En 30 horas de clase, los ’sin papeles’ aprenderán palabras relacionadas con necesidades básicas

La mayoría de los inmigrantes que llegan a España en pateras no saben una palabra de español. Aunque las fuerzas del orden y las organizaciones humanitarias disponen de intérpretes para traducir sus necesidades más urgentes, el desconocimiento del idioma agrava su vulnerabilidad. De ahí que el Instituto Cervantes haya ideado un programa de "cursos de choque" de castellano con los que puedan defenderse cuando sean puestos en libertad.

En 30 horas de clase, los ’sin papeles’ aprenderán palabras relacionadas con necesidades básicas

La mayoría de los inmigrantes que llegan a España en pateras no saben una palabra de español. Aunque las fuerzas del orden y las organizaciones humanitarias disponen de intérpretes para traducir sus necesidades más urgentes, el desconocimiento del idioma agrava su vulnerabilidad. De ahí que el Instituto Cervantes haya ideado un programa de «cursos de choque» de castellano con los que puedan defenderse cuando sean puestos en libertad.

Agotados tras meses de vagabundeo por África, donde son brutalmente explotados por los traficantes de personas ; ateridos tras una travesía realizada en condiciones penosas ; desnutridos y deshidratados, los inmigrantes invierten sus últimas fuerzas para pedir por gestos un buche de agua. «Muchos no saben ni decir pan», explica el director académico del Cervantes, Jorge Urrutia. «Desconocen las palabras básicas para hacerse entender en caso de necesidad. Esto, que no sucede con los latinoamericanos, les impide defender sus derechos».

Con el fin de que puedan al menos expresar su hambre o pedir ayuda, varios ayuntamientos y algunas ONG les imparten ya cursos de castellano. El problema es que muchos de esos cursos están dirigidos a inmigrantes asentados ya en España. En cuanto a los programados para los que acaban de llegar, las organizaciones que los promueven «no han sido creadas para enseñar y, en muchos casos, sus miembros carecen de la preparación adecuada», indica Urrutia.

Jorge Urrutia diferencia entre los inmigrantes magrebíes, «que en su mayoría son analfabetos», y los subsaharianos, «muchos de los cuales tienen estudios medios y hablan otra lengua europea». Dado que el 99% de los primeros son devueltos a Marruecos en cuestión de horas, los cursos irán dirigidos sobre todo a los segundos, que no pueden ser repatriados porque carecen de documentación y sus países de origen se niegan a reconocerlos como ciudadanos.

La idea del Cervantes es impartir los cursos cuando, tras los 40 días de internamiento que marca la ley, acaban por ser puestos en libertad y recalan en los centros de acogida con una orden de expulsión imposible de cumplir. «Es decir, antes de que se dispersen», indica el director académico del instituto.

Catorce expertos en inmigración de ayuntamientos y ONG celebrarán hoy, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, un seminario con técnicos del Cervantes y de otras instituciones relacionadas con el español, como la Universidad de Granada, la Carlos III, la Antonio de Nebrija, centros de educación de adultos y empresas editoriales. Los cursos, que el instituto califica «de emergencia», durarán 30 horas, repartidas en dos semanas.

El papel del Cervantes consistirá en proporcionar a los profesores un programa «factible» y asesoramiento permanente para que los inmigrantes aprendan las palabras relacionadas con las necesidades básicas. Por ejemplo, los nombres de los alimentos, de las enfermedades, los números o las fórmulas de saludo.

El aprendizaje del español facilitará también la relación de la Administración con los inmigrantes. Esto lo saben bien los responsables del Gobierno que hace unos meses diseñaron una campaña de seguridad en el trabajo. Tras varias consultas con las ONG, se vieron obligados a realizarla en francés, dado que los francófonos eran mayoría en el ramo al que estaba destinada. Los demás se quedaron in albis.

El reto no es fácil, porque los alumnos tendrán distintas edades, procederán de diferentes países y poseerán niveles culturales dispares. Por eso el Cervantes tiene previsto comenzar su tarea con la puesta en marcha, a principios de enero, de proyectos piloto en dos ayuntamientos canarios. Si los resultados son positivos, el paso siguiente será extender estos primeros auxilios lingüísticos a Andalucía.

TOMÁS BÁRBULO – Madrid

EL PAÍS