En breve se va a estrenar en las pantallas el documental El tiempo de las cerezas, que cuenta la peripecia libertaria en la Transición. El título tiene que ver con la canción francesa anterior a la Comuna de París, pero que fue utilizada posteriormente para evocarla, ya que estaba prohibido todo lo referente a ese periodo y su letra hablaba de amor en el tiempo de las cerezas, el mes de marzo, época en que se produjeron los sucesos revolucionarios parisinos. Se hace un parangón con ese silencio impuesto de forma "políticamente correcta" en la actualidad y la canción amorosa-revolucionaria. A continuación ofrecemos la entrevista que nuestra compañera Estrella Garrido ha hecho al realizador del documental.

Juan Felipe, eres conocido por tu anterior trabajo de 2011 Indomables. Una historia de mujeres libres, que cuenta ya con más de 30.000 visitas en la red. ¿Cómo surgió después la idea de hacer El tiempo de las cerezas?
Creo que la buena acogida de Indomables se debe a que narra un relato poco conocido de la historia del movimiento libertario, con personajes que participaron desde primera línea, pero en segunda fila. Y eran mujeres. Su mirada tiene una perspectiva diferente, lo que te lleva a indagar no tanto en los hechos como en las circunstancias y personajes. Eso me llevó a la conclusión de que para analizar nuestra historia, la del movimiento libertario, había que desnudarla de mitos y releerla desde las bases, lo que te permite entender el porqué de muchas cosas; nada es porque sí. Con esta premisa, en El tiempo de las cerezas se pretende arrojar luz sobre una época que precisamente por cercana parece inexplorada. Se intenta averiguar, desde dentro, qué ocurre en el movimiento libertario para que pase de ser un movimiento arrollador y de masas a la casi marginalidad en apenas dos años. ¿Qué por qué me da por esto? Pues porque en mi análisis y en mi propia evolución personal llego a la conclusión de que hay que pisar el presente mirando al futuro de frente, y al pasado por el retrovisor. No se debe olvidar nuestro ADN político, pero tampoco caminar de espaldas. El resultado final ha sido sorprendente, porque las premisas con las que partía se fueron diluyendo. Sin ir más lejos, cuando empecé este proyecto se iba a llamar El eco de otros pasos.

Vaya cambio, ¿y cuál era esa idea inicial?
La idea siempre fue intentar explicar cómo hemos llegado hasta aquí. Para empezar, nunca creí que la participación o no en las elecciones sindicales fuese un elemento tan decisivo como para romper una organización. Y menos una ruptura que aún hoy perdura y produce tantos resquemores. Siempre he pensado que las luchas intestinas eran más de familias que de estrategias. Desde la derrota del 39, las luchas intestinas en el exilio del movimiento libertario (CNT-FAI-FIJL) fueron demoledoras. Recuerdo una entrevista que le hice a Alicia Mur, activista de las julis en Francia, hecha presa en Madrid en 1966 por sus actividades antifranquistas, y que me dijo una cosa que aún retumba en mi cabeza: «prefiero ser juzgada por los fascistas antes que por los anarquistas». Hablando del exilio con las históricas cenetistas A. Fontanillas y A. Molina, estaba claro que las disputas existentes en el exilio, sobre todo el francés, eran más personales que ideológicas. Si no, ¿cómo explicar el olvido al que fueron sometidos personajes tan importantes como Cipriano Mera, o Amparo Poch? Así que empecé a grabar entrevistas con militantes, tanto sobre el exilio como sobre la reconstrucción y el V Congreso. ¿El objetivo? Explicar mi teoría de que la pesada losa de la Historia aplastó a un movimiento libertario que no pudo, o no supo, andar a la par de los tiempos. Siempre con el V Congreso como paradigma de esa ruptura anunciada desde el origen. Empecé a hablar con militantes de a pie sobre todo esto, por eso lo de El eco de otros pasos.

¿Y qué influyó para que cambiaras esa idea previa?
El conocimiento. El descubrimiento de otros actores en esta escena. Siempre se aprende algo si estás dispuesto a escuchar. También influye comprender que en el mundo libertario hay algo más que anarcosindicalistas, afortunadamente. Pero sobre todo, lo que más influyó fue descubrir el poderoso potencial existente en aquella España y lo mal que se gestionó.

Entonces, ¿no tenías un guión previo para el documental?
Así es, ja, ja, ja. Me río porque resulta un poco caótico trabajar así, pero dentro de mi subjetividad, que la hay, me dejo llevar por el relato y no al revés. Mira, cuando empecé a grabar tenía, si no un guión, sí una estructura, cierta idea de lo que quería contar, pero esta se hizo añicos cuando topé con el Ajoblanco y las Jornadas Libertarias Internacionales de Barcelona. Ves con más fuerza que lo libertario va más allá del anarcosindicalismo, que hay mucha vida más allá… Que el espíritu, la Idea, está muy arraigada en estos lares más allá de estructuras orgánicas. De entrada mi visión era exclusivamente anarcosindicalista, en la idea de que las diferentes corrientes de la CNT eran centro y periferia del movimiento libertario, y eso deja una imagen incompleta de aquel momento histórico. Así que con casi la mitad de las entrevistas grabadas decidí explorar otro tiro de cámara. A partir de ahí se va construyendo la historia sobre la marcha, según la van contando los propios protagonistas. Lamentablemente, por unas razones o por otras, y eso quiero dejarlo claro, algunos protagonistas se fueron autoexcluyendo y no quisieron aportar su experiencia.

