[Extracto del libro Né Franco Né Stalin (le colletività anarchiche spagnole nella lotta contro Franco e la reazione staliniana, Milán, Istituto Editoriale Italiano, 1952, pp. 313-320. Conclusión del libro nunca retomada en francés o en castellano por el autor, a pesar de su gran interés y su enfoque para nada triunfalista.]

Traducción de F. Mintz, 10.04.2011

Todo
lo que por testimonio directo o indirecto quedó expuesto en las
páginas de este libro ayuda a comprender las siguientes enseñanzas
que formulo en síntesis como tema de reflexión.


Todo
lo que por testimonio directo o indirecto quedó expuesto en las
páginas de este libro ayuda a comprender las siguientes enseñanzas
que formulo en síntesis como tema de reflexión.

1.
El principio jurídico de las colectividades fue totalmente «nuevo».
Ellas no eran ni el sindicato ni el municipio en el sentido
tradicional de la palabra ni tampoco la comuna de la Edad Media. Sin
embargo, las colectividades estaban más cerca del espíritu comunal
que sindical. Las colectividades habrían podido denominarse
igualmente «comunidad», como fue el caso de Binéfar y
constituían de verdad un todo en que los grupos profesionales y
corporativos de los servicios públicos, de intercambios, las
funciones municipales, estaban subordinados y dependían del
conjunto, pero gozando de autonomía en sus estructuras, su
funcionamiento interno y en la aplicación de sus objetivos
particulares.

2.
A pesar de su denominación, las colectividades eran prácticamente
organizaciones comunistas libertarias, que aplicaban la regla de «De
cada cual según sus fuerzas, a cada cual según sus necesidades»,
ya sea por la cantidad de recursos materiales proporcionados a cada
uno cuando se había abolido el dinero, ya sea a través del salario
familiar, allá donde el dinero se había mantenido. El método
técnico difería, pero el principio moral y los resultados prácticos
eran los mismos. Esta práctica se aplicó en efecto sin excepciones
en las colectividades agrarias; y al contrario era poco frecuente en
las colectivizaciones y socializaciones industriales, por ser más
compleja la vida en la ciudad y menos profundo el sentimiento de
sociabilidad.

3. La solidaridad llevada a un grado extremo era la norma general de las
colectividades agrarias. No sólo se aseguraba el derecho de todos a
la vida sino que en las Federaciones Comarcales se establecía cada
vez más el principio del apoyo mutuo con los fondos comunes de que
gozaban los pueblos menos favorecidos por la naturaleza. En Castilla,
se estableció con esta finalidad las Cajas de Compensación. En el
ámbito industrial, esta práctica parece haber comenzado en
Hospitalet, en los ferrocarriles catalanes y posteriormente se aplicó
en Alcoy. Hubiera sido más amplia, de no haber impedido el
compromiso con los otros partidos socializar abiertamente desde los
primeros días.

4.
Se alcanzó una conquista de enorme importancia: el derecho de la
mujer a la vida, cualquiera fueran sus funciones sociales. En casi la
mitad de las colectividades agrarias, el salario que se le adjudicaba
era inferior al del hombre, en la otra mitad era equivalente; estas
diferencias pueden explicarse teniendo en cuenta que la mujer soltera
pocas veces vive sola.

5.
Del mismo modo, los niños vieron su derecho a la vida
espontáneamente reconocido: no como una limosna otorgada por el
Estado, sino como el ejercicio de un derecho que nadie pensaba en
negárselos. Al mismo tiempo, las escuelas les fueron abiertas hasta
los catorce o quince años: la única forma de evitar que los padres
los mandaran a trabajar antes de esta edad, y para que se hiciera de
verdad instrucción general.

6.
En todas las colectividades agrarias de Aragón, Cataluña, Levante,
Castilla, Andalucía y Extremadura, hubo como norma espontánea
constituir grupos de trabajadores casi siempre establecidos en zonas
precisas y que se repartían los cultivos o las tierras. De modo
espontáneo también se hizo la reunión de delegados elegidos por
estos grupos, junto con el delegado local de Agricultura con el fin
de orientar el trabajo general.

