Las penas y las vaquitas

se van por la misma senda;

las penas son de nosotros

las vaquitas son ajenas

(Atahualpa Yupanqui)

La crisis del 2008 tiene un rasgo inédito respecto a la del estallido de 1929 en Estados Unidos, crac considerado como su precedente referencial para enmarcar los dos últimos grandes seísmos del capitalismo provocados por el salvajismo bancario-financiera. Ese hecho diferencial gravita sobre el papel que el Estado ha jugado en ambos procesos. En la del siglo XX, el gobierno utilizó los recursos del Estado para estimular el sistema productivo, sobre todo mediante inversiones en obras públicas muy extensivas en factor trabajo.

La crisis del 2008 tiene un rasgo inédito respecto a la del estallido de 1929 en Estados Unidos, crac considerado como su precedente referencial para enmarcar los dos últimos grandes seísmos del capitalismo provocados por el salvajismo bancario-financiera. Ese hecho diferencial gravita sobre el papel que el Estado ha jugado en ambos procesos. En la del siglo XX, el gobierno utilizó los recursos del Estado para estimular el sistema productivo, sobre todo mediante inversiones en obras públicas muy extensivas en factor trabajo. Por el contrario, en la crisis vigente la fórmula se ha invertido y las instituciones descapitalizan lo público a rebufo del Estado, destruyendo empleo, a fin de crear crear las condiciones para la acumulación privada. ¿Keynesianismo versus neoliberalismo? En realidad dos versiones estatalistas, una ex ante y otra ex post.

Este es un hecho primordial que no sólo establece una deferencia operativa entre lo ocurrido en1929 frente a 2008, sino que indica un cambio de ciclo en la evolución del sistema capitalista competitivo de libre mercado. Aunque en el fondo, lo que queda en evidencia en la comparativa es la función del Estado como el elemento de continuidad que hace posible el paradigma de explotación y dominación social. En la crisis del 29, un capitalismo aún poco innovador e incapaz de absorber la centralidad del cambio tuvo que dejar el campo libre a la regulación estatal para su refundación. En estos momentos, con un capitalismo de alta sofistificación, la practica estatal se ha reiventado del revés, desregulando. Regulación o desregulación, qué más da, lo importante es que cace ratones.

Hoy el gobierno maneja el artefacto Estado en su vertiente proteccionista para el sector privado, mientras canibaliza lo público. Esta deriva se nota en hechos como que, con la excusa de ejecutar políticas de austeridad de arriba-abajo, se deshagan posiciones en la integridad del sector público, tanto en el segmento de las inversiones sociales como eliminando puestos de trabajo. Esta auténtica autofagia viene a demostrar -y esto si es un hito histórico- que desde lo público estatal se mata lo público social. Lo que significa que eso que hasta ahora hemos llamado “lo publico” no es sino la bandera de conveniencia que enarbola la oligarquía dominante – igual que su concepto de democracia – para perpetuarse utilizando la buena imagen de la franquicia estatal. Porque si en verdad “lo público” hubiera estado controlado por el pueblo y para el pueblo, la autoindución al suicidio no tendría sentido.

Y ya que hemos situado a la banca en el ojo del huracán (que en realidad es su punto más confortable) de ambas crisis sistémicas, pongamos un ejemplo doméstico que puede ayudar a comprender el sometimiento de lo público estatal al interés privado que caracteriza la nueva era de la globalización capitalista. Todo por imperativo legal.

Entre los recursos que el Estado maneja habitualmente están la multimillonarias remesas de dinero que todos los meses utiliza para sufragar las pensiones, más 8 millones de personas, quizás el colectivo más identitario de toda la sociedad. Evidentemente, gestionar la intermediación entre el Estado que efectúa esa liquidación mensual y su entrega a los legítimos beneficiarios representa un extraordinario negocio para cualquier entidad financiera. Y parecería lógico, puesto que de recursos públicos se trata, que esa función la desempeñara, total o en buena medida, la banca pública o asimilada. Imposible de toda imposibilidad. Como es de general conocimiento, el PSOE del gobierno de Rodríguez Zapatero liquidó el sector de las Cajas de Ahorro, casi la mitad del sistema financiero, previa su demonización por los medios de comunicación privados por presunta ineficiencia.

De esta manera, son los grandes de la banca privada, cada vez más concentrada, en contradicción con la predicada pluralidad de mercados, quienes se han hecho con el apetitoso pastel de “las pensiones”. Ergo, tenemos a los mismos bancos que están en el origen de la crisis monopolizando la administración de esos partidas en unos momentos en que, precisamente, resulta dramática la falta de capital circulante para la economía real. Por tanto, el Estado, al beneficiar a esos agentes financieros que se han caracterizado por su codicia y sus políticas depredadoras, incurre de entrada en un “riesgo moral”. En vez de ejemplarizar, sancionando estas fechorías, les premia con graciosas concesiones multimillonarias.

Las consecuencias inmediatas de semejante capitulación estatal es la arbitrariedad con que dichas entidades de crédito actúan con “nuestros ahorros”, porque no otra cosa que “ahorros generacionales” son las pensiones. De ahí que del riesgo moral pasemos sin solución de continuidad a la confiscación pura y dura, extremo expresamente prohibido por la Constitución, aunque al parecer previsto por el legislador sólo en el caso inverso: retención de bienes privados. En este orden de cosas, la práctica el Banco de Santander se lleva la palma. La entidad de Emilio Botín suele pagar las pensiones a finales de mes, siendo que la Administración libera esas partidas sobre los días 23 o 24 , ¡7 días confiscadas!, disponiendo de millones de euros en tránsito todos los meses para manejarlos a su antojo.

Hablamos del Santander, la privilegiada entidad financiera presidida por el cántabro Emilio Botín, que se ha distinguido desde hace 50 años por ser siempre el “banquero del régimen”, al margen del color ideológico de gobierno de turno. Mérito de su especialidad: condonar a los partidos los créditos concedidos para sus costosas campañas electorales mientras los exige sin piedad a la gente corriente. Doy para que me des. Es cierto que luego, desde el poder, esos mismos partidos suelen corresponderle en demasía. Las referencias abundan. En la etapa felipista, María Teresa Fernández de la Vega, siendo secretaria de Estado de Justicia e Interior, dio orden a la abogacía del Estado para que desistiera de actuar contra Botín en el escándalo de las primas únicas. Más tarde, el último gobierno de Rodríguez Zapatero, ya en funciones, indultó a su consejero delegado Alfredo Saénz, condenado en firme por el Tribunal Supremo. Más recientemente, con Mariano Rajoy en La Moncloa, Hacienda ha saldado por la vía de las prisas una investigación por fraude fiscal y evasión sobre el susodicho, tras detectarse que la “familia Botín” tenía su botín en una cuenta numerada (secreta) del banco HSBC de Suiza. Por cierto, que el PP y el PSOE han votado en tándem a favor de impedir que se publicara la relación de evasores españoles (ídem que con la dación en pago; siempre la voz de su amo) que un antiguo ejecutivo de banca extranjera entregó a las autoridades.

En resumen: la banca que desató la crisis, la que impide la dación en pago de las hipotecas. la que no da créditos a particulares ni pymes, la que es rescatada con dinero de todos, la que utiliza el dinero público obtenido del BCE para especular comprando con usura deuda del Estado, la banca de las prejubilaciones a cargo del Estado…la banca que nos gobierna.

¡El Estado que privatiza derechos, libertades y ganancias y socializa penas, pérdidas y represión, el Estado , imbéciles, son ellos!

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid