Han pasado dos semanas desde el terremoto que provocó el accidente en las centrales nucleares japonesas, y ya se están conociendo informaciones sobre partículas radiactivas emitidas desde la central nuclear de Fukushima que están comenzando a desplazarse a gran distancia, detectándose en diferentes lugares del planeta.

Aunque la cantidad de radiactividad que se pueda recibir en Europa es lo suficientemente pequeña como para no tener ningún efecto en la población, sí es significativo señalar el dato, como ocurrió con las pruebas nucleares en el Pacífico en los años sesenta, o el accidente de Chernóbyl, de que se está sembrando el planeta de partículas radiactivas procedentes de actividades humanas de las que se podría prescindir, y que nunca debieron haber existido.

Aunque la cantidad de radiactividad que se pueda recibir en Europa es lo suficientemente pequeña como para no tener ningún efecto en la población, sí es significativo señalar el dato, como ocurrió con las pruebas nucleares en el Pacífico en los años sesenta, o el accidente de Chernóbyl, de que se está sembrando el planeta de partículas radiactivas procedentes de actividades humanas de las que se podría prescindir, y que nunca debieron haber existido.

Sin embargo, los efectos a medio plazo sí serán muy importantes, tanto en Japón como en el Pacífico (se ha detectado yodo-131 y cesio-137 en California), aunque todavía es pronto para precisar estos extremos.

En Japón, ya se están sufriendo las consecuencias inmediatas por contaminación radiactiva de los acuíferos y de la agricultura en un radio que ronda los treinta kilómetros. Pero esto es solo el principio. En diferentes imágenes se ha podido comprobar que se han producido emisiones de grandes cantidades de material radiactivo procedente de cuatro reactores. Nubes negras de un kilómetro de altura se elevaron al cielo con cada una de las tres explosiones por hidrógeno, que reventaron la cubierta de la contención secundaria de los reactores 1, 2 y 3. y, continuamente está saliendo a la atmósfera vapor de agua, que a su vez, lleva consigo también partículas radiactivas, de esos tres reactores y de la piscina de combustible gastado del 4.

La situación parece estable, que no fuera de peligro, ni por supuesto se ha conseguido evitar que sigan produciéndose emisiones radiactivas. Se ha conseguido restablecer el suministro eléctrico, y con él se ha facilitado la inyección de agua a los reactores y piscinas de combustible, pero no se consigue enfriar suficientemente y por esa razón sigue habiendo emisiones prácticamente de forma continua. La refrigeración es fundamental hasta que lo que queda del núcleo, fundido parcialmente en los tres reactores, se enfríe lo suficiente para llevarlo al estado de “parada fría”, lo cual aún no se sabe cuando se va a producir. Esta incertidumbre es debida, precisamente, al hecho de que la fusión parcial ha deformado la estructura de la disposición de las varillas de combustible. Esta estructura es fundamental para controlar la reacción de fisión, y por tanto es imposible saber cuándo será posible enfriar lo suficiente como para poder decir que se ha pasado el peligro. Mientras tanto las emisiones continúan.

Afortunadamente, el hecho de que los trabajadores de la central hayan conseguido evitar la fusión total en todos los núcleos, hace que las consecuencias se alarguen en el tiempo “solamente” durante alrededor de medio siglo. Si el plutonio, principal componente del combustible gastado – para el que no hay solución -, hubiera salido al exterior, como ocurrió en Chrenobyl, habría que hablar de efectos durante miles de años.

Las medidas en un radio de treinta kilómetros muestran dosis, en algunos lugares, del orden de 0,1 milisievert/hora. Es decir, en unas semanas se absorve el límite legal para todo el año, establecido en 50 mSv/año. Son medidas provisionales, tomadas en el contexto de una situación desastrosa como la que está viviendo Japón en estos días. Pero son suficientemente significativas para poder decir que las consecuencias a largo plazo serán muy importantes. Otra cosa es la dificultad de cuantificarlas. Nadie va a morir directamente por el accidente a corto plazo, sino que las mutaciones genéticas provocadas por las partículas radiactivas – es decir, cáncer – provocarán un goteo de muertes en los próximos años que, si Japón no es distinto a Rusia (por Chernobyl) o a EEUU (por Harrisbourg), nunca se conocerán. Efectivamente, nunca ha habido datos fiables de cuantificación de afectados por los accidentes citados. En este caso, además, va a ser difícil cuantificar las víctimas del consumo de pescado del Pacífico contaminado.

Mientras tanto, la industria nuclear sigue minimizando el desastre, y todo parece indicar que, si las movilizaciones ciudadanas no lo evitan, los gobiernos se van a limitar a tomar medidas de seguridad adicionales, sin plantearse prescindir de la energía nuclear. Una forma de generación de electricidad peligrosa, que produce unos residuos devastadores si no se controlan confinados, y para los que no hay solución. Y de la que se puede prescindir perfectamente, como lo demuestra la Propuesta de Generación Eléctrica para 2020 publicada por Ecologistas en Acción.

http://www.ecologistasenaccion.org/