Artículo de opinión de Rafael Cid

“Tuvimos la experiencia pero perdimos el sentido

y acercarse al sentido restaura la experiencia”

(T.S. Eliot)

“Tuvimos la experiencia pero perdimos el sentido

y acercarse al sentido restaura la experiencia”

(T.S. Eliot)

La doblez, el cinismo de baja estofa y la impostura descarada, características históricas de nuestra clase política, han vuelto a hacer de las suyas. Esta vez a raíz del inesperado fallecimiento de Carme Chacón. Como ocurriera en parte con Rita Barberá, muchos de los que antes la ningunearon han corrido a trazar un oportuno cordón sanitario de alabanzas. Más que nada para solapar el derecho de la ciudadanía a la crítica de las actuaciones de sus representantes. No quieren que ese legítimo ejercicio de transparencia sirva para reavivar las flagrantes omisiones de las organizaciones a las que otorgan “obediencia debida”. De ahí que ver ofensas ad hominem en discrepar  sobre su trayectoria pública se haya convertido en el último bozal de la posverdad. Circunstancia chocante en una sociedad donde los políticos disfrutan hasta la náusea con la exhibición de su intimidad para fomentar la notoriedad mediática.

La retórica oficial sostiene que un “funeral de Estado” es una ceremonia en honor de alguien que por su trayectoria ha concitado el reconocimiento general. Sin distinción de clases, ideologías o credos. Como si en vez de conflicto, desigualdad y cruda  competencia, la convivencia estuviera mecida por la armonía universal. Y ello porque se instala la percepción, real o prefabricada, de que los servicios prestados por esa persona han sido en beneficio de toda la comunidad, de arriba-abajo y viceversa. Eso es, ceteris paribus, lo que se ha escenificado a bombo y platillo tras la muerte de la ex dirigente socialista.

Gobierno y oposición, socialistas y populares, y medios de comunicación de todas las adscripciones han sido contumaces en el énfasis para compensar pasados desaires. Bastaba ver las portadas clónicas y los comentarios parejos de El País y La Razón: una gran política, una patriota, una mujer que rompió el techo de cristal de la condición femenina con su ascenso a la cartera de Defensa. La manoseada foto de Chacón embarazada pasando revista a la tropa es ya un hito en los anales de la manipulación de género. Y encima, quienes la han coreado ahora son algunos de los que abroncaron sin piedad la presencia de Carolina Bescansa con su bebé en el Congreso.

Elementos todos ellos notables desde la perspectiva del arrebato sentimental, pero notoriamente insuficientes para justificar la unanimidad en el ditirambo. La colosal operación de marketing urdida en torno a su óbito tenía como objetivo represtigiar a su través hechos e instituciones justamente denostados por la opinión pública y ensalzados por la publicada. El prototipo esgrimido se prestaba para insuflar el fervor de las masas: una dirigente socialista catalana firme en sus creencias centralistas; pionera en la jefatura de las Fuerzas Armadas (Lisistrata nunca lo hubiera hecho), y ministra en el primer gobierno español postrado ante la Troika. De ahí los méritos holgadamente atribuidos a quien en vida fue un eslabón de relevancia en el rigodón del statu quo. Veamos.

Carme Chacón había ingresado en el PSC cuando el prestigio de la formación hacia aguas acosado por la corrupción sistémica. Sin mayores escrúpulos, en 1984, en el momento en que estallaba el escándalo Filesa por financiación ilegal del partido. Se convirtió en ministra en 2007 por la cuota del PSC, precisamente al tiempo en que Pascual Maragall, presidente de la Generalitat, rompía con Ferraz a causa del boicot del aparato al Estatut. Y volvió a repetir, en el departamento de Defensa, activando la presencia de tropas españolas en Afganistán y la ofensiva aérea contra la Libia de Gadafi.  Compromisos cumplidos puntualmente por una disciplinada y leal Chacón a la Marca España y a la cúpula del PSOE.

Y eso es lo que ahora se ha intentado poner en valor, incitando una ofensiva procesional capaz de suspender la función de pensar entre la gente corriente. Porque, en la letra pequeña, el trabajo político de Chacón no respondía al modelo de excelencia con que ha sido promocionado a diestra y siniestra. Al margen de que al final fuera postergada por los suyos, su papel en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero está lejos de ser evaluado positivamente desde la perspectiva del interés general, que es de lo que se trata. En la cartera de Vivienda promulgó el desahucio exprés, de tan devastadoras consecuencias sociales; en Defensa renovó el intervencionismo belicista; como miembro del gobierno de ZP secundó los ajustes y recortes impuestos a la población; aceptó la antidemocrática reforma constitucional  del artículo 135 (también exprés) y la liquidación de las cajas de ahorro; y, como colofón, gestionó la cesión al Pentágono norteamericano de la base de Rota para sede naval de su plataforma de escudos antimisiles.

O sea, que como servidora pública fue cómplice de las políticas austericidas; negligente en la previsión de la burbuja inmobiliaria que desencadenaría la crisis; poco sensible con la población más vulnerable; y temeraria en el capítulo de concesiones a Estados Unidos en materia de despliegue militar. España es hoy la principal lanzadera de las peligrosas aventuras militaristas de Donald Trump en el Mediterráneo, posiblemente en compensación por su súbito repliegue en la criminal guerra de Irak. Lástima que la fastidiosa hemeroteca haya estropeado la programación del bipartidismo dinástico. Con Chacón de cuerpo presente en la sala de banderas de la sede del PSOE, su paisano y predecesor en Defensa, Narcís Serra, asomaba a las páginas de la prensa por haber provocado un agujero de más de 700 millones de euros en la antigua CatalunyaCaixa bajo su dirección, al tiempo que se autoconcedía una indemnización multimillonaria.

Efectos perversos de las puertas giratorias que el sistema reserva para sus más ilustres representantes y a los que Chacón tampoco resultó inmune. Se ha dicho a su favor que fue el único integrante del gobierno socialista en oponerse al indulto de Alfredo Sáez, el brazo derecho del fallecido presidente del Banco de Santander, Emilio Botín, sin que tal cosa pueda probarse porque sus deliberaciones son secretas y la misma Chacón nunca dijo sobre el vergonzoso asunto. Sin embargo, lo que sí se sabe es que al dejar la política activa fichó por uno de los  bufetes más influyentes de España en el sector financiero. Curiosamente, el mismo equipo jurídico que defiende a Jaime Botín, principal accionista de Bankinter y hermano del patrón del Santander. El motivo es un expediente abierto por la CNMV por ocultar otro 7,8% del capital de la entidad en una cuenta no declarada, abierta en el HSBC de Suiza a nombre de la “familia Botín”, con un patrimonio oculto de más de 2.000 millones de euros.

La adhesión inquebrantable anula el discernimiento

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid