Artículo de opinión de Rafael Cid

No está asegurado que quien tuvo retuvo. Al menos eso deben pensar las altas instancias del Grupo Prisa cuando han tirado la piedra y escondido la mano. Porque ni el aséptico “Manifiesto a los diputados electos”, ni el más beligerante “Es posible un gobierno de cambio: repetir las elecciones no es la solución”, han visto la luz como primicia en sus páginas siendo como son productos de su cantera. Fueron otros medios, portales digitales situados en las estribaciones de su entorno ideológico, quienes asumieron la tarea de divulgarlos en primera instancia.

No está asegurado que quien tuvo retuvo. Al menos eso deben pensar las altas instancias del Grupo Prisa cuando han tirado la piedra y escondido la mano. Porque ni el aséptico “Manifiesto a los diputados electos”, ni el más beligerante “Es posible un gobierno de cambio: repetir las elecciones no es la solución”, han visto la luz como primicia en sus páginas siendo como son productos de su cantera. Fueron otros medios, portales digitales situados en las estribaciones de su entorno ideológico, quienes asumieron la tarea de divulgarlos en primera instancia. Pista inútil, porque ambos textos llevan el sello indeleble de la factoría informativa que preside y dirige Juan Luis Cebrián, aquel “joven Maura” del periodismo tardofranquista.

Hasta ahora El País había intentado marcar su impronta en lo referente a la formación de gobierno utilizando recursos propios, sin colorantes ni conservantes. Y lo han hecho de forma tan insistente que tamaño empeño traslucía debilidad (como cuando pidió sin éxito y por triplicado a Rajoy que solicitara el rescate país). El arsenal consistió en una batería de editoriales, páginas de opinión y entrevistas con partidarios de una salida política sin pactos a la izquierda del PSOE. Se buscaba una Segunda Transición en toda regla, sin tener en cuenta que cuarenta años no pasan en balde y que el talento de antaño para hacer un eficaz y rentable mito del consenso, hoy está definitivamente amortizado.

De ahí seguramente la necesidad de una puesta en escena que disimule el patrocinio de los manifiestos por el rotativo de las grandes de la banca, los tiburones de las finanzas, los fondos buitres, accionistas ligados a la industria armamentista y una clase directiva contaminada con los “Papeles de Panamá” y turbios especuladores que chapotean en el negocio del petróleo. Aunque para apostar sobre seguro el diario ha jugado a dos cartas al mismo tiempo. Con una enseñaba un texto apoyado por un elenco de personalidades de amplio espectro: desde ex ministros del PSOE hasta dirigentes del PP, pasando por antiguos colaboradores de la extinta UCD y delincuentes internacionales de reconocido prestigio. Y con la otra ponía sobre el tapete a una escudería militante, integrada en su mayor parte por significados socialistas, sindicalistas y viejos cuadros del PCE de Santiago Carrillo. Todo con tal de evitar que al imprevisible secretario general del PSIOE, Pedro Sánchez, se le ocurra la idea de aliarse a solas con Podemos y las formaciones nacionalistas.

El denominado “Manifiesto a los diputados electos” llama a facilitar la formación de un gabinete “que cuente con el respaldo parlamentario suficiente”. Lo suscriben sobre todo representantes de lo que ha sido el bipartidismo dinástico hegemónico y sus afluentes culturales, académicos y profesionales. Entre otros: Fernando Savater (director de la revista Claves y fundador de UPyD); Joaquín Almunia (ex secretario general del PSOE y jefe de los “hombres de negro” de Bruselas como vicepresidente de la Comisión Europea y dos veces comisario de moneda única y competencia); Gabriel Elorriaga (ex diputado del PP); Feliz de Azua (académico de la Lengua, asiduo colaborador de El País vinculado desde sus inicios al partido de Albert Rivera ); Cayetana Álvarez de Toledo (ex directiva del PP y de la Faes de Aznar); Irene Lozano (ex diputada de UPyD y del PSOE sucesivamente); Daniel Busturia (empresario condenado en Francia en la macroestafa del caso Efl-Aquitanie); Francesc de Carreras (profesor de Derecho Constitucional, columnista del rotativo y fundador de Ciudadanos); Julio Segura (máximo responsable de la Comisión Nacional del Mercado de Valores durante la crisis bancaria y ex dirigente del PCE carrillista) y Javier Solana (ex ministro de cultura del PSOE y antiguo secretario general de la OTAN).

