Artículo de opinión de Rafael Cid

“Comprendo que vayan a repetir las elecciones,

lo asombroso es que vayan a repetir los candidatos”

(El Roto)

“Comprendo que vayan a repetir las elecciones,

lo asombroso es que vayan a repetir los candidatos”

(El Roto)

El “pero de qué van” arrojado por Mónica Oltra a un Pedro Sánchez atrincherado en el sostenella y no enmendalla, tiene los días contados. Con los primeros compases de la campaña del 26-J ya se empieza a vislumbrar por dónde van los tiros. Y desde luego, no es un capricho del destino, por utilizar la cursi expresión de Pablo Iglesias un día de subidón. Van de impedir a toda costa que el bipartidismo acabe sus días de mala manera, intentando que la única alternativa sea dar a la tecla del “reiniciar”, el caso es aún no saben cómo: si vía gobierno a la valenciana o con mascletá

Tras la peripecia pitagórica Sánchez y sus incondicionales, pretendiendo con solo 130 votos (los del PSOE y Ciudadanos) abarcar 169 (afanando los de Podemos y las Confluencias) llega la hora de la verdad. Y el climax en esta segunda vuelta del partido se decide en el campo del contrario. Mientras duró el encanto, cuando el trágala era “un gobierno de cambio” para “echar a la derecha del poder”, hubo ilusión, confusión y superstición. Pero al encarar el desempate aparece el revés de la trama.

Ni gobierno a la valenciana, como pretendía en un pírrico ultimátum la dirigente de Compromis, ni gaitas. Lo que el statu quo demanda es una gran coalición, con mascletá incluida. Bruselas; la nueva crisis del euro en puertas; los intereses del Ibex 35; y los privilegios de las castas de PP y PSOE, gozan de prioridad. Amén de que no se puede mandar al paro a los miles de funcionarios que ambos partidos cobijan desde tiempos inmemoriales pastando en los diferentes niveles de la Administración pública. En esos pagos, los ERE ni están ni se les espera.

Ha llegado el momento del descuento. Terminó el baile de disfraces. Claro que un brusco volantazo no se puede hacer así, por las buenas. Hay que recrearlo con todos los parabienes. Para eso están los medios de comunicación que han prosperado durante el bípedo reinado. Lástima que, como hubo que maquillar la responsabilidad de bancos, gobiernos y constructoras en el pitonazo del austericidio que pagarán los de siempre, hoy la credibilidad de estos agentes de influencia está bajo mínimos.

Aún así, a la fuerza ahorcan. De ahí los gestos de deshielo para cuando lleguen los esponsales. Para empezar, Pedro Sánchez ha reconocido que se equivocó cuando afirmó que Mariano Rajoy, su contrincante en el careo televisivo, era un “indecente”. El improvisado “enragé” pretende a su modo mandar un mensaje de radicalismo virtual a los electores más díscolos. Eso sí, porque donde hubo fuego hay rescoldo, ha añadido que su desliz fue solo “en la forma pero no en el fondo”. Aunque acto seguido ha recuperado el mantra de “nunca con el Partido Popular”, porque sabe que ahora los votos de propina que necesita para sobrevivir están a su izquierda. Con formato gore o sin él, el secretario general del PSOE ha entonado el preceptivo “mea culpa”. Condición sine qua nom para recuperar el diálogo entre caballeros.

Pero no ha sido ese el único acto de contrición del atribulado líder socialista. También ha manifestado que encara este segundo tiempo del partido “con la mano tendida a derecha e izquierda”. O sea que ha pasado de esgrimir la zurda para girar a la derecha con el equipo naranja, a situarse en el centro del campo de tablero, robándole al “pablismo” su vieja monserga. ¿Pero no quedamos en que había que echar a la derecha del gobierno” y que los de Podemos eran los principales responsables de que el PP siguiera en la Moncloa? ¿Quién hace el programa socialista, Ferraz o el diario El País y esos famosillos, agentes de influencia e intelectuales mediáticos que firmaron un manifiesto en favor de un gobierno a diestra y siniestra de Ciudadanos-PSOE-Podemos? ¿Qué significa eso de abrirse a derecha y a izquierda, salvo que Sánchez haya patentado el partido-yenka?

Prodigioso Sánchez, que es capaz de estar de vuelta sin haber ido. Quiere ser el niño en el bautizo, el muerto en el entierro y la novia en la boda. Se le entiende todo, aunque a partir de ahora políticamente será el gran mudo de la realpolitik. Su “estar centrado” solo certifica un descomunal fracaso. Ni carne ni pescado. Se instalará en la indefinición, deslocalizado, por si algún distraído le tira los tejos. Aunque lo que esa resaca revela es que ha terminado haciendo la travesía del desierto porque el camino de Santiago le venía grande. Por eso el gran oráculo del Grupo Prisa ya ha mostrado sus cartas y está apadrinando como sucesor de Sánchez al ex fraile corazonista Ángel Gabilondo, el catedrático de Metafísica (Ontología y Teodicea) que como ministro en el gabinete (colegiado) de Rodríguez Zapatero comulgó con la reforma del artículo 135 de la Constitución, el ataque aéreo a Libia y la plena institucionalización del Plan Bolonia para someter la Universidad a los designios del neoliberalismo de mercado.

Sobre todo si como es previsible en las próximas elecciones el PSOE vuelve a hacer historia y desciende hasta las capas freáticas, cediendo el segundo puesto de Podemos, confluencias y afluencias. Porque tras esa ridícula odisea que ahora está a punto de culminar los socialistas pueden desangrarse a derecha e izquierda. Tal ha sido el agravio cometido. La opción de dejarse querer puede tener un coste altísimo, e incluso quedar en barbecho si el de Pontevedra consigue una remontada póstuma. Y no digamos nada si encima los de Albert Rivera logran abrocharse un plus de “partido responsable” en esa histérica apuesta de Ferraz contra todo lo que suene a ser superados por la izquierda.

Nadie sabe si tras el 26-J se impondrá el pacto del bipartidismo in extremis, pero cada vez parece más claro que esa es la mano que mece la cuna. De ahí que ya hayan surgido voceros “sin ánimo de lucro” con la idea del gran pacto para “acortar distancias entre el parlamento y la calle”, como si fueran comisionados de una demanda social. Es lo que esgrime “Sociedad Civil para el Debate”, ente teledirigido al alimón por dos luminarias del bipartidismo, el periodista socialista Manuel Campo Vidal y el sociólogo pepero Narciso Michavila. Talentosos profesionales que siempre hay sabido adivinar por dónde despuntaría el nuevo negocio.

Al final y en resumidas cuentas, lo que salga la próxima consulta dependerá de lo que decida el partido que más se juega en este asalto, el PSOE de Pedro Sánchez. De si piensa que salva mejor los muebles pactando una mascletá “a la alemana” con Rajoy (“indecente”, pero menos) o si, por el contrario, acepta gobernar “a la valenciana” con la coalición Podemos-IU en situación subalterna (por eso mantiene su eslogan “nunca con el PP). Un hermafroditismo político del que también blasona Iglesias cuando el Primero de Mayo se manifiesta con los trabajadores en Puertollano contra de la reforma laboral de Zapatero cuando una semana antes en su libreta morada podía leerse claramente “no derogar la reforma laboral del PSOE”. Como esa surrealista escena del grupo parlamentario Podemos gritando el “sí se puede” para despedir una legislatura que nunca existió. Viagra coral para la impotencia política.

Rafael Cid

 

 


Fuente: Rafael Cid