Si en España existiera un observatorio de medios realmente independiente, seguramente calificaría de desinformación de geometría variable las crónicas publicadas por El País sobre las masacres en Egipto. Quienes están en la profesión o conocen los mecanismos de la prensa, saben perfectamente que este diario es todo un maestro en el complicado arte de titular o a la hora de publicar imágenes que por sí solas sean un editorial y twitteen la realidad. Es su particular e intransferible saber hacer, que nadie con dos dedos de experiencia en la cosa mediática osaría discutir.

Por eso, cuando en la cobertura informativa de un acontecimiento tan grave como la crisis egipcia utiliza eufemismos en sus principales encabezamientos, puede decirse que estamos ante una estrategia de seducción con fines poco claros. Bien porque intereses superiores obliguen a no hacer sangre o porque se pretenda mandar una mensaje de consumo interno, mutatis mutandis. En cualquiera de los dos casos, ni contigo ni sin ti, lo que se envilece es la “verdad informativa”, eso cuya búsqueda debería ser la principal misión de un medio de comunicación.

Por eso, cuando en la cobertura informativa de un acontecimiento tan grave como la crisis egipcia utiliza eufemismos en sus principales encabezamientos, puede decirse que estamos ante una estrategia de seducción con fines poco claros. Bien porque intereses superiores obliguen a no hacer sangre o porque se pretenda mandar una mensaje de consumo interno, mutatis mutandis. En cualquiera de los dos casos, ni contigo ni sin ti, lo que se envilece es la “verdad informativa”, eso cuya búsqueda debería ser la principal misión de un medio de comunicación.

Pues bien, algo de esto es lo que se ha puesto de manifiesto en estos últimos días a raíz de la brutal represión desatada por los militares contra los partidarios del presidente Morsí que abarrotaban el campamento de Rabaa al Adauiya en señal de protesta por el pronunciamiento armado. Desde el jueves 15 de agosto en que empezó la cobertura informativa hasta el sábado 17, día en que el periódico recogía los choques tras el rezo del “viernes de la ira”, de los todos titulares empleados para destacar las crónicas solo en dos ocasiones, y ello indirectamente, El País empleo el concepto “golpe” para memorizar los hechos. Por el contrario, abundaron los términos “violencia”, “enfrentamientos”, “protestas”, “desafío” “gobierno interino” y “régimen”, que ponían en igualdad de condiciones a los civiles desarmados y a los efectivos del Ejército, en un tótum revolútum informativo que a la postre refrendaba la “versión oficial”. Veamos:

Jueves 17. Portada: “Egipto vuelve al estado de excepción tras aplastar las protestas islamistas”. O sea, que el “estado de excepción”, que es una flagrante violación de derechos y libertades fundamentales e instala el reino de la arbitrariedad en manos de “las autoridades”, para El País había caído pocos menos que del cielo y nada en ese enunciado culpaba a los militares golpistas del hecho. Por el contrario, la segunda parte de la frase daba a entender que “las protestas islamistas” habían provocado esa medida punitiva propia de dictaduras. En páginas interiores cundía la misma tónica comprensiva con el terrorismo de Estado: “El Ejército aplasta la protesta islamista”; ”El país retrocede 30 años”; “Europa se limita a llamar a la calma mientras EEUU rechaza la represión” y “No quiero tomar decisiones que no comparto” (en referencia a la dimisión de El Baradei como vicepresidente del gobierno títere).

Viernes 16. Portada: “Los islamistas egipcios mantienen su desafío pese a la brutal represión”. De nuevo un término peyorativo, “desafío”, de ambigua lectura en un contexto dominado por el ataque a sangre y fuego (con bombas incendiarias, excavadoras y tanques) a los campamentos, que servía para descafeinar la inevitable coletilla “brutal represión”. Dentro dominaba parecida doblez:”La policía advierte que abrirá fuego”; “El Ejército está para defender al pueblo, no para masacrarlo” (opinión de un manifestante afín al golpe); “Nos hacían la vida imposible” (palabras de un vecino del barrio donde se ubicaba el campamento devastado); “Cuatro periodistas han muerto en El Cairo al informar del asalto a los campamentos” (otra vez la indefinición respecto a los presuntos asesinos); “La violencia en Egipto tras el golpe pone a EEUU en la encrucijada” (en este caso la expresión “golpe” se desvincula de “violencia”, como si una y otra cosa fueran indiferentes); “El sectarismo marchita las primaveras” y “Dinamarca es el único país europeo que toma medidas contra la represión”

Sábado 17. Portada: “La violencia desborda Egipto en un viernes de la ira sangriento”. Se repite la fórmula de “irresponsabilidad” que hace recaer el origen de los males que sufre el país sobre los convocantes del “viernes de la ira” y no sobre sus brutales represores. Dentro: “El día de la ira sume a Egipto en el caos” (todo un dominio de amoral equidistancia); “Alá hará que se cumpla la venganza” (seguido de un subtitulo legitimista del golpe: “Los partidarios de Morsi redoblan en las mezquitas su desafío al Gobierno interino”); “Los coptos sufren represalias por su apoyo al Ejército” (en la misma onda adversativa); “La coalición progolpe se resquebraja” (un mea culpa de soslayo) y “Europa se planeta endurecer su relación con El Cairo”.