Y quizás por aquello de que la mano derecha no sepa lo que hace la mano izquierda, al mismo tiempo que se daba a conocer este manifiesto ambidiestro, su equivalente zurdo echaba a andar con parecida letra pero distinta música. Donde los primeros hablan genéricamente de formar un ejecutivo, estos arriesgan en que sea un “gobierno de cambio” compuesto por PSOE, Podemos y Ciudadanos o, si no fuera posible, uno encabezado por el líder del PSOE “con algunos integrantes consensuados y con un organismo de seguimiento y control de lo pactado” (sic). Con la particularidad de que entre los adherentes a la segunda declaración política se visibiliza un doble vínculo nutricio. Gentes todas ellas relacionadas laboral o intelectualmente con El País pero también con la Fundación Alternativas, que es el think tank heterodoxo de Ferraz, su invisible mano izquierda en la política, la universidad, los medios y la cultura. Sobre todo después de que la oficialista Fundación Ideas fuera desmantelada al descubrirse que su director, Carlos Mulas, daba soporte técnico-ideológico al partido para combatir los ajustes y recortes del gobierno de Mariano Rajoy y a la vez trabajaba como asesor del FMI postulando programas austericidas para Portugal.

El carácter de “marca blanca” socialista de la Fundación Alternativas (ojo a la curiosa empatía con la SGAE del saqueo) se percibe en la abultada ristra de sus postulantes. A saber, por ejemplo: Joaquín Estefanía (sucesor de Cebrián en la dirección del periódico y antiguo miembro del Partido del Trabajo); Juan Cruz (el periodista atrapalotodo de la casa, ex militante del PCE canario); Ana Belén (un activo clásico del frente cultural del PCE después revenido a “la zeja” socialista); Nicolás Sartorius (ex dirigente de CCOO afín al felipismo); Cristina Almeida (del PCE al PSOE tras recalar en IU y Nueva Izquierda); Carlos Jiménez Villarejo (anterior europarlamentario de Podemos, ex fiscal anticorrupción con el felipismo, en la esfera del PCE-IU, que nunca investigó al GAL); Emilio Ontiveros (catedrático de economía y socio principal de un entramado financiero ligado a las Cajas de Ahorro); Diego López Garrido (ex diputado socialista, antes en IU y Nueva Izquierda y en la actualidad vicepresidente de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN); Odón Elorza (dirigente socialista vasco) y Manuel Guedan (profesor, ex dirigente de la ORT maoísta, satélite intelectual PSOE). Además, al menos tres de los firmantes (Sartorios, Gutiérrez-Aragón y Segura) han estampado sus iniciales en ambos manifiestos.

Lo curioso es que son precisamente los firmantes de este segundo bloque gauchista los encargados de impedir que haya un gobierno radical desde el momento en que su propuesta se ciñe básicamente a un acuerdo entre PSOE, Podemos y Ciudadanos. Un auténtico triángulo de las Bermudas desde el punto de vista práctico, como ya se demostró en la primera investidura, por la incompatibilidad fratricida entre Ciudadanos y Podemos. Todo ello significa que tanto los que apelan a “los diputados electos” como los acólitos de la Fundación Alternativas predican el continuismo y la resignación, a mayor gloria de la cantinela “no hay alternativa” con que se mece la cuna de la globalización neoliberal.

¡Qué País, qué paisaje, qué personajes!.. que dijo el clásico antes de echarse la siesta.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid