Artículo publicado en Rojo y Negro nº 382 de octubre

Prácticas ilegales contra las identidades de género divergentes

En la actualidad, la comunidad política propugna, fomenta y celebra la diversidad como uno de los valores superiores de su acervo axiológico. No obstante, la realidad material que muchas minorías enfrentan, incluyendo la comunidad transgénero, continúa incardinada en la discriminación y la represión de los rasgos personales o sociales que configuran su esencia identitaria; siendo que tal discriminación, desplazada del espacio público por el incipiente surgimiento de idearios más progresistas, se refugia en los entornos y relaciones privadas, con especial arraigo en los ámbitos laborales y los lugares de trabajo. Con el relato de mi experiencia personal desde la perspectiva de una estudiante transgénero en prácticas, pretendo contribuir a generar conciencia sobre los obstáculos y desafíos que, con motivo de mi identidad de género, me he visto obligada a afrontar y soportar. Situaciones desafiantes radicadas en creencias y esquemas de pensamiento, si bien silenciados en el discurso público presentable, aún institucionalizados y fuertemente consolidados.

Soy una joven estudiante de Derecho graduada por la Universidad Complutense de Madrid, cursando actualmente, a la edad de 23 años, el Máster de acceso a la Abogacía que habrá de permitirme desarrollar la profesión más comúnmente vinculada a mi formación académica. Superadas las asignaturas programadas para el primer año de formación especializada, fui seleccionada a los efectos de realizar las prácticas obligatorias para concluir el curso, en una firma de relativo prestigio.

Al momento de iniciar mis prácticas, la empresa me había entrevistado y seleccionado asumiendo que mi género se correspondía con mis características físico-anatómicas, desconociendo mis auténticos rasgos identitarios. No fue hasta transcurridos los primeros treinta días de contrato, de una relación contractual cuya duración prevista es de seis meses, de los cuales he cumplimentado sesenta días al momento de redactar este artículo; que me decidí a exteriorizar por primera vez lo que considero tímidas manifestaciones de mi identidad femenina, manifestaciones que estimo profundamente incardinadas en mi esfera de desenvolvimiento individual, en lo que habría de ser un espacio abstraído a toda injerencia o interdicción externa.

Me determiné a emplear maquillaje conducente a feminizar mi estética, realzar los contornos de mis ojos o simular mi pelo; conducta tempranamente reprimida por la dirección de la empresa y contra la que mis compañeras de trabajo manifestaron expresa repulsa. El Despacho se pronunció en tal sentido aduciendo que su imagen reputacional no podía permitirse espectáculos exhibicionistas esperpénticos frente a los clientes que acudían al establecimiento, que forzosamente se veían obligados a contemplarme maquillada por la ubicación de mi mesa de trabajo. Quedó así proscrito para mí, a todos los efectos, el empleo de sombra de ojos, pelucas o prendas femeninas, siendo que cuando reincidí en mostrar mi feminidad con el exclusivo y aparentemente subversivo acto de colorear mis uñas, fui enviada al archivo, aun siendo que mi trabajo consistía en redactar demandas, con la declarada intención de sustraerme a la vista de las visitas. Seguidamente, la empresa amenazaría con rescindir mi contrato en caso de ulteriores contravenciones de sus estrictos códigos de vestimenta.

Siendo que no me resulta posible renunciar a las prácticas concertadas con la entidad seleccionada so pena de reprobar la asignatura y que, por razones económicas, no puedo permitirme retrasar mi acceso a la profesión de abogada un año más; carece de utilidad para mí todo cauce o itinerario institucional por su ineptitud para procurarme una solución viable en un corto período de tiempo. Por todo lo expuesto, mi única defensa posible ha sido intentar capturar la atención de los medios, presentando simultáneamente las oportunas quejas frente a la coordinación de la universidad, al objeto de generar publicidad contra las políticas promovidas por esta empresa. A tal efecto, contacté con redes online de apoyo para personas transgénero, a fin de convocar una concentración de reducida dimensión frente a las puertas del Despacho, a la que asistieron periodistas de algunos medios para cubrir la noticia y dar visibilidad a lo que allí me estaba sucediendo.

Concluyo este artículo subrayando mis intenciones de exponer las prácticas ilegales de mis empleadores y de atraer conciencia sobre lo que no es sino una muestra ejemplificativa de las situaciones vejatorias y denigrantes a las que las personas con identidades de género divergentes nos vemos expuestas en el desarrollo de nuestra vida profesional.

Alicia

 


Fuente: Rojo y Negro