Cuando los muertos en nombre de la ignorancia, la superstición y el oscurantismo eran seres humanos, los responsables de aquellos cruentos y absurdos sacrificios le decían a un pueblo atenazado por el miedo a la persecución, al martirio y a la ejecución:

“Es
la ofrenda a los dioses, es el castigo a la impureza y la herejía,
es por el bien de la raza. Preocupaos por aplacar su ira, por la
salvación de vuestras almas o por la supremacía racial antes que
por la envoltura carnal”.


“Es
la ofrenda a los dioses, es el castigo a la impureza y la herejía,
es por el bien de la raza. Preocupaos por aplacar su ira, por la
salvación de vuestras almas o por la supremacía racial antes que
por la envoltura carnal”.

Sin
embargo aquellos motivos de los verdugos no hacían desaparecer su
terror. ¿Quién podría sentir alivio esperando su turno para morir?

Ahora
que las víctimas de los asesinatos legales (pena de muerte o
invasiones por la “libertad” aparte) son animales no humanos, los
sayones y su cohorte de siervos nos exhortan a que dirijamos el dolor
hacia los males de los miembros de nuestra especie. ¿Y es que
alguien podrá embadurnar conscientemente su lengua con la mentira
acusándonos de no sentirlo? Seguramente lo hacemos más que ellos
consagrados como están a seguir dando por buena la violencia.

Pero
ayer al igual que hoy, las razones para justificar los crímenes más
cobardes amparados por un derecho degenerado, para poner freno a la
resistencia ante su comisión y amordazar las bocas queriendo obtener
la aquiescencia a través del silencio impuesto por la fuerza o el
engaño, se basan en la pretendida inferioridad (toros por ejemplo) o
naturaleza dañina (caza por nombrar un caso) de los seres
asesinados. Motivos de antaño para que sigan cayendo nuevos
inocentes.

El
hombre, único depredador por codicia, sadismo o entretenimiento,
mantiene tal cual su antigua capacidad para someter, explotar y
matar. Sólo ha variado las apariencias formales y legales para
cobijarse bajo la evolución y el progreso, pero conservando en el
fondo intacta la esencia voraz y homicida y llevándola a la
práctica.

Dicha
estrategia acaso servirá para renovar sus coartadas, pero jamás
para entender desde la razón y no por medio de la interpretación
torticera cómo abrir un libro de historia, aún de la más lejana,
es situarse frente a un espejo para escuchar idénticos gritos y
contemplar la misma sangre que nuestra especie no se cansa de
derramar en nombre de mil aberraciones.

¿Qué
nos preocupemos de las personas? Eso hacemos cada vez que luchamos
por desterrar la violencia del comportamiento humano. Sois vosotros,
que la amparáis bajo ese burdo disfraz de piadosos, los que
entonces como ahora os sentís a salvo porque nunca estáis en el
grupo de las víctimas. No es vuestra compasión ni solidaridad quien
habla, sino un profundo y repugnante cinismo. Con esa actitud
hipócrita buscáis la simpatía de terceros para hacerles cómplices
de la brutalidad con animales. Pero el más simple análisis os deja
al descubierto. Nosotros abominamos de cualquier tipo de violencia,
¿podréis vosotros decir lo mismo?

Julio
Ortega Fraile, Delegado de LIBERA! en Pontevedra

www.findelmaltratoanimal.blogspot.com


Fuente: Julio Ortega Fraile