Se cumplen 20 años de la desaparición física (que no real) del hacedor y cronopio Julio Cortázar, autor de las Rayuelas y las vueltas al día en 80 mundos…
Abandonada como un silencio interminable todas las noches te encuentro… y no puedo dejar de mirarte para comprobar si mis manos pueden sentirte, pueden dibujarte cuando tu desnudez me besa, me llena de sueños ligeramente tibios…

Se cumplen 20 años de la desaparición física (que no real) del hacedor y cronopio Julio Cortázar, autor de las Rayuelas y las vueltas al día en 80 mundos…

Abandonada como un silencio interminable todas las noches te encuentro… y no puedo dejar de mirarte para comprobar si mis manos pueden sentirte, pueden dibujarte cuando tu desnudez me besa, me llena de sueños ligeramente tibios…

Y es verdad. Sí, es verdad. No hay miedo en mis ojos cuando te encuentro entera, despierta gracias al sueño que tus abrazos regalan… y podemos, ahora y siempre, andar y recorrer las calles juntos. Son las avenidas, los callejones, las plazas, las calles esos nuevos bosques, esos nuevos oceános, esos desiertos donde la velocidad, el ruido, la indiferencia y el cemento conviven gracias a nuestra creciente incapacidad para ser dueños de nuestros palabras. Somos tan huecos, tan incapaces de poder expresar nuestros deseos más sencillos, simples… Tantas palabras, tantas cosas, tantos olvidos y seguimos sin saber vivir enteros, unidos a nuestra piel…

Hoy, he descubierto, al verte de nuevo, que soy todavía muy niño para ser tu amigo… Necesitamos, niña mía, bañarnos de fiestas y de anhelos… Necesitamos vestirnos de misterios desordenados y futuros ; es bueno perdernos ahora y siempre dentro de una naranja, dentro del aroma de un cafe matinal o de un abrazo inesperado…

A pesar de mis temores, voy a seguir escribiéndote y enviándote a escondidas (con los envoltorios más imposibles) mis pequeños divertimentos, mis disparates precipitados, coronados de nubes y sol estival… Es una forma de sentirme igual, tan risueño como el sol a las 9 de la mañana : rotundamente joven, preparado para contemplarte sin prisas, preparado para huir en busca de cien Troyas y quinientas Itacas…

Es posible que mis palabras se rompan sin querer o no te encuentren… También puede que mis pobres y tercas palabras (que no puedes ver escritas ahora en los muros de nuestra ciudad), las sientas siempre dentro, muy dentro. Uno, al escribir o al amar debe procurar producir el mismo efecto benéfico que las medicinas milagrosas inventadas por aquellos nativos, por los hechiceros de antaño, por las mujeres de mirada brumosa y que no tienen sombra ni pasado… Necesitamos sanar y repartir gratuitamente nuestra alegría, nuestro bienestar a todo lo que nos rodea… Esa es la misión del hacedor de belleza, del aventurero… Esa es la misión de un escribidor, de un anónimo paseante que aspira a convertirse en Cronopio, eternamente disfrazado de noche, risas, asombro y veranos feroces…

Sí. Es cierto todo lo que piensas ahora ; es cierto todo lo que no puedes olvidar. Siempre es verdad lo que no dices y lo que sientes dentro, muy dentro. Puede que el amor y la pasión siempre necesiten del juego y de los encuentros inesperados para sentirnos nuevos y limpios… eternamente necesitamos ser fiesta que vuela y se abraza en los besos desnudos de un sueño, de un sueño lleno de niños grandes…

Abandonada como un silencio interminable todas las noches te encuentro… y soy un niño que vuela en tu desnudez al abrazarte en tus besos : y no necesito de la eternidad ni de las palabras… no quiero ángeles ni plegarias para verte entera…

Antonio Marín Segovia

Valencia – España, a 12 de febrero de 2004

KAOS

Ahora, después de olvidar para que vuelan los pájaros y duermen los gatos, que me voy a pasear, incendiado y lleno de de la piel que el mar dibuja cuando un niño muere lejos, sin risas ni pan….

Soy yo el que conoce su sabor al despertar… y nunca me veo tejido de sombras ni robando reflejos. No soy, tampoco, cajas cerradas o sueños rotos de una primavera pasada…

Yo vivo en la brisa de los futuros, en los deseos que se anudan a los pies de los ríos… Y espero sin desesperar que la Maga pueda jugar y correr dentro de mis silencios (y hay tantas Magas que no hay palacio ni castillo para que puedan bailar y bailar durante cien noches, durante quinientas mañanas, durante un suspiro, durante los llantos de la Luna en marzo).