7.
Además de estas reuniones y otras del mismo tipo de grupos
especializados, tenían lugar reuniones, de forma espontánea
también, de la colectividad entera: una asamblea semanal, quincenal
o mensual. Se decidía en ella sobre la actividad de los consejeros
designados y sobre casos especiales y dificultades imprevistas. Todos
los vecinos, hombres y mujeres, fuesen o no productores de bienes de
consumo, intervenían y determinaban los acuerdos tomados. A menudo,
incluso los «individualistas» podía participar y votar.

8.
En el cultivo de la tierra, las modificaciones más importantes
fueron: el aumento rápido de la mecanización y del riego, la
extensión del policultivo, la plantación de árboles de todas las
especies, la cría de ganados: la selección y multiplicación de
especies, su adaptación a las condiciones del medio y del clima, de
la alimentación, etc., y la construcción a gran escala, de
caballerizas, pocilgas y establos colectivos para ovejas.

9.
Se extendía continuamente la armonía en la producción y
coordinación del intercambio, así como la unidad en el sistema de
distribución. La unificación comarcal se completó con la
unificación regional. La Federación Nacional así se formó.

En
la base, la «comarca» [en castellano en el original]
organizaba el intercambio. Con carácter excepcional, la comuna
aislada la practicaba, pero con autorización de la Federación
Comarcal que apuntaba los intercambios y podía interrumpirlos si
perjudicaban a la economía general. Esto sucedió, por ejemplo, en
una colectividad aislada de Castilla, que no vendía el trigo por
cuenta suya sino que lo mandaba a la Oficina de Trigo en Madrid.

En
Aragón, la Federación de Colectividades, fundada en enero de 1937,
y cuya sede central se hallaba en Caspe, comenzó a coordinar los
intercambios entre todos los municipios de la región, así como a
poner en práctica el apoyo mutuo.

La
tendencia a la unidad se hizo más clara con la adopción de un carné
de «productor» único y de una libreta de «consumidor»
igualmente única, que implicaron la supresión de todas las monedas,
locales o no, de acuerdo a la resolución tomada en el congreso
constituyente de febrero de 1937.

Respecto
de los intercambios con las otras regiones y la venta en el exterior,
la coordinación se mejoró siempre más. En el caso de beneficios
por diferencia de tipo de cambio, o por la obtención de precios
superiores al precio de base ya excedentario, la Federación Regional
los empleaba para ayudar a las colectividades más pobres. La
solidaridad superaba el ámbito comarcal.

  1. La
    concentración industrial tendía a generalizarse en todas las
    Comunas, en todas las ciudades. Las pequeñas fábricas, los
    talleres antieconómicos desaparecieron. El trabajo se racionalizó
    con un objetivo y una forma altamente sociales tanto en las
    industrias de Alcoy como en las de Hospitalet, en los transportes
    urbanos de Barcelona como en las colectividades de Aragón.

  2. La
    socialización empezaba a menudo se inició con el reparto (en
    Segorbe, Granollers y en varios pueblos de Aragón). En algunos
    casos nuestros compañeros arrancaron a los municipios reformas
    inmediatas (municipalización de los alquileres, de la medicina en
    Elda, Benicarló, Castellón, Alcañiz, Caspe, etc.).

  3. La
    enseñanza progresaba con una rapidez desconocida hasta entonces. La
    inmensa mayoría de las colectividades y municipios más o menos
    socializados construyó una o varias escuelas. Cada una de las
    colectividades de la Federación de Levante tenía su escuela a
    principios de 1938.

  4. El
    número de colectividades aumentaba continuamente. El movimiento,
    nacido con más empuje en Aragón, ganó en el campo parte de
    Cataluña, adquiriendo un auge extraordinario, sobre todo en
    Levante, y luego en Castilla, cuyos logros fueron, según
    testimonios responsables, quizás superiores a los de Levante y
    Aragón. Extremadura y la parte de Andalucía que los fascistas
    tardaron en conquistar -en especial la provincia de Jaén ­también
    tuvieron sus colectividades. Cada región tenía las características
    propias de su agricultura y de su organización local.

  5. En
    mis investigaciones, encontré sólo dos casos de fracasos: el
    Boltaña y el de Ainsa en el Norte de Aragón.

El
desarrollo del movimiento y las adhesiones que recogía pueden
definirse por estos hechos: en febrero de 1937 en la comarca de
Angüés había 36 colectividades (cifra proporcionada en el Congreso
de Caspe). Y tenía 57 en junio del mismo año.

