La irresponsabilidad y la contradicción no es del pacifismo, sino del belicismo (En respuesta, directa, a un escrito de Vicenç Fisas)

Las organizaciones y personas que defendemos la no intervención militar por parte de EE.UU., Francia, Inglaterra, España, etc., en Libia, no somos los que deseamos que esta partida la gane Gadafi, el cual, efectivamente, es un dictador que debe ser juzgado penalmente por el derecho internacional. Los que deseaban que esta partida la hubiera ganado Gadafi y nada hubiera ocurrido en Libia eran, precisamente, los que ahora le enseñan los dientes al dictador, es decir, los mismos que lo recibían hasta hace sólo un par de meses en todas las cancillerías occidentales.

No, los pacifistas antimilitaristas y noviolentos no apoyamos a Gadafi ni queremos que éste siga matando a nadie. Han sido las potencias occidentales, no nosotros, las que le han apoyado, vendido armas, dado cobertura política y hecho muy rico. La irresponsabilidad y las contradicciones no están en nuestro tejado, Vicenç, sino en el de quienes han defendido a Gadafi durante años, es decir, la responsabilidad de los crímenes cometidos por Gadafi no es nuestra; está en el tejado de las potencias occidentales.

No, los pacifistas antimilitaristas y noviolentos no apoyamos a Gadafi ni queremos que éste siga matando a nadie. Han sido las potencias occidentales, no nosotros, las que le han apoyado, vendido armas, dado cobertura política y hecho muy rico. La irresponsabilidad y las contradicciones no están en nuestro tejado, Vicenç, sino en el de quienes han defendido a Gadafi durante años, es decir, la responsabilidad de los crímenes cometidos por Gadafi no es nuestra; está en el tejado de las potencias occidentales. No me parece bien que ahora, sólo ahora, se nos trate de tender una especie de trampa ética para forzarnos a que justifiquemos lo injustificable, es decir, para que, horrorizados ante lo que, ciertamente, Gadafi podría hacer con “su” pueblo, justifiquemos las “guerras justas” (lideradas por la OTAN), etc. Entonces, no comparto tu invectiva contra los pacifistas irresponsables, según tú, que seguimos diciendo NO A LA GUERRA.

Te conocí, Vicenç, hace unos 20 años atrás en Jerez. Me parece que fue en un encuentro de Educación para la Paz, organizado por la entonces Federación Ecologista-Pacifista Gaditana (hoy Ecologistas en Acción-Cádiz). Mi respeto hacia ti y tu trabajo es grande (y sigo leyendo tus libros), pero este escrito tuyo (“La izquierda y la intervención militar en Libia”, El País, 22-03-2011) me hace ver claramente que es tu “intervencionismo humanitario”, y no nuestro compromiso político frente a las guerras (las llamadas “justas” incluidas), el que carece de coherencia y de responsabilidad. Creo sinceramente que tu “discriminación” de las guerras que protegen (a las que apoyas) y de las que no protegen establece un trillado camino hacia la eternización de los conflictos armados, hacia una violencia sin fin y hacia una desesperanzadora desconfianza en la capacidad humana de encontrar soluciones pacíficas a los conflictos. Tu posición, en mi opinión, está lejos de la posición de quienes, como Gandhi, Lanza del Vasto, Luther King, Gonzalo Arias, etc., defendieron, desde un cabal sentido de la responsabilidad y la solidaridad humanas, la resolución pacífica de los conflictos.

No comparto tu punto de vista general y tampoco comparto un discurso entre líneas que empleas en el artículo. Ese algo subliminal que usas de forma provocadora (aunque sanamente provocadora) es, por lo demás, muy manido, y consiste en dar a entender que si no aceptamos una intervención armada como ésta, entonces o bien somos unos inocentes bienintencionados, o bien somos unos desconocedores de lo que realmente está ocurriendo en Libia, o bien somos unos incoherentes incapaces de actuar con responsabilidad, etc. Este es un discurso, ya digo, muy manido… igual que lo es, por supuesto, el de aquellos (me esfuerzo para que no sea mi caso) que dicen o piensan: todo el que apoye esta intervención es un esbirro de la OTAN.

