Entrevista a Lirios Mayans Díaz, Profesora de español en Francia, publicada en Notícia Confederal Juliol 2016.

Educada en un ambiente fuertemente politizado en el seno de una familia de “clase media” con consciencia de clase trabajadora –sus padres son médico y profesora-, Lirios ha desarrollado, a lo largo de sus cuarenta años, un agudo y constructivo espíritu crítico que hace de ella una librepensadora. Así, va comenzó a organizarse en movimientos sociales muy joven. Finalmente llega a la CGT en el año 1998, mientras estudiaba periodismo. A partir del año 2000 se hace cargo del Gabinete de Prensa de CGT-PV hasta que en 2002 decide migrar a París.

Educada en un ambiente fuertemente politizado en el seno de una familia de “clase media” con consciencia de clase trabajadora –sus padres son médico y profesora-, Lirios ha desarrollado, a lo largo de sus cuarenta años, un agudo y constructivo espíritu crítico que hace de ella una librepensadora. Así, va comenzó a organizarse en movimientos sociales muy joven. Finalmente llega a la CGT en el año 1998, mientras estudiaba periodismo. A partir del año 2000 se hace cargo del Gabinete de Prensa de CGT-PV hasta que en 2002 decide migrar a París. Allí, sin abandonar la militancia libertaria, se matricula en la Sorbonne, se especializa en filología española y oposita, convirtiéndose se en catedrática y pasando a trabajar en diversos institutos y escuelas superiores franceses. Entre 2010 y 2012 asume la responsabilidad de la Secretaría de Internacional de la CNT-f. Actualmente, vive en Rennes, capital de la Bretaña, donde no solo ha sido madre y continúa dando clases en la exigente enseñanza superior, sino que ha comenzado de nuevo a estudiar. ¿El tema de su predoctorado? El escritor valenciano Rafael Chirbes, demoledor novelista de la historia reciente española. En esta entrevista, nos interesamos por las causas y la marcha de la contestación a la Reforma laboral que ha conseguido poner en jaque al gobierno francés y convulsionar los, hasta ahora, plácidos y aparentemente inexorables desmantelamiento del Estado de bienestar y negociaciones del TTIP.

Tras estos últimos años en los que el malestar social y la regresión en derechos en Francia eran patentes y el Frente Nacional de Marine Le Pen parecía encauzar todo ese descontento, ¿ha sido una sorpresa el estallido social contra la Ley del Trabajo?

Bueno, no es exactamente una sorpresa. En Francia existe un sustrato de movilización social relativamente activo, que con bastante regularidad y en función de la agenda política, es capaz de organizarse para salir a la calle. Pero esta base es, a escala de la sociedad francesa, exigua y, por eso, su capacidad de respuesta es limitada.

Entonces, que una parte de la sociedad se movilizara contra le Ley del Trabajo no es sorprendente : lo es, sin embargo, el hecho de que esta movilización haya prendido en diferentes esferas sociales y se mantenga desde hace ahora casi cuatro buenos meses, a pesar de que no es una movilización masiva. Por otra parte, la lucha contra esta ley no hace más que reflejar un descontento generalizado, que existe desde hace mucho tiempo, y que ha empezado a cobrar una forma de lucha que difiere de las movilizaciones “tradicionales”, porque parece que no se trata de un fenómeno puntual, sino tal vez el inicio, o más bien la convergencia de diferentes luchas hacia un movimiento que puede ser más durable.

¿Qué papel están desempeñando los distintos sectores y organizaciones sociales: precariado, estudiantes, sindicatos, Nuit Debout (15M francés), etc?

Los estudiantes, de la universidad y de los institutos, fueron los primeros en alertarse por los efectos de la Ley El Khomri. Ellos fueron los primeros en salir a la calle, cuando la ley comenzó a debatirse en la asamblea nacional, y en poner en marcha la ocupación nocturna de las plazas de las principales ciudades, es lo que se ha dado en llamar Nuit Debout, en donde se trata de ensayar la práctica de la democracia directa, como respuesta al descontento generalizado hacia la clase política.

Los trabajadores precarios así como los intermitentes del espectáculo [se trata de un estatuto que sólo existe en Francia, creo, y que consiste en garantizar a los trabajadores del sector cultural el acceso al paro en los períodos en los que no están trabajando frente al público, para permitirles el tiempo de creación necesario a su proyección artística] siguen la movilización también, y muchos se han unido o siguen de cerca de Nuit Debout.

