Las violentas reacciones al artículo publicado por Josep Fontana en El Periódico titulado La deriva nazi del Partido Popular son una muestra del rotundo fracaso de la disciplina histórica a la hora de trasladar a nuestros conciudadanos un conocimiento que vaya más allá de los acercamientos superficiales al tema del nacionalsocialismo.

Durante años las explicaciones han sido poco más que retratos planos sobre un pasado que encarnaba “el mal” y al que, cómodamente, todos los demás podíamos considerarnos ajenos.

Durante años las explicaciones han sido poco más que retratos planos sobre un pasado que encarnaba “el mal” y al que, cómodamente, todos los demás podíamos considerarnos ajenos. El peligro de estos retratos analgésicos es visible hoy, cuando, ante una situación de riesgo extremo no somos capaces de reconocer los síntomas de una catástrofe anunciada, y no sólo eso, sino que si alguien se atreve a hacerlos explícitos recibe un aluvión de críticas y reproches. Algunos autores políticamente incorrectos, como los contemporáneos del holocausto H. Arendt o su marido G. Anders (o más recientemente el sociólogo Z. Bauman) han hecho un análisis mucho más agudo y penetrante de este vergonzante pasado que los calmantes relatos que la historia convencional ha hecho comunes. Al igual que el profesor Fontana hoy, también H. Arendt tuvo que sufrir las críticas y la incomprensión cuando publicó las crónicas del juicio a Adolf Eichmann celebrado en Jerusalén. En ellas, Arendt ponía el dedo en la llaga al señalar un punto ciego del sistema moral de la modernidad, aquel que exigía responsabilidades individuales ante la creación de un sistema moral patológico que se convirtió en dominante durante los años del nacionalsocialismo en Alemania. El relato convencional considera al nacionalsocialismo como un crecimiento canceroso dentro de una sociedad sana, como un conjunto de acontecimientos achacables a un puñado de tarados que consiguió arrastrar a una sociedad culta y moderna como la alemana al camino de la destrucción.

Es comprensible que este relato sea tranquilizador, pero se aleja de la realidad y contribuye a ocultar el problema más importante. El núcleo del problema ya fue analizado con extraordinaria lucidez por escritor J. Roth, que en una fecha tan temprana como 1939, atinó a considerar al nazismo como un elemento consustancial a las llamadas sociedades modernas; en otras palabras acertó a ver el potencial autoritario de las sociedades industriales centradas en valores como la competencia, la eficiencia y la productividad.

El aluvión de criticas al artículo del profesor Fontana procede de la fuerza dominante del relato convencional y oculta el principal valor del artículo: poner el foco de un modo valiente sobre lo que podemos denominar los precursores de un final catastrófico. Al centrar los análisis sobre el período nazi propiamente dicho ocultamos sus antecedentes y raíces, visibles en todas las sociedades europeas presuntamente civilizadas desde el último tercio del siglo XIX. La concepción darwiniana de la sociedad, centrada en la competencia y el conflicto como método de progreso, se arraigó en la cultura europea desde 1873; en G. Bretaña pasando por Francia y como no, también en Alemania. La eugenesia no se aplicó por primera vez en Alemania, sino en G. Bretaña y no sólo eso, sino que era una idea de uso común y perfectamente aceptada desde el punto de vista social.

El “huevo de la serpiente” (utilizando la expresión de E. Xammar) llevaba mucho tiempo incubándose, y no sólo en Alemania. Para nuestra desgracia, hoy, estamos incubando de nuevo el “huevo de la serpiente” y los precursores de un final catastrófico son de nuevo visibles: ¿cómo debemos considerar sino hechos, como que pasemos a considerar “normal” negar la atención médica a personas que no pueden pagarla?, ¿cómo debemos considerar que hayamos sacrificado en el altar de la eficiencia y la productividad derechos laborales y sociales con una rapidez aterradora? ¿no debemos ponernos en guardia ante los paladines de la competencia económica como eje en torno al cuál construir una sociedad?

Debemos dar las gracias al profesor Fontana por su actitud valiente a la hora de advertirnos sobre los peligros que nos acechan.

Juan Seoane.

Federación de Enseñanza CGT Huesca.


Fuente: Juan Seoane