Vicenç, no es que las personas que no justificamos esta intervención estemos respondiendo, como en un clic inconsciente, de tipo psicológico, a un trauma derivado de nuestros afanes antifranquistas. No. No decimos no a las guerras porque estemos proyectando inconscientemente un mecanismo de rechazo al padre (Franco) que nos enviaba a realizar trabajos forzados (la mili) o almacenaba en nuestro suelo armas nucleares (base de Rota) de EE.UU., etc. No, no es esto. Nuestro NO A LA GUERRA no es un mecanismo enfermizo, inconsciente, irresponsable, etc., de rechazo a autoridades del pasado que nos infringieron notables sufrimientos y nos colocaron ante colosales peligros (por ejemplo: Palomares). Tu frase: “Como es bien sabido, a la izquierda tradicional no le gustan las intervenciones militares ni, en general, las actividades militares. Creo que es una herencia del nefasto militarismo que vivimos en nuestro país durante el franquismo, que ha provocado un total distanciamiento hacia cualquier actividad militar. Esa actitud se traduce en un rechazo frontal hacia los gastos militares, las exportaciones de armas, las paradas militares, las políticas de defensa nacional, y lógicamente, las intervenciones en el exterior”, me parece, de verdad, una frase muy desafortunada. En el fondo es, quizás no intencionadamente, una frase muy descalificadora. Pero, en todo caso, es una frase que quizás (y sólo quizás) podría dar cuenta del movimiento antimili en la España de los años 80 y 90, pero no, claramente, de lo ocurrido con el referéndum anti-OTAN, el no a la guerra del 2003, etc. No aprobar la intervención de la OTAN en Libia no es una ‘reacción’ psicológica colectiva ante la dictadura de Franco. Nuestra opción por la Noviolencia es consciente, meditada, debatida en grupos, contrastada con la sociedad, testada con los acontecimientos, con anclajes históricos… No aprobamos las ‘intervenciones militares’ o las ‘actividades militares’, pero es por algo más que por un efecto inconsciente y obligado de una herencia del pasado. Vicenç, los ejércitos dictatoriales como los de Franco o los democráticos de Obama (el Nobel de la Paz) nos parecen la misma cosa. O, dicho más claramente y sin alargarme, los crímenes cometidos por Gadafi no son de diferente naturaleza a los crímenes cometidos por los responsables de los gobiernos de EE.UU., Inglaterra, Francia, etc., en tantos y tantos países durante tantas y tantas décadas. En la historia contemporánea de Latinoamérica, por ejemplo, hay desgraciadamente, como sabes, muchos ejemplos de “desprotección de la población” a manos de dictadores sostenidos por gobiernos de países “democráticos” con derecho de veto, actualmente, en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Pero, con toda sinceridad, sospecho que tu escrito está hecho más pensando en ti mismo que en los que seguimos trabajando por la Paz desde la óptica de la Noviolencia. Tu reflexión, que trata de provocar –saludablemente– a los que defendemos la no intervención, ¿no es, en realidad, una forma de justificarte a ti mismo, de justificar cambios en tu conciencia que, en tu intimidad, no has logrado aún aprobar del todo?. He releído varias veces tu escrito e intuyo que es así. Percibo que, en tu interior, no apruebas las guerras y las matanzas de ningún tipo, las cometa quien las cometa, ni con cobertura legal ni sin ella… pero que, ante la posible inminencia de una fuerte represión por parte de Gadafi en la zona rebelde, si la retomara, te ves en la circunstancia de cerrar los ojos y decir: de acuerdo, que la OTAN (los de siempre) lo arreglen… porque es el “mal menor”. Estas dudas y planteamientos son los que, me parece, están teniendo lugar dentro de tu conciencia. Este debate interno es, quizás, el que te lleva a presionar al movimiento por la Paz para que cargue con la culpa de quienes fraguaron este conflicto. ¿Has querido que sintamos la culpa de los asesinatos que Gadafi podría cometer, probablemente, si retomara toda la zona de Bengasi?, ¿has querido que ese sentimiento mine nuestras convicciones para que aprobemos que sean –lo que a ti no te parece muy incoherente, a lo que se ve– precisamente los pirómanos los que se pongan las medallas –las viejas y mohosas medallas de siempre– por apagar el incendio?.