Los sindicatos, por su parte, han seguido el movimiento, pero no han sido los primeros en movilizarse. Entre los sindicatos se observa un núcleo duro, compuesto principalmente por la CGT, FO y Sud, que son los que mantienen la base del movimiento entre los trabajadores sindicados. La CGT cuenta con trabajadores en el sector industria y ferroviario, como Sud, son ellos los que están llevando a cabo las acciones de bloqueo o de paro técnico cuya incidencia se puede considerar importante, y que podría llevar al gobierno a ceder, en caso de mantenerse la movilización en el tiempo. La CFDT y la CFTC por su parte, siguen una trayectoria muy moderada, porque entienden que la ley puede ser reformada.

De manera que, a pesar de que hay una movilización muy importante, ésta no es masiva.

También habría que preguntarse sobre la capacidad que tienen estos diferentes actores sociales para ponerse de acuerdo y luchar juntos : y aquí, desgraciadamente, nos encontramos con uno de los problemas recurrentes de la izquierda. En este sentido, muchas luchas se han perdido aquí en el pasado (por ejemplo, el fracaso de 2010 contra la reforma de las pensiones) porque cada cual se encierra en una guerra improductiva y no se consigue converger hacia un proyecto común.

Hay que recordar, por cierto, que esto se produce en un contexto ya muy tenso, puesto que Francia está en estado de emergencia desde los atentados de noviembre de 2015 y que, de momento, el gobierno no tiene la intención de derogar tal medida, tanto menos cuanto que es en Francia donde se juega la Eurocopa este mes de junio.

No sé si hay que contemplar como azaroso el vínculo entre el estado de emergencia y la aplicación de esta ley : lo que está claro, es que al gobierno le viene de perlas aplicar el estado de emergencia no ya para encauzar las manifestaciones, sino claramente para reprimir a sus anchas y sin ningún tipo de límites : con toda lógica, la represión policial no hace más que atizar el descontento y polarizar posiciones, además de instaurar un clima de violencia que está resultando nefasto, a muchos niveles.

 Virginia Mataix señalaba, en un artículo publicado estos días, lo siguiente: “La France es diferente, que para eso el pueblo está bien educado en el colegio en cuanto a la adquisición de derechos fundamentales y a cómo no dejárselos robar por los gobernantes. El espíritu de Montesquieu y Robespierre de la Revolución Francesa permanecen en la sangre del pueblo francés”. Como docente, en contacto continuo con la “comunidad educativa”, ¿qué opinas de esto? ¿Cómo ves a los españoles en comparación?

Bueno, me parece que es una frase que fantasea con cierta idea histórica que se suele vehicular sobre “Francia”, pero que resulta bastante ingenua y que revela un conocimiento aproximativo, por no decir erróneo, de la realidad francesa.

En primer lugar, es insensato y hasta peligroso afirmar que el espíritu de Robespierre, que fue uno de los instigadores del régimen de terror después de la revolución francesa, permanece en la sangre del pueblo francés (que por cierto no se identifica para nada con la noción de “pueblo”). Tampoco hay que olvidar que el concepto de República es diferente en Francia y en España : la República es, aquí, un régimen eminentemente conservador.

En cuanto a que los franceses conocen sus derechos porque se los han enseñado en la escuela… Esto es muy cuestionable. Primero hay que recordar que existe una diferencia entre lo que llamamos derechos fundamentales, aquéllos que fueron reconocidos en la declaración de 1793 y en sus sucesivas reescrituras, y que cada cual puede conocer, mal que bien, si ha seguido clases de historia, y todo el aparato legal que conforma la Quinta República y que es, como en cualquier sistema parlamentario, extremadamente complejo. En este sentido, aquí ocurre lo mismo que en España : y es que el conocimiento de las leyes, para la mayor parte de la gente, resulta como poco superficial.

Luego hay que recordar que la escuela francesa es la escuela de la República, y quienes deciden las leyes y los programas educativos son los gobernantes, así que los gobernantes no van a promulgar reglas que les pongan en peligro, lógicamente. La escuela es, desde Napoleón, uno de los pilares de la República, y como tal, es un medio en completa adecuación con el sistema del que emana, por no decir que es un medio de propaganda.

El ejemplo más reciente es la aplicación del estado de emergencia : con el argumento de la lucha contra el terrorismo, que es un argumento que funciona muy bien porque paraliza a la gente en el miedo a un ataque inminente, aquí se está produciendo un recorte fenomenal de nuestros derechos y de nuestras libertades, hasta el punto de que ya no se trata de un estado de derecho, sino de un estado policial. Salvo contadas excepciones, nadie se moviliza contra ello. Y quienes lo hacen, están sufriendo una represión muy fuerte. De esto, obviamente, se habla muy poco.