Espero que usted, amiga mía acepte las presentes salutaciones y comparta mis ojos… No hace falta que desnude su altura, que susurre sus sueños. No precisamos escuchar los secretos de su infancia, la música que la despierta cada mañana… Tenemos tiempo para inventarnos un barco o una torre llena de lluvias y cansados muebles…

Ya sabe usted que es una sorpresa hablar y callar a su lado… Siempre es bueno, muy bueno, subir las escaleras que nos llevan hasta las caricias que una mancha no puede borrar…

Y mirarla despacio, conversando con vos, es tan grato como comer naranjas después de haber escalado el Himalaya en una tarde de agosto, deese mes estival duro como un adiós…

Reciba, dama esquiva y desconocida, mis felicitaciones desde el Mediterráneo, desde el presente mar que hierve dentro de un desayuno ; reciba y acepta mis saludos bailando conmigo dentro de las noches de mar y fuego, para que mis manos la nombren, la acaricien e inventen sus miradas…

Ahora, después de olvidar para que vuelan los pájaros y duermen los gatos, me voy a pasear, incendiado y lleno de esa piel que el mar dibuja cuando un niño muere lejos, sin risas ni pan….

Entraremos siempre en su casa, para que no pueda vencernos el dolor ni los números de hierro, para que todo pueda desconocernos y no duela el agua que nos dibuja eternos…

Valencia, a 12 de febrero de 2004

Antonio Marín Segovia
Cronopio sin goma de borrar
Saludo a una dama desconocida (todas las mujeres de verdad son desconocidas…).

Cortázar y las Madres de la Plaza de Mayo

«Claro que sos mi camarada»

Inés Vázquez
Periódico Madres de Plaza de Mayo

Cuando la dictadura clavó sus garras sobre nuestro pueblo y muchas madres comenzaron a sufrir la desaparición cotidiana, aluvional, de sus hijos, Julio Cortázar hacía más de veinte años que residía en París y desde allí, escribía cuentos, novelas, poesías y ensayos con temáticas y contextos argentinos y latinoamericanos.

A medida que las brutales dictaduras fueron tiñendo el mapa de nuestra América, Cortázar comenzó a producir una literatura cada vez más política y -poniendo a disposición de las luchas liberadoras del continente su connotado prestigio internacional-, se avino a participar, crecientemente, en actos públicos de denuncia, campañas de solidaridad con los perseguidos y viajes militantes de apoyo a Cuba Socialista y a la Revolución Sandinista en Nicaragua.

Cuando las Madres aparecieron sobre la Plaza de Mayo e hicieron de sus pañuelos blancos el punto ciego de los dictadores, el escritor de París comprendió que había algo que escuchar y que aprender de estas mujeres surgidas como una llamarada entre el témpano de la dictadura. Con la perspectiva que nos dan los años y el poder recorrer archivos periodísticos y bibliográficos, sabemos hoy que Cortázar valoró, como muy pocos intelectuales argentinos, la acción y la palabra de las Madres. Y además, tuvo esa atención alerta no sólo cuando el movimiento recorría las calles del país seguido de multitudes, en el contexto político posterior a la guerra de Malvinas, sino cuando los represores impedían a las Madres entrar a la Plaza y, si ellas lo lograban, era detenidas en masa ; cuando en la Avenida de Mayo, mientras hacían la cola de la denuncia ante la CIDH, eran azuzadas por jóvenes y transeúntes festivos, portavoces irreflexivos o concientes del pensamiento dictatorial : «los argentinos somos derechos y humanos». Año : 1979.

Es cierto, como tantas veces se le ha reprochado, él no estaba en el país para sufrir la suerte de sus compatriotas, pero en Francia, usó las palabras justas en el momento necesario y contribuyó a que la condena al régimen resonara en toda Europa. «La Ley de Presunción de Fallecimiento equivale a la «solución final» de los nazis», puntualizó el 6 de septiembre de 1979, en respuesta a Harguindeguy (ministro de interior del régimen), que la presentaba como un gesto de caridad hacia los familiares de los desaparecidos. Los escritores del canon, dentro o fuera del país, eran abiertamente cómplices de los uniformados o guardaban un silencio impropio de artífices de la palabra.