Pero pienso que la clave de tu escrito está aquí: “Desde mi opinión, sin embargo, existe una actitud no discriminatoria que conduce a contradicciones de fondo, pues de esta forma no se da respuesta a qué hacer con las poblaciones que están en peligro y se escurre el bulto en momentos en que hay que activar el «derecho a proteger». Pero, ¿no está en peligro la población palestina, la argelina, la saharaui, la tibetana, la irakí, la afgana, la iraní…?. ¿Cuántas discriminaciones de las que tú reclamas habríamos de realizar para aprobar “intervenciones humanitarias” (armadas, de la OTAN) en cuántos países y conflictos?. ¿No es mayor “contradicción de fondo” aprobar un bombardeo para proteger a una población en Libia y no reclamarlo para defender a la población palestina?. Y te pregunto directamente: ¿no es una “contradicción de fondo” tuya, personal, trabajar por la Paz defendiendo el intervencionismo armado de, justamente, las potencias que asolan el mundo con sus armas y sus poderes económicos?, ¿esta no es la contradicción, íntima, tuya, en la que tratas de implicarnos a quienes no aprobamos las guerras tras haber comprobado, en Irak y Afganistán, lo que estas “intervenciones humanitarias” y contra los tiranos son y significan?.

Nos acusas, Vicenç, de “escurrir el bulto” y de desproteger a las personas que necesitan protección. Quizás no es tu intención acusar, pero en el contexto (no nuevo) del debate sobre el “intervencionismo humanitario”, en el de la actual circunstancia y en el de tu propio artículo, la expresión “escurrir el bulto” endosada a quienes pedimos la disolución de la OTAN, denunciamos las ventas de armas a Libia por parte de las potencias occidentales, apoyamos las revoluciones democráticas en el norte de África y Oriente Medio, dijimos no a los bombardeos de la OTAN en la ex-Yugoslavia, y nos opusimos y oponemos a las guerras de Irak y Afganistán, etc., esa expresión, digo, suena a acusación, a inculpación por omisión de obligaciones éticas de proteger… que se nos suponen a todos los seres humanos. Creo que la posición del “NO A LA GUERRA” es que, también en estos momentos de guerra en Misrata, Bengasi, etc., hay que proteger, por supuesto, a las poblaciones con medidas rápidas y eficaces (embargo de armas, presión diplomática, bloqueo económico, activación de mecanismos judiciales internacionales, trabajos de cooperación política con la oposición democrática a los regímenes totalitarios, presión internacional constante para el alto el fuego, ayuda humanitaria, creación de un consejo regional por la pacificación, etc.), pero no creemos que la forma de “proteger” sea la de bombardear Libia. Sabes que por esta vía, la de imposición de una zona de “exclusión aérea”, la guerra civil en Libia está servida para mucho tiempo y que en el mejor de los casos, digámoslo así, la partición del país está garantizada. Estos “bombardeos humanitarios” están teniendo lugar sin que sean garantía de nada; su utilidad “quirúrgica” es más que discutible y los “efectos colaterales” que provocarán pronto empezaremos a conocerlos… quizás cuando la dura coraza de la desinformación a que nos someten ahora los mass media cambie por efecto, previsible, de un giro brusco de la agenda internacional.

Justificar estos bombardeos como una obligación ética de “proteger” a la población cuando nadie dice ni hace nada, por citar otro ejemplo sangrante, con la “población desprotegida” de Guinea Ecuatorial… me parece, ésta sí, una persistente e incomprensible “contradicción de fondo”.