No sé muy bien qué decir sobre cómo veo a los españoles. Yo no veo, en todo caso, que los franceses se organicen ni más ni mejor que los españoles. La poca experiencia de luchas sociales que tuve en España me dejó un recuerdo de espontaneidad, de energía, de compañerismo y de vehemencia que falta aquí. Yo sentía allí algo que no he sentido nunca aquí : y es que podíamos cambiar las cosas, que estábamos todos juntos luchando por algo que tenía un sentido fuerte. Aquí las luchas están siempre matizadas por un escepticismo crítico que, sin dejar de ser necesario, conduce a veces a la inacción o el desamparo. Desde fuera, yo tengo la impresión de que ocurren cosas más interesantes a nivel político en España que en Francia, pero quizás soy yo ahora la que idealiza a España…

El gobierno “socialista” de Hollande y de Valls no es más que el ejecutor “democrático” necesario para aplicar las medidas de la Troika ya impuestas en Grecia, España, Italia o Portugal. ¿Cuáles son el discurso y las acciones que están llevando a cabo frente a la oposición de los trabajadores a sus políticas?

Bueno, a grandes rasgos yo diría que utilizan dos grandes argumentos para justificar una política económica y social ultraliberal: la crisis y la amenaza terrorista. La crisis impone, desde Europa, una serie de medidas que Francia tiene que acatar si no quiere verse al borde del abismo, y esto pasa, como en España, por una política de austeridad cuya principal consecuencia es la precarización de la vida, y que se manifiesta en recortes muy importantes en materia social y, como ahora, en la aplicación de medidas con las que pretenden generar empleo, independientemente de las condiciones de trabajo a las que quieren someter a los trabajadores.

En cuanto a la amenaza terrorista, bueno, esto justifica la puesta en marcha del estado de emergencia sin mayores problemas, y con el aval de un 60% de la población –es mucho. Es cierto que hay un peligro real, esto no se puede obviar. Pero el problema es que se produce una banalización de la palabra “terrorista”, hasta el punto de que cualquier acto que se sale del marco pueda ser tildado de terrorista, con la persecución que ello implica. Ocurre en Francia, estos últimos tiempos, que casos que fueron juzgados de “vandalismo” (y aun este término oculta la razón política que existía detrás, reduciendo el hecho a un mero ataque violento) vuelven a ser examinados, con ánimo de poder ser acusados de delito de terrorismo : es una estrategia muy hábil, por parte del gobierno socialista, para impedir la organización de la extrema izquierda.

El argumento del terrorismo y de la crisis comparten un mismo denominador: y es que se imbrican muy bien para sostener el clima de miedo. El gobierno los utiliza constantemente para asustar y frente a esto, los ciudadanos se sienten muy pequeños.

Respecto a las acciones llevadas a cabo contra la Ley de Trabajo, se observa por parte del gobierno un discurso que por momentos cobra un tinte totalitario. En un principio, cuando empezaron los bloqueos de las refinerías, el secretario de Estado de transportes, Alain Vidalies, declaró que la situación no era en absoluto problemática, cuando en el oeste del país ya se empezaba a sentir la penuria de carburantes.

Después, conforme la lucha ha ido consolidándose, los discursos de Valls y de Hollande manipulan claramente los términos para darle la vuelta a la situación, diciendo por ejemplo que los trabajadores que hacen huelga son gamberros irresponsables que secuestran al país y que por su culpa el país está perdiendo muchísimo dinero… O sea, que los culpables ahora del malestar social son, según el gobierno, los trabajadores por no querer cooperar y rebelarse contra una situación que les parece injusta. Así, este gobierno mantiene una actitud paternalista que tiende a excluir a los “no políticos” del juego democrático : sugieren que la situación es tan compleja que sólo ellos pueden comprenderla y, por lo tanto, aportar soluciones, porque los ciudadanos no saben, son incapaces y, por lo tanto, irresponsables.

¿Cómo están afectando las huelgas en la vida del país y en las conciencias de los ciudadanos? ¿Cuáles son a grandes rasgos los distintos posicionamientos políticos?

Como decía antes, el problema es que no es una lucha masiva. Hay un sector de la población que está muy concienciado y resuelto a continuar con la movilización, pero es solo una parte, bastante pequeña, de la sociedad francesa. No hay que olvidar que el porcentaje de trabajadores sindicados se sitúa en Francia a menos de un 10%, lo cual es muy poco.

