Editorial rojo y Negro 216
En los últimos meses, el término más repetido es el de “crisis”. Todos/as hablamos de ella, pero la pregunta que debemos hacernos es : “¿de qué crisis hablamos o nos hablan ?”. Porque la clase trabajadora lleva ya muchos años sufriendo la crisis económica y laboral.
Editorial rojo y Negro 216

En los últimos meses, el término más repetido es el de “crisis”. Todos/as hablamos de ella, pero la pregunta que debemos hacernos es : “¿de qué crisis hablamos o nos hablan ?”. Porque la clase trabajadora lleva ya muchos años sufriendo la crisis económica y laboral.

La Economía española creció nominalmente en el último decenio a una media anual superior al 3 % del PIB. En este mismo período, los beneficios empresariales se multiplicaron en un 73 %. El modelo de “crecimiento español” en esta década, siguiendo las directrices de la globalización económica, se fundamenta en unas características que se pueden visualizar con facilidad en los sectores considerados esencialmente más “dinámicos” : (1) el sector inmobiliario (el ladrillo en vivienda residencial y la obra pública en grandes infraestructuras como autopistas y tren de alta velocidad) ; (2) el sector turístico y de servicios ; (3) el sector financiero basado en el movimiento virtual de capitales y en la especulación de tierras, materias primas, armas, poniendo a disposición de los especuladores grandes cantidades de dinero ; (4) la explotación de la inmigración ; (5) la depredación del medio ambiente ; (6) la flexibilización de las condiciones laborales ; y (7) el desmantelamiento de los servicios públicos, todo ello enmarcado en (8) una política gubernamental que fomenta el consumismo y el ansia de propiedad privada.

Las grandes empresas del Ibex 35 en ese “casino” llamado Bolsa, mueven anualmente hasta un billón de euros, tanto como todo el PIB del estado español. El dinero cambia de manos, se especula con valores y activos ficticios y se obtienen grandes beneficios para empresas, accionistas y especuladores sin escrúpulos. Estas mismas empresas embolsan a sus accionistas cerca de 450.000 millones de euros en el último decenio.

Estas mismas empresas y personas que ahora hablan de crisis, esas mismas que propugnan una aplicación total del sistema capitalista y de las teorías del libre mercado, claman ahora para que con dinero público se cubran los grandes socavones que ellas mismas han causado en la economía mundial, llevando a la extrema explotación a las personas y los recursos.

Cuando esto marchaba así, el “modelo español” era vendido como resultado del esfuerzo y la modernidad para colocarnos entre los países más “ricos y poderosos”. Nadie cuestionaba las bases sobre las que se crecía y sobre quiénes se construían los grandes beneficios empresariales. A quienes siempre hemos criticado este modelo, se nos ha tratado de pesimistas, visionarios o derrotistas.

Un modelo de crecimiento insostenible, injusto y desigual a nivel planetario, y que en el estado español atenta contra la justicia social al presentar la siguiente realidad :

  •  Casi un tercio de los hogares españoles son mileuristas.
  •  Los salarios acumulan una perdida continuada de poder adquisitivo.
  •  Los ingresos del 20 % de la población más rica han pasado a significar 5,1 veces los ingresos del 20 % de la población más pobre.
  •  La población española considerada como pobre se sitúa en el 20 %.
  •  Los bajos salarios y la alta precariedad en el empleo explican en gran medida que la población de rentas bajas haya aumentado a un ritmo superior que la de rentas medias.
  •  El Estado español es uno de los más desiguales en las rentas de sus clases sociales.

    A esta situación le llamaban “crecimiento, bonanza, milagro, etc.”, cuando la realidad era ya de una auténtica crisis para gran parte de la sociedad, y de forma significativa para la clase trabajadora.

    En este momento, debemos tener en cuenta que el paro se ha situado en el 11´5 % sin que la temporalidad haya descendido del 33 %. El IPC ha subido al 5´5 % mientras los salarios siguen perdiendo poder adquisitivo. Desciende el PIB de su crecimiento económico por debajo del 1 % y se pretende incrementar la productividad a costa de abaratar más el despido y firmando una nueva reforma laboral que convierta en papel mojado los derechos de los convenios colectivos.

    Por otro lado, la política tributaria dirigida a beneficiar al capital con bajadas de impuestos a las grandes fortunas y recorte de las cotizaciones empresariales, desemboca en una política de privatizaciones y desmantelamiento de los servicios públicos que pagamos entre todos/as.

    El capital, los gobiernos, la patronal y el sindicalismo mayoritario, pretenden que “su crisis” la paguemos los de siempre : los trabajadores/as, estafados con las Reformas Laborales y las políticas de consumo insostenible que han hecho desaparecer lo público y las garantías de derechos para todos/as.

    No debemos ignorar que este proceso de empobrecimiento de la mayoría consolida la globalización capitalista, desde una concepción autoritaria, represiva y militarista de la sociedad, fomentando el incremento del negocio armamentista, como la especulación salvaje sobre la energía y la agricultura, siendo capaces de condenar al hambre a decenas de millones de personas en todo el mundo. Este proceso global de retrocesos lo estamos sufriendo de manera especial en el caso de la UE, donde asistimos a un proceso antidemocrático de imposición de un tratado/constitución rechazado una y otra vez en referéndum.

    Una imposición acompañada de otras medidas que junto con la autonomía dotada al Banco Central Europeo constituyen el germen de una auténtica dictadura económica. Nos referimos al Tratado de Lisboa refrendado por el sindicalismo mayoritario para imponer la flexibilidad laboral y el despido libre. La directiva Bolkestein que nos impone el desmantelamiento de los servicios públicos. La directiva de la vergüenza, del retorno de la inmigración, que restringe movimientos y derechos de las personas inmigrantes, cuando ya no sirven como mano de obra barata, consolidando la violación de los derechos civiles de millones de trabajadores. Y la más reciente directiva de las 65 horas sobre la Jornada de Trabajo, que la prolonga y considera el trabajo asalariado por el tiempo que el empresario determine, como un deber, impidiendo la vida social de las personas.

    Frente a esta imposición necesitamos una cultura de la resistencia contra el consumismo, contra el crecimiento por el crecimiento. Necesitamos salir a la calle para parar esta máquina de injusticias y desigualdades llamada economía de mercado y construir una sociedad que respete el medio ambiente, el trabajo digno, el tiempo de vida colectivo de las personas ligado a la producción de bienes sociales suficientes para todos/as.

    Necesitamos intensificar los conflictos y revolver las conciencias. Necesitamos aprender colectivamente a gestionar los recursos y la satisfacción de las necesidades de todas/os. Necesitamos que el protagonismo y la gestión de la vida social sea asumida cooperativamente. Necesitamos conquistar la igualdad real de derechos para todas/os. Y necesitamos que ello se exprese en las calles, en los medios, en las fábricas… Necesitamos movilizarnos en nuestro día a día y caminar todos/as juntos/as hacia una huelga general.