Hay que hacer notar que todas estas informaciones “objetivas” y “neutrales”, siguiendo una vieja tradición de la casa, se completaban con artículos de opinión de signo contrario y con un apoyo gráfico que evidenciaba el horror de la represión contra la población civil que defendía la legitimidad democrática del gobierno depuesto por la fuerza de las armas. No obstante, el lugar de honor lo deja El País para una columna de opinión del ex ministro de Asuntos de Exteriores de Israel, Shlomo Ben Ami, aparecida el viernes 16 con el título “Las guerras árabes de religión”. Su tesis: el islamismo no admite la separación entre Iglesia y Estado y por tanto no tiene sitió en el mundo democrático. Y para reafirmarla cita los conflictos de Irak, Turquía, Siria y Tunez, entre otros, donde las rivalidades entre las comunidades suni y chii entre sí o frente a los sectores laicos son constantes. El truco que esconde Ben Ami en su chistera para justificar el golpe militar en Egipto es obviar los casos contradictorios de los feroces emiratos árabes; la liquidación del Irak laico de Sadam Hussein; el pustch del ejército argelino tras ganar limpiamente las elecciones los islamistas moderados o el hecho insólito de que enemigos jurados como palestinos e israelíes hayan coincido en aprobar el derrrocamiento violento del presidente Morsi.

Pero por si quedará alguna duda de la posición contemplativa del grupo editor, la esperpéntica crónica de su enviado especial David Alandete, aparecida en la edición del día 17, relatando el asalto militar al campamento de los Hermanos Musulmanes, permitió fijar los méritos y deméritos en torno a unos hechos que arrojan a priori más de 600 muertos y miles de heridos en una sola jornada. Ahí van dos párrafos seguidos sobre “El día de la ira sume a Egipto en el caos”, relato que debería impartirse como lección magistral de la desinformación en la Escuela de Periodismo de El País:

<<Las concentraciones de los Hermanos Musulmanes han sido conflictivas no por el número de gente que ha acudido a ellas, sino por la desmesurada respuesta del Ejército, empeñado en pacificar el país por la fuerza, algo que no está siendo capaz de conseguir, dado el desorden y la violencia que se vieron ayer en las calles del El Cairo.

“Lo que vemos es a los Hermanos Musulmanes empujando al país a la guerra civil, ese es el desafío al que se enfrentan las fuerzas de seguridad y el nuevo Gobierno”, opina Emad Ghamdy, analista político en el diario Al Dostour y afiliado a la Universidad de El Cairo. “Los Hermanos Musulmanes no le dejaron al Ejército más opciones. En estos campamentos se estaban formando células terroristas, ahora están exportando ese terrorismo en sus manifestaciones”, según Maha Abu Bakr, organizadora en el movimiento juvenil Tamarrod, que convocó las multitudinarias marchas previas ala deposición de Morsi>>.

Es decir, El País asume en sus informaciones la lógica de los golpistas.¿Por qué, por cuánto? No sabemos si hay intereses económicos ocultos para semejante maquillaje de una realidad por parte de un medio hipotecado hasta las cejas y, por tanto, antes portavoz de los sectores financieros a los que debe sus multimillonarios créditos que de sus lectores. Un conflicto de repercusión mundial protagonizado por dos contendientes distintos y distantes: los militares del antiguo régimen que han derrocado por la fuerza al primer gobierno democrático del país, con el apoyo de la trama liberal-salafista-mubarakista-populista que perdió las elecciones y, en el lado de las víctimas, por un amplio sector de la población civil, de religión islamista, masacrado por ese mismo ejército, la policía y sus pistoleros a sueldo.

Lo que ofrece menos dudas es que con esos “pronunciamientos informativos” nuestro diario global de referencia pretende mandar un serio aviso al movimiento de los indignados españoles y demás activistas antisistema a fin de que desistan en su escalada para abrir un proceso constituyentes que acabe con la democracia de pandereta reinante, mientras el duopolio dinástico que se alterna en el poder y sus acólitos sindicales y mediáticos manejan los hilos del “volver a empezar”. Busca intoxicar y desmovilizar a un frente de rechazo que acaba de emplazar para septiembre al pueblo que padece la crisis a un relanzamiento de su ofensiva con la divisa “Jaque al Rey”. Porque lo que no le entra en la mollera a El País ni a los intereses que representa y sirve es que el 15-M no tiene líderes pata negra ni representantes cinco estrellas que puedan comprometerle en tramas reaccionarias, porque en su seno autogestionario y plural se lleva a rajatabla la resistencia pacífica y la democracia directa.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid