Es una evidencia que la ciudadanía tiene un enorme poder, que además no puede ser transferido y que ejerce día a día: El consumo. A pesar de las andanadas mediáticas publicitarias por orientar esta enorme fuerza económica, siempre nos queda, a todas y todos, la libertad de consumir: El qué, cómo, dónde y cuándo. ¡Que no es poco! Han habido varios intentos, estos últimos años, por coordinar este inmenso poder ciudadano desde la base del movimiento social, con algunos triunfos y mucho camino por recorrer.

Ahora nos llega una propuesta sólida, directa, realizable y compatible con las líneas de acción individual contra la crisis. Si los políticos y los poderes financieros nos quieren hundir en la ruina no nos queda otra que reaccionar. Nada de grandes sacrificios, nada de escenificaciones costosas en tiempo y dineros. Usando de nuestro poder de compra, de forma colectiva, daremos en la diana donde más les duele a aquellos que pretenden todos los días robarnos nuestra energía para su provecho.

Ahora nos llega una propuesta sólida, directa, realizable y compatible con las líneas de acción individual contra la crisis. Si los políticos y los poderes financieros nos quieren hundir en la ruina no nos queda otra que reaccionar. Nada de grandes sacrificios, nada de escenificaciones costosas en tiempo y dineros. Usando de nuestro poder de compra, de forma colectiva, daremos en la diana donde más les duele a aquellos que pretenden todos los días robarnos nuestra energía para su provecho.

La idea central: No utilicemos las tarjetas de crédito. Como dicen las personas que han tenido esta iniciativa: “Bien, usemos la cabeza, ¡seamos creativos! Usemos la vía pacífica contra la violencia institucional de los gobiernos y banqueros.

¿Qué es lo que más le afecta al sistema financiero? ¿Cuál es el único idioma que entiende esta gente?: ¡Que les toquemos el bolsillo! Por ello, la campaña se denomina Navidades sin tarjeta de crédito.

Para ello, basta con que hagamos bien nuestras cuentas, determinemos qué podemos gastar en función del dinero que tengamos en metálico, saquemos de los bancos el que necesitemos y usémoslo para comprar en establecimientos cercanos, en pequeños comercios, en nuestro barrio o localidad.

Y ello sin que nos suponga ninguna desventaja. Con esta acción individual conseguimos que fluya el dinero fuera del sistema bancario y que, además, no obtenga beneficio de los enormes márgenes de ganancias que les aporta el gestionar el pago con tarjetas.

Al prescindir de las tarjetas de crédito bloqueamos ingresos enormes a las entidades financieras y de crédito (VISA, MarterCard…). Debemos ser conscientes de que estas tarjetas generan un gasto para el comerciante que nos vende (el 7% de media que se lo lleva el banco). Por otro lado, si nuestra tarjeta es de crédito, genera intereses que cobran los bancos por encima del 18% (usura). La campaña finaliza con un pensamiento: 

“Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo” (Mahatma Gandhi).

Rafael Fenoy


Fuente: Rafael Fenoy Rico