Las huelgas no tienen mayor incidencia en la vida de todos los días : el ritmo habitual se ve muy raras veces modificado por la situación (por ejemplo trenes que no circulan en días puntuales, o falta de gasolina para el coche, o llegar tarde al trabajo porque hay un bloqueo en la autopista), pero la gente se adapta y busca soluciones alternativas. Ahora bien, es cierto que salvo la gente claramente politizada, el discurso que más se oye en la calle es una especie de queja resignada : “los gobernantes lo hacen mal, los huelguistas nos impiden ir a trabajar, nadie se pone de acuerdo, nadie negocia, qué mal”… y ahí se queda todo.

En España el silencio mediático es significativo: se ha hablado más de las inundaciones que de las huelgas… Sólo la celebración de la Eurocopa ha sido el detonante de que comenzara a informarse sobre el conflicto. ¿Qué se puede aprender de esta lucha que no quieren que sepamos?

Si se trata de un silencio mediático intencional, éste se debe básicamente al hecho de que los medios tratan de desviar la atención del gran público de los problemas esenciales como en todas partes. Este hecho, además, muestra bien los vínculos entre los medios de comunicación y los poderes económico y político, de manera que aquellos han terminado por convertirse en mera propaganda de éstos.

Se diría que en toda Europa, por ceñirnos a un espacio que conocemos, se están produciendo dos fenómenos sociales muy interesantes, que son primero la toma de conciencia de que este sistema económico es altamente nocivo y después la puesta en tela de juicio de la democracia representativa. Ambos están causalmente vinculados, por supuesto, y se propagan un poco por todas partes, sobre todo conforme experiencias de combate o de resistencia van manifestando no solo su legitimidad, sino incluso su éxito.

En Francia, en este sentido, existen desde hace ya algunas décadas algunos movimientos que han probado su capacidad de resistencia, como por ejemplo las ZAD (acrónimo de “Zone à Défendre”, zona que defender) que, en numerosas ocasiones, han logrado detener proyectos que ponían en peligro el ecosistema de ciertos regiones (el caso más conocido actualmente es el del aeropuerto de Notre-Dames-des-Landes). Se trata de luchas que, a pesar de haber puesto en jaque esos proyectos, los gobiernos sucesivos intentan minimizar –tal vez porque intuyen en ellas el embrión de un cambio enorme.

A escala europea, la estrategia de silencio parece ser la misma.

¿Quieres añadir alguna cosa más?

Yo diría que lo verdaderamente preocupante es el alcance del estado de emergencia y las consecuencias que tiene la represión policial en la sociedad.

Primero, hay que escuchar el lenguaje belicista de Manuel Valls para darse cuenta de ello. Nada menos que la semana pasada, declaró “la guerra contra el terrorismo va a ser larga y otros inocentes van a morir”. No es el lenguaje propio de un socialdemócrata, sino el de un tirano. Estas palabras afianzan el miedo en la sociedad y justifican la política de emergencia. La gente, cuando escucha tales discursos, tiene miedo y acepta sin inconvenientes la presencia de las fuerzas del orden en su vida cotidiana ; el problema es que la excepción, ahora, se convierte en norma y la policía se beneficia de una serie de derechos que, en tiempo normal, le son restringidos. [[Bueno, la situación es aún más compleja porque en este momento las fuerzas del orden desarrollan un discurso victimista bastante nocivo –pero quizás me aparto un poco del tema.]]

Que se aplique la política represiva para prevenir el terrorismo es una cosa, ya cuestionable ontológicamente pero bueno ; que ésta se extienda para reprimir cualquier estallido social, es un problema. Y esto es lo que está ocurriendo en Francia : que el término “terrorista”, como ya lo he dicho antes, se utiliza ahora como una especie de paraguas que abriga a elementos muy dispares.

Así, los ataques intencionales contra sucursales de bancos, o compañías de seguros o de telefonía, contra inmobiliarias son considerados como actos de carácter “terrorista”, lo que tiene tres consecuencias inmediatas : por un lado, se obvia totalmente el mensaje político de esa violencia y con esto, se enaltece automáticamente la victimización de los afectados ; por otro, se reprime duramente a sus actores. Esta represión, que está siendo muy dura porque se quiere ejemplarizante (por ejemplo, condenar a jóvenes, en juicios expeditivos a imagen de los que se aplican a terroristas, a varios meses de prisión férrea por haber puesto pegatinas en la vitrina de un restaurante cuyo patrón es un reconocido homófobo), va a tener, a plazo, consecuencias desastrosas y, creo, imprevisibles.

Libertad Montesinos

Equipo Comunicación CGT-PV


Fuente: Equipo Comunicación CGT-PV