Artículo de opinión de Antonio Pérez Collado, CGT-PV

No es nueva la preocupación por la falta de compromiso político de gran parte de la juventud. Es un dato que se viene señalando hace años, al observarse más gente madura que rostros juveniles en las movilizaciones y, más aún, en el retrato de familia de los órganos de gestión de las organizaciones. Sobre todo en los partidos y sindicatos clásicos; otra cosa es si miramos hacia las nuevas formas de movilización social, hacia los procesos autogestionarios en que tan cómoda y activa encontramos a la gente joven.

No es nueva la preocupación por la falta de compromiso político de gran parte de la juventud. Es un dato que se viene señalando hace años, al observarse más gente madura que rostros juveniles en las movilizaciones y, más aún, en el retrato de familia de los órganos de gestión de las organizaciones. Sobre todo en los partidos y sindicatos clásicos; otra cosa es si miramos hacia las nuevas formas de movilización social, hacia los procesos autogestionarios en que tan cómoda y activa encontramos a la gente joven.

No es que los menores de cincuenta años pasen de organizarse o de comprometerse; lo que ocurre es que no les gusta encuadrarse en espacios cerrados, anquilosados y poco dados a la participación desde la base. Si por militancia tomamos fenómenos como centros sociales, grupos libertarios, colectivos feministas, ecologismo, radios libres, redes de solidaridad, la denuncia del fascismo y el racismo, etc. nos sorprenderemos al comprobar que en estos campos es la juventud la que predomina. En general es bastante pobre el porcentaje de la gente activa y luchadora en todas las edades, predominando la veteranía en las organizaciones tradicionales y la poca edad en los nuevos movimientos.

Que el personal no crea en la política profesional no necesita más explicación que una mirada al panorama actual: corrupción, leyes contra el pueblo trabajador, incumplimiento y hasta ausencia de programas, luchas por el poder, búsqueda desesperada de los votos a costa de las ideas… Tampoco parece que las propuestas más nuevas hayan satisfecho las esperanzas e ilusiones de la gente.

En cuanto al sindicalismo, al que sale en los medios, el proceso de pérdida de confianza y de afiliación ha sido bastante paralelo al de los partidos de los que un día fuera correa de transmisión; ahora ya ni eso, puesto que ha renunciado a cualquier proyecto de transformación social. Los sindicatos oficiales se limitan a negociar recortes -productividad en el neolenguaje capitalista-, a esperar pacientemente algunas migajas en convenios o pactos sociales y a reclamar las generosas subvenciones que los sucesivos gobiernos destinan a su perpetuación como agentes de control laboral.

No es de extrañar que tales burocracias no seduzcan a los pocos jóvenes que logran tener un empleo estable; no digamos ya a esa mayoría que encadena breves y precarios contratos en las más diversas empresas y sectores. No obstante, si nos fijamos en las más recientes y exitosas luchas obreras, podemos comprobar que ha sido mayoritariamente joven la gente que las ha protagonizado. Repartidores de comida, personal del telemarketing, puertos, Bicing, las Kellys, Cobega (Coca-Cola) y otras que nos dejamos demuestran que hay ganas y posibilidades de luchar y ganar. Otra cosa es que algunos sindicatos (no tan grandes como nos cuentan) hayan renunciado a su razón de ser y que el foco de la acción se haya trasladado a las asambleas y a sindicatos que, como la CGT, dan toda la capacidad de decidir a los propios trabajadores afectados, respetando los tiempos y las formas de movilización que cada colectivo decida.

Por último, pero no menos importante, hay que recordar que durante décadas desde el anarcosindicalismo se han denunciado todos estos procesos de empobrecimiento y precarización de la clase trabajadora, a la par que la complicidad del sindicalismo institucional, sin que la opinión publicada haya ofrecido la menor señal de crítica respecto a la peligrosa pendiente que el sindicalismo oficializado había emprendido. De aquellos polvos…

Antonio Pérez Collado

CGT-PV


Fuente: Antonio Pérez Collado