Defiendes tu ideal (“fuerzas armadas reducidas y entrenadas especialmente para actuar en operaciones de mantenimiento de la paz, en coordinación con Naciones Unidas”), luego dices que bueno, que esto “va para largo” y luego rematas con que, mientras sí y no, “hay que convivir con una realidad menos idealista”. O sea: la realidad es la que es y hay que intervenir militarmente para arreglar los conflictos. ¿También le pedirías a la ONU que bombardeara –“selectivamente”, claro– Corea del Norte si éste país sacase, más, los pies del plato?, ¿cerrarías los ojos –con tal de que las poblaciones quedaran protegidas- y dejarías que EE.UU se encargara de proteger a los surcoreanos y China de proteger a los norcoreanos?. Vicenç, ¿a dónde nos llevaría esta lógica tuya de la “protección de las poblaciones”?. Veo que señalas, con toda razón, que nadie paró lo que ocurrió en Ruanda; lo que no señalas es qué potencias occidentales tienen responsabilidades directas en las raíces de lo ocurrido allí. Por otra parte, ¿la opción por la Paz es un asunto sólo aplicable –según tú por la vía armada humanitaria con fines de interposición- al momento en que se produce el fragor cruel de las batallas entre los bandos enfrentados?, ¿no te parece que su valor reside, a la vez, en la prevención de las guerras y en la denuncia de su preparación?, ¿no te parece, también, que muchos dictadores que han humillado hasta extremos horribles a sus poblaciones han sido sostenidos por los que ahora defienden desde el aire los derechos Humanos en Libia?. No somos idealistas, somos personas acostumbradas a ver la realidad sin el filtro cómplice de los medios de información, Vicenç. Estás defendiendo un nuevo orden internacional basado en la capacidad militar de imponer la democracia y los Derechos Humanos… pero, de verdad, de verdad, ¿quieres convencer a alguien de que son los cazabombarderos de EE.UU. y de la OTAN los que están destinados a hacer eso?

El “NO A LA GUERRA” no defiende la “inacción”, y no deberías asociar, como de hecho haces en tu escrito, la inacción a los “medios diplomáticos”, las “fuerzas no violentas de interposición”, etc. Esto es, en mi opinión, un flaco favor a los principios del trabajo por la Paz. Dices, arrogándote justamente el mérito de haberte posicionado con un no a la guerra desde tu objeción de conciencia, que asumes “las contradicciones de plantear salidas realistas”. Yo, en mi calidad de insumiso que fui al servicio militar y al servicio civil, no asumo las contradicciones que no he creado yo, sino la OTAN y los intereses económicos y geoestratégicos de Occidente. Estás confundiendo “realismo” con belicismo y esto, a mi modo de ver, es un grave error que por simplista podría quizás llevar a mucha gente a la confusión y el “militarismo humanitario”. Pero de todas formas, da igual que esas “contradicciones” de las que hablas las asumamos tú o yo… el problema es que las van a tener que asumir, a la fuerza, los libios y libias, ¿no?.

Pides una intervención armada en Libia para frenar a Gadafi, pero luego expresas tu deseo de que el caso no sea usado por los poderes mediáticos a manera de prueba de la utilidad del gasto militar y de las fuerzas armadas de los países democráticos… y yo te pregunto: ¿de verdad no es éste un deseo notablemente más idealista que el de aquellos que, directamente, denunciamos el error y el horror de las guerras?.

Justificas la “doctrina del mal menor”… Esperemos, Vicenç, que por el bien de muchos millones de seres humanos nunca nos veamos en la situación de aplicar o comprobar la verosimilitud de esta doctrina en un escenario de guerra nuclear. El asunto de fondo no es, como tú pareces querer, nuestra supuesta moralidad inflexible del “no matar” (que ojalá no perdamos nunca). El asunto no es que, en vez de mirar de frente a la realidad, metamos la cabeza en tierra para no ver que Gadafi mata, secuestra, tortura y asesina. No. El asunto es que los “bombardeos humanitarios” no garantizan ninguna solución, empeoran el conflicto y harán que durante muchos años en Libia se viva un infierno económico, social, político y humanitario. Los que van a “proteger a la población” van a apropiarse del gas y del petróleo libios, van a obtener réditos políticos ante sus electores, van a exculparse de lo que hicieron en Irak y Afganistán y van a llevarse por delante un país entero… ¿por la Paz, Vicenç?.

Cristóbal Orellana González