Artículo de opinión de Rafael Cid

No contento con desplomarse en las encuestas, el PSOE busca ahora la sobredosis con un casting de su líder por las televisiones más vomitivas. Parece coña, pero es verdad, por mucho que se disfrace con goldes de selfies, wahtsapps o twiters. El secretario general socialista, Pedro Sánchez, quiere darse a conocer cueste lo que cueste. Y no ha encontrado mejor sistema que colarse en los programas más bochornosos de la tele, en la línea de otros fenómenos como Jesús Gil, Esperanza Aguirre, Ruíz-Mateos o Revilla el de las sardinas.

No contento con desplomarse en las encuestas, el PSOE busca ahora la sobredosis con un casting de su líder por las televisiones más vomitivas. Parece coña, pero es verdad, por mucho que se disfrace con goldes de selfies, wahtsapps o twiters. El secretario general socialista, Pedro Sánchez, quiere darse a conocer cueste lo que cueste. Y no ha encontrado mejor sistema que colarse en los programas más bochornosos de la tele, en la línea de otros fenómenos como Jesús Gil, Esperanza Aguirre, Ruíz-Mateos o Revilla el de las sardinas. Desde El Hormiguero, como invitado de lujo, a Sálvame Diario, entrando vía telefónica para intentar capitalizar la polémica sobre el Toro de la Vera. Todos han saboreado el efecto Sánchez.

Con esa bulimia mediática, el líder de la oposición evidencia su insignificancia. O sea, que meses después de su elección para dirigir a la familia socialista, continúa siendo tan irrelevante como lo era en su etapa de diputado inerme en el parlamento. Pero también, y casi como correlato de lo anterior, al mismo tiempo reconoce padecer auténtica obsesión por el petardeo televisivo. Lo que revela su verdadera talla política: la de un galán a medio camino entre Torrente y Paquirrín. Por ese camino, cualquier día veremos a Pedro Sánchez haciendo hombre del tiempo.

Ha sido en su última ocurrencia, llamando el directo a uno de los espacios más deleznables de todas las cadenas, donde Sánchez ha dado el do de pecho. Primero, por el cartel de Sálvame Diario, el engendro donde aterrizó. Un prime time para comadres dirigido por un reconocido defraudador fiscal que tiene en plantilla a ex meretrices de postín, esnifadores de noticias y sicopatanes de discoteca, entre otras celebridades. Después, por “la exclusiva” que el secretario general del PSOE ofreció a la audiencia. “Voy a promover una ley contra el maltrato animal”, soltó como primicia.

Y claro, o Pedro Sánchez, como el ladrón del dicho, cree que todos los españoles son de su condición, o es un perfecto indocumentado. El líder socialista lanzó la oferta al putiferio más hediondo de la pequeña pantalla cuando en realidad el partido que representa es un campeón del “maltrato animal”. La fiesta del Toro de la Vega se celebra en la localidad de Tordesillas, un hermoso pueblo de la provincia de Valladolid presidido por un alcalde socialista. Sujeto este que, lejos de avergonzarse por el cruel aquelarre, salió en todos los telediarios acusando a los antitaurinos que pretendían estropearles la fiesta. Que se sepa, Sánchez no ha echado al petimetre de su ganadería.

Pero hay más. No es solo que el maltrato animal ya esté tipificado en el Código Penal vigente (art.337), lo que le daría a Sánchez argumentos para llamar a capítulo a su edil, sino que el propio PSOE es reo de lo que cínicamente ahora denuncia: en 2013 permitió con su calculada abstención que se declarara la lidia Bien de Interés Cultural. Entonces, todo el partido a la voz de mando, el insípido diputado Pedro Sánchez incluido, desoyó el clamor ciudadano para acabar con lo más parecido que existe en la Europa del siglo XXI al circo romano.

¿Lo sabe / no lo sabe Sánchez? Poco importa. Presentar una proposición de ley contra “el maltrato animal” cuando su mismo grupo acaba de permitir que no se aprobara una norma en su contra suena a tomadura de pelo sino a puro choteo. Aunque todavía está a tiempo de coger ese toro por los cuernos. Basta con que le pida a su amiga Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, que saque un decreto para acabar con las corridas de toros en esa comunidad, siguiendo los pasos de lo ya legislado por la Generalitat de Catalunya (Montilla, líder del PSC y presidente de la Generalitat voto en contra).

Cabe, no obstante, que la señora Díaz no quiera contrariar a toda la afición que año tras año vota a piñón fijo sus colores en una de las regiones con mayor porcentaje de paro del mundo. Precisamente la exaltación de las corridas, la Feria del Abril, las procesiones de tronío, el Rocío y esa larga ristra de atavismos que de Despeñaperros para abajo llaman cultura popular, amén de las multimillonarias subvenciones que ahora investiga la justicia, tienen mucho que ver la hegemonía política de que disfruta el PSOE en Andalucía. Además, en peores plazas ha toreado Susana Díaz. Ahora mismo, acaba de proclamar en relación con la estafa de los ERE que “quien la hace la paga”, mientras a la vez comunicaba la amnistía (“regularización” en el argot del corruptorio) de más de 25.000 casas ilegales en Andalucía.

Todo esto demuestra la catadura moral e intelectual de la clase política que padecemos. Una banda de mentirosos, corruptos, cínicos, estúpidos, mindundis y matapobres capaces de cualquier atropello y desvergüenza con tal de seguir en el machito. De ahí que un día veamos a Pedro Sánchez calificar a Podemos de populismo por su desparpajo mediático y acto seguido aparezca emulando a Torrente y Paquirrín para promocionarse. Seguramente porque, como dice mi quiosquero, los nuevos gurús de Ferraz, como sus predecesores, saben perfectamente que en una democracia de simulacro un hombre es un voto pero también lo es una boina.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid