Artículo de opinión de Rafael Cid

Todos los partidos, pero sobre todo los grandes, tanto a nivel nacional como en el ámbito comunitario, apestan a corrupción. Todos los partidos sin excepción (los consagrados emergentes y nasciturus) prometen luchar contra la corrupción. Pero todos también brindan sus piñatas institucionales con un decidido brindis al descorche. Al concluir el año 2015, por razones de mero cálculo partidista de las formaciones que controlan los BOE, se habrán celebrado en España cinco elecciones seguidas de distinto calibre: estatales, autonómicas y municipales.

Todos los partidos, pero sobre todo los grandes, tanto a nivel nacional como en el ámbito comunitario, apestan a corrupción. Todos los partidos sin excepción (los consagrados emergentes y nasciturus) prometen luchar contra la corrupción. Pero todos también brindan sus piñatas institucionales con un decidido brindis al descorche. Al concluir el año 2015, por razones de mero cálculo partidista de las formaciones que controlan los BOE, se habrán celebrado en España cinco elecciones seguidas de distinto calibre: estatales, autonómicas y municipales. Lo que supone otras tantas remesas presupuestarias para sufragar gastos de personal, urnas, buzoneo, papeletas, padrones y espacios publicitarios como para devastar incontables toneladas de árboles.

O sea, un zurrón de millones de euros que pagarán a escote esos mismos ciudadanos que son el oscuro objeto de deseo de nuestros políticos mendicantes. Sonara a chaladura y a lo peor la legislación ni lo contempla, pero entre tantas melonadas electoralistas, una ocurrencia menor hubiera sido agrupar esos cinco comicios en uno o dos a lo sumo. Pero no, aunque la crisis ahogue la “fiesta de la democracia” manda. Susana Díaz abortó la legislatura con el presupuesto bien amarrado para intentar robarle la primogenitura del PSOE a Pedro Sánchez. Rajoy hizo otro tanto colocando las autonómicas y locales al filo de una declaración de la renta alicatada con mensajes de bajadas de impuestos, y desplazó las generales a fin de año confiando en el calabobos de la recuperación económica. Y, en fin, Mas elaboró su agenda entre Pinto y Valdemoro a fin de tener las manos libres para el mejor postor.

Las elecciones son taumatúrgicas: obran milagros con solo anunciarlas. El gobierno de la nación aprovecha la coyuntura para regar de magnánimas subvenciones al personal; los caciques regionales se pasan el día inaugurando obras, y hasta en los localidades más humildes los aspirantes al podio institucional no dejan de ofrecer gollerías sin ton ni son. Luego, cuando se cierren las urnas, vendrá el corte de mangas bajo la socorrida fórmula de que “las circunstancias han cambiado”. Pero hasta que el momento de la afrenta llegue no hay partido que se precie que no lleve en su mochila acabar “con los ajustes y recortes”. Vana ilusión mientras no se derogue la reforma del artículo 135 de la Constitución que suscribieron al alimón POSE y PP para primar el pago de la deuda-atraco, tremenda soga corrediza que en estos momentos llega al 100% del PIB. Cero grados, ni frio ni calor: la deuda nacional es igual a la riqueza nacional.

Sin embargo, entre tanta fanfarria e impostura, hay algo bueno que la demora en la constitución del gobierno andaluz está revelando con harto dolor de la casta dominante: sin gobierno vivimos mejor. Ya han pasado varios meses desde que se celebraron aquellos comicios y nadie de Despeñaperros abajo parece echar de menos a las autoridades que perpetraron la colosal estafa de los EREs y el tremendo butrón los Cursos de Formación tras 35 años de hegemonía política en la comunidad con más paro de toda la OCDE. Aunque el mal, como Hacienda, nunca descansa.

Y mientras, como anticipo de la ley mordaza, se exige el cumplimiento de la jornada de reflexión para impedir que la indignación popular vuelva a inundar las calles al grito de “no nos representan”, Susana Díaz y sus mariachis han seguido “haciendo país” de aquella torera manera. Según denuncia en su auto una jueza de instrucción, con el gobierno en funciones y en plena campaña electoral la Junta concedió la reapertura de explotación de la mina Aznalcóllar a Minorbis, una UTE empresarial integrada por Magtel, una firma sin experiencia en el sector que ya ha recibido 50 millones de euros de la administración andaluza, y Grupo México, sociedad que el pasado agosto provocó el mayor desastre medioambiental de aquel país. Que es tanto como si para remediar la catástrofe del Prestige se fichara a sus causantes. Toda una metáfora de la acción gubernamental. O cuando ser bombero y pirómano al mismo tiempo es un grado, no un delito. El colmo del saber hacer.

Desde esa perspectiva de corrupción sistémica, es fácil comprender por qué, a pesar de ser una opción político-ideológica tan legítima y respetable como otra cualquiera, el abstencionismo no goza de los mismos derechos y oportunidades en tiempo de elecciones que los votantes. Cuando rara vez un solo partido suele sumar tantos apoyos como suele lograr el bloque de los desafectos, a pesar de su muy promocionada mala reputación. Es lo mismo que esos Estados confesionales que avalan la práctica religiosa a la vez que arrinconan a agnósticos y ateos. Como canta Georges Brassens no conviene que la gente tenga su propia fe. La confianza ciega, en política y en metafísica, suele favorecer la aluminosis sobre la que se levantan los trending topic gubernamentales que nos hacen cada día más lerdos y patéticos. Lo acabo de leer en la publicidad de un hipermercado de artefactos electrónicos: “preocúpate más por el fin de semana que por el fin de mes”.

Rafael Cid

 


Fuente: Rafael Cid