¿Y cómo es eso de que algunas personas no han querido intervenir en el documental y aportar su visión?
Bueno, habría que diferenciar quién se autoexcluye y por qué. Varias mujeres entendían que su aportación a la historia del movimiento libertario en la Transición no era relevante, e insisto, era una valoración de ellas exclusivamente. Y por otra parte, están los históricos militantes con sus históricas desconfianzas. Y esas desconfianzas son comunes a todas las siglas: «si no viene por el cauce oficial desconfío». Lo gracioso es que salvo las mujeres que pensaban que nada aportarían, nadie dijo abiertamente que no. De hecho, hice varios viajes en balde a Madrid, a Bilbao, a Barcelona… Hubo quien no apareció a la cita; quien luego dijo que se le olvidó; o hasta quien tenía un cumpleaños toda esa semana. En fin, no ha sido fácil ser exquisito y lidiar con la falta de seriedad y las desconfianzas eternas.

¿Cómo resumirías la historia que se cuenta en El tiempo de las cerezas?
El tiempo de las cerezas habla de la primavera, el verano y el otoño del movimiento libertario español en un momento histórico determinado, la llamada Transición. Habla de cómo resurge de la nada un movimiento poderoso, revolucionario y transformador que se quiere organizar en torno a la CNT, pero la Confederación no supo adecuar su horizonte a la subjetividad de la época y esa eclosión es fagocitada en el primer verano. Fagocitada por los poderes fácticos, por un lado; y también por inexperiencia, por otro.

¿Y ha cambiado tu propia visión de la historia después de hacer el documental?

Por supuesto. El proceso de creación de un documental es una fuente de conocimiento constante. Yo ya intuía que no solo fueron los aparatos del Estado quienes desmontaron el entramado ácrata en España, pero desconocía hasta qué punto es nuestra responsabilidad que el movimiento libertario español esté como está. Sin descartar la mano sempiterna de Martín Villa, la inexperiencia, la falta de estructuras y de formación, los miedos y las desconfianzas, y la neurosis obsesiva que impregna el anarquismo organizado desde el mismo momento en que se iba perdiendo la guerra, todo ello ha ido cerrando puertas. Y esto me da mucha rabia. Porque hay muchos compañeros que se están batiendo el cobre en las empresas, creando o participando en diferentes iniciativas sociales, en editoriales…

¿Resaltarías algún detalle del documental en particular que te haya impresionado o tocado más?
Lo más sorprendente fue quizá el punto de inflexión que me hizo cambiar la perspectiva de esta historia, el descubrir en la grabación de los debates del Saló Diana que ya en el 77 se rehuía el debate. No se quiso abordar aquel presente. Todo giraba en torno a un pasado glorioso. Cuando el ateísmo se convierte en religión pierde su razón de ser. Y claro, llegados hasta aquí el anarquismo organizado no da respuestas a la situación actual. No es que no las tenga, que las tiene, pero no están adecuadas a las circunstancias del siglo XXI.

La canción Le temps des cerises es el tema que recorre todo el documental, en varias versiones y en diferentes lenguas, cuéntanos un poco más sobre la presencia de la música y de esta canción.
Le temps des cerises es una canción de amor, como sabes, que se convirtió en un himno de la Comuna de París. El tiempo de las cerezas en una alegoría del eterno renacer de la vida y de las ideas, de la esperanza. Y tiene su pequeña historia. Unai Otegi es un compañero músico y libertario que se deja liar siempre. Ya le puso música al himno de Mujeres Libres y lo volví a liar en esta aventura. Le pedí música para el documental y al cabo de una semana me propuso Ls temps des cerises, por su significado para la gente ácrata y revolucionaria. Yo, que por otro lado no tenía claro el título para el documental, pues miel sobre hojuelas. De ahí a contactar con Juanito Piquete para darle un toque más setentero y ahí estamos.

¿Y tienes ya fechas concretas para presentar el documental?
El 17 y 18 de diciembre se presentará en la Filmoteca de Zaragoza, dentro de las jornadas culturales del XI Congreso de la CNT. El 13 de enero se estrena en Valencia, inaugurando el ciclo de cine social del Centre Cultural Octubre; y el 28 de enero se estrena en la Cineteca de Madrid.

Y aunque el documental está recién terminado ¿tienes ya algún nuevo proyecto o te ronda alguna idea que te gustaría hacer?
Bueno de momento a descansar, ja, ja, ja. ¿Cosas que me gustarían? Pues mira, me gustaría continuar con el tema de las mujeres libertarias. De hecho, tengo un proyecto que en su día aparqué. Y es que mientras me documentaba para Indomables en los archivos de Salamanca descubrí una FAI desconocida. Una FAI reflexiva y discreta, muy discreta, lejos del maniqueísmo que le atribuyen las diversas familias del anarcosindicalismo. Que me gustaría contar la historia de la FAI, vaya, creo que merece un reconocimiento, como los cantones de Cádiz y Cartagena, hitos ocultos también por no sé bien qué manos. En el fondo mi corazoncito rojinegro me puede. Porque para ser coherente conmigo mismo y después del «chapón» que te he metido lo suyo sería buscar en ese anarquismo social del que vengo hablando.

http://www.nodo50.org/tierraylibertad/329articulo5.html


Fuente: Tierra y Libertad