El Cabanyal, un popular barrio de pescadores en Valencia, molesta. Es un impedimento para los planes urbanísticos de lo que se ha venido a llamar ciudad-marca, un modelo basado en obras faraónicas que atraigan el turismo al precio que sea. Mientras, la ciudad con barrios vivos, muere. ¿Cómo hemos llegado a esto ?

El Cabanyal, un popular barrio de pescadores en Valencia, molesta. Es un
impedimento para los planes urbanísticos de lo que se ha venido a llamar
ciudad-marca, un modelo basado en obras faraónicas que atraigan el turismo al precio que sea. Mientras, la ciudad con barrios vivos, muere. ¿Cómo hemos llegado a esto ?

Con la clase media consumidora a mediados de siglo XX llega un nuevo
escenario en la lingüística de los productos y servicios. Las décadas de
los 60 y 70 supondrán el asentamiento del consumo por imitación, donde los
múltiples electrodomésticos, el coche o la segunda residencia en el campo,
se entienden como elementos indispensables para pasar a formar parte de
una clase consumidora que hoy cuenta con casi 2000 millones de personas en
todo el mundo.

Y para ello, nada mejor que un nuevo modelo de establecimiento minorista,
el centro comercial, supuesta materialización de la “compra libre” y de la
gran variedad de oferta que el nuevo consumidor necesita, haciéndole creer
un individuo independiente y con criterio, cuando justamente lo que
representa es la nueva mercadotecnia, la de un cliente cada vez más
hedonista que compra por impulsos y atiende a una publicidad cada vez más
sentimental.

Pero las grandes superficies y los centros comerciales no vinieron solos.
Aparecieron con buena parte de las políticas de reordenación de la ciudad
que hemos sufrido en las últimas décadas. Localizados normalmente en las
periferias de las ciudades, son parte esencial del fenómeno de dispersión
urbana anglosajona que tan rápidamente se ha globalizado. Así, frente a la
ciudad densa y con una gran diversidad de actividades, planificada en la
Europa del siglo XIX, tendemos cada vez más a ciudades con un denso centro
de negocios rodeado por enormes extensiones de viviendas residenciales
unifamiliares ; Y como guinda final, los centros comerciales ubicados en
los principales accesos.

Con este modelo se encarece enormemente el gasto público (en
infraestructuras, gestión de recursos, transporte público…) y se
dificulta la planificación de la ciudad (por ejemplo, el aumento de viajes
en coches particulares ya hacen casi impracticables los accesos más
importantes a la ciudad).

Pero además, esto sentencia a muerte el modelo de pequeño comercio de
barrio, mucho más redistributivo y socialmente beneficioso. Con su cierre
se pierde trabajo (por cada trabajador de una gran superficie se eliminan
entre 5 y 7 puestos de trabajo en el pequeño comercio) pero también sus
actividades complementarias locales y de pequeña escala, e incluso
factores tan importantes como la interrelación, que mejoran la calidad de
vida de sus ciudadanos.

Sin duda, este modelo comercial pero también urbano está en crisis, y
ahora aparecen nuevos gestores que dicen venir con la pretensión de salvar
el barrio. No es casual que entre ellos se encuentren empresarios
íntimamente ligados al otro modelo, el de la ciudad dispersa y sus centros
comerciales, porque justamente la doctrina es la misma, pero sobre otro
terreno : concentración y uniformidad.

Así, pretenden un barrio que imita el “no-lugar” que representa el centro
comercial : espacios comerciales casi indistinguibles de una ciudad a otra,
decorados para aparentar diversidad de actividades, idílicos espacios de
encuentro y sofisticados espacios verdes. Es decir, una ciudad
reconstruida a base de locales de fast food y franquicias de moda juvenil
que recrea artificialmente las características mitificadas del barrio
clásico denso y diverso al que sustituye.

El modelo de ciudad marca y sin barrios crece cada día en miles de puntos
del estado. La Plataforma Salvem el Cabanyal, un movimiento ciudadano para
la defensa de uno de los barrios más populares de Valencia, denuncia la
actuación policial contra los vecinos del barrio y la dictadura que ejerce
el Partido Popular de Valencia con tal de conseguir sus proyectos
faraónicos de ciudad-marca :

«La Plataforma Salvem el Cabanyal esta desconcertada e indignada, tras 12
años de recursos judiciales y tras la sentencia del Tribunal Supremo y la
Orden Ministerial, que suspende la ejecución del PEPRI, por expolio.

Está semana hemos tenido que ver como la policía local, a las ordenes del
ayuntamiento y personalmente por el Concejal Domínguez, destruyen
aceleradamente nuestro patrimonio, y como la policía nacional a las
ordenes de la Delegación de Gobierno nos agrede con brutalidad inusitada.

«Nos sentimos abandonados por la Delegación y Subdelegación del Gobierno
de España que solo han defendido las actitudes dictatoriales del PP al
mandar los antidisturbios a proteger la innecesaria decisión de los
dictadores en lugar de proteger a los ciudadanos.

Lo que diferencia a una policía en un régimen democrático, a una policía
en un régimen dictatorial, es la consideración que la policía tiene de la
ciudadanía, de su integridad física y de sus derechos fundamentales. La
policía nacional y municipal, hoy se han comportado como una policía
dictatorial como se puede ver en todos los vídeos publicados por los
medios de comunicación».

El no-barrio sigue creciendo.

ConsumeHastaMorir

Carga policial en el cabanyal :
http://www.youtube.com/watch ?v=Ua5rq_7CCEU&feature=player_embedded