Carecemos
de datos exactos sobre el número de colectividades creadas en toda
la España [de 1936-1939]. Basándome en las estadísticas
incompletas del congreso de febrero en Aragón, y en las notas
tomadas durante mi prolongada estancia en esta región, puedo afirmar
que hubo al menos 400 [colectividades]. Las de Levante eran 500 en
1938. Hay que añadir las de otras regiones.

15.
Las colectividades fueron completadas en algunos lugares por otras
formas de socialización. El comercio se socializó tras mi paso por
Carcagente. Alcoy vio surgir una cooperativa de consumo, que
completaba la organización sindical de la producción. Otras
colectividades se ampliaron: Tamarite, Alcolea, Rubielas de Mora,
Calanda Pina, etc.

16.
Las colectividades no fueron obra exclusiva del movimiento
libertario. Si bien aplicaron principios jurídicos netamente
anarquistas, eran a menudo la creación espontánea de personas
alejadas de este movimiento («libertarias» sin saberlo). La
mayor parte de las colectividades de Castilla y Extremadura fueron
obra de campesinos católicos y socialistas, inspirados o no por la
propaganda de militantes anarquistas aislados. A pesar de la
oposición oficial de su organización, muchos miembros de la UGT
(Unión General de Trabajadores) ingresaron en las colectividades o
las organizaron, así como republicanos con el deseo sincero de
realizar la libertad y la justicia.

17.
Se respetaban a los pequeños agricultores. Las libretas de
consumidores hechas también para ellos, la cuenta corriente que se
les abría, las resoluciones acordadas para con ellos lo atestiguan.
Se les impedía sólo tener más tierra de que las que podían
cultivar, y ejercer el comercio individual. La afiliación a las
colectividades era voluntaria; los «individualistas»
adherían sólo cuando estaban persuadidos de los mejores resultados
del trabajo en común.

18.
Los principales obstáculos a las colectividades fueron:

a)
La coexistencia con capas conservadoras, partidos y organizaciones
que los representaban: republicanos de todas las tendencias,
socialista de derecha e izquierda (Prieto y Largo Caballero),
comunistas estalinistas, a menudo poumistas. Antes de ser expulsado
por el Gobierno de la Generalitat, el POUM no fue realmente un
partido revolucionario. Se volvió revolucionario cuando se vio
obligado a estar en la oposición. Todavía en junio de 1937, un
manifiesto distribuido por la sección aragonesa del POUM, atacaba
las colectividades. La UGT constituía el principal instrumento
utilizado por estos politiqueros.

b)
La oposición de algunos pequeños propietarios (campesinos, en las
zonas catalanas y pirenaicas).

c)
El temor, expresado hasta por algunos miembros de las colectividades,
que una vez terminada la guerra el gobierno destruyera estas
organizaciones. Este miedo hizo que vacilaran incluso muchos que no
eran realmente reaccionarios y muchos pequeños propietarios que, sin
eso, habría decidido unirse a las colectividades.

d)
La lucha activa contra las colectividades: lo que no significa la
obvia acción destructiva de las tropas de Franco allí donde podían
llegar. Esta lucha contra las colectividades fue llevada a cabo con
las armas en la mano en Castilla por las tropas comunistas. En la
región de Valencia, incluso hubo combates de verdad en los que
intervinieron tanques. En la provincia de Huesca, la brigada Carlos
Marx persiguió las colectividades. La brigada Macià-Companys hizo
lo mismo en la provincia de Teruel (pero ambas evitaron siempre la
lucha contra los fascistas). La primera siempre fue inactiva,
mientras nuestras tropas estaban luchando por tomar Huesca o
posiciones importantes. Las tropas marxistas se reservaban para la
retaguardia. La segunda entregó sin luchar Vivel del Río [Vivel del
Río Martín, Teruel] y otros municipios de la región carbonífera
de Utrillas. Los soldados que huyeron en camisa ante un pequeño
ataque que otras fuerzas rechazaron sin dificultades, luego fueron
intrépidos combatientes contra campesinos desarmados de las
colectividades.

19.
En la obra de creación, transformación y socialización que fue
realizada, el campesino demostró una conciencia social muy superior
al obrero de las ciudades.

Gastón
Leval