado y no se lo recomiendo a nadie, siempre deja mal sabor de boca y un nudo en el estómago. Por eso el 20N prometo quedarme en casa, aunque, puestos a hacer confesiones, reconozco que seguiré a través del televisor o del ordenador el recuento de votos y que la cantada victoria del PP me sabrá a rayos y me olerá a cuerno quemado. Seguiré el recuento y haré votos por el incremento de la abstención como único recurso razonable contra la sinrazón de un sistema hipócrita y corrupto, democracia de mercaderes y cantamañanas desafinados que anuncian rebajas y amputaciones de derechos en una feroz escalada que terminará con los últimos vestigios de lo que algunos ingenuos llegaron a llamar estado del bienestar.

Moncho Alpuente.

Artículo publicado en el periódico mensual CNT Noviembre 2011


Fuente: Moncho Alpuente