Impacta y reconforta leer lo que Haroldo Conti, desparecido por los genocidas el 5 de mayo de 1976, opinaba del compromiso a distancia de su colega : «Francamente, sigo creyendo que no es una condición sine qua non estar ahora y aquí para opinar y aun participar de nuestra faena política. De hecho, hay gente que estando aquí es como si viviese en el Himalaya o aun en la Luna. Los clásicos espaldistas. Son capaces de escribir sobre el Renacimiento o sus aburridos fantasmas apoyados en el mismo paredón detrás del cual revientan a sus hermanos. Julio, en cambio, y para abreviar, es un ciudadano del mundo al cual no le afectan las distancias (…) Yo aprecio esto en Cortázar y se lo agradezco, y creo que es bueno que se quede allá aunque sea nada más que para eso. Porque cuando enmudezcan todas las voces, habrá todavía una, salvada por la distancia, que señale y condene, que denuncie y ayude, que movilice y congregue» . Auque fuera solamente porque Conti, desde su desaparición política, le reclamaba cumplir con esa estatura de intelectual responsable frente a los acontecimientos de su época, o porque se cautivó del particular tono de las Madres pisando firme el blindaje de los represores, Cortázar no dejó de pronunciarse una y otra vez con la verdad y la creación, contra el genocidio y sus mil máscaras de olvido, comodidad, tolerancia, miedo.

En febrero de 1981, tuvo oportunidad de demostrar hasta qué punto había sido sensitivo al discurso político de las Madres contra las estrategias de disolución y aplacamiento de la dictadura. Ellas venían sosteniendo, sin tregua, la dura lucha por saber dónde estaban sus hijos e hijas desaparecidos y ese reclamo, al cabo de cuatro años, había ido depurándose en tres palabras implacables y demoledoras, como una flecha clavada en el blanco : «aparición con vida».

Los militares, que en un primer momento habían negado los secuestros, venían intentando sortear la pregunta por la vida de los detenidos clandestinamente, dándolos «por muertos en enfrentamientos». Algunos organismos de derechos humanos, cediendo a la trampa, comenzaron a bregar por «esclarecimiento», «listas de muertos», etc. y a intentar convencer a las Madres, de que había llegado «una nueva etapa» y se trataba, ahora, de «reclamar cadáveres». El movimiento, una vez más, cerró el puño y adelantó el cuerpo contra esa campaña, labrada por los dictadores en el país y en el exterior. «Aparición con vida» debía ser la consigna más poderosa contra la mentira y el horror dictatorial.

En París, lugar de residencia de Cortázar, se programaba un gran encuentro de juristas para tratar sobre la novedad histórica de la desaparición forzada y diseñar estrategias legales contra este crimen en el mundo, pero muy particularmente en América Latina.

Para las Madres, estos eventos -ya entonces- eran el típico encuentro para hablar mucho y concretar muy poco en relación a la perentoria necesidad de salvar vidas. Sin embargo, acuden al Coloquio, que se desarrollará en la Asamblea Nacional, intentando presentar un trabajo que recibe incontables obstáculos para su exposición, ya que ellas, las Madres, no son «idóneas» en temas de derecho. Entre la delegación argentina se encontraban personajes como Jacobo Timmerman, Alconada Aramburu (UCR) o Vicente Saadi (PJ), esto explica, por contraste, el rechazo a la presencia de las Madres. Cortázar, que no es tampoco un jurista, tiene una chance para hablar precisamente por ser Cortázar y vivir en París.

Entonces, pronuncia un discurso histórico, «Negación del Olvido» (ver Periódico de las Madres Nº1, Segunda Epoca, Nov./2001), donde intenta zamarrear, muy en el sentir de las Madres, el acostumbramiento burocrático de tratar la vida de los desaparecidos como una excusa de discusión leguleya : «Aquí, en esta sala donde ellos no están, donde se los evoca como una razón de trabajo, aquí hay que sentirlos presentes y próximos, sentados entre nosotros, mirándonos, hablándonos». Está claro que Conti, por seguir con su ejemplo, no fue nunca una cifra ni un articulado en papel romaní para Cortázar. Sobre el final de su exposición, brillante en muchos pasajes, toma la brasa en las manos y la coloca al centro de los juristas, políticos y agentes de los servicios argentinos intercalados en los escaños ; contra todo el discurso de la muerte, defiende la posición de las Madres : «Hay que mantener en un obstinado presente, con toda su sangre y su ignominia, algo que ya se está queriendo hacer entrar en el cómodo país del olvido ; hay que seguir considerando como vivos a los que acaso ya no lo están pero que tenemos la obligación de reclamar, uno por uno, hasta que la respuesta muestre la verdad que hoy se pretende escamotear».

Quienes, desde hace años y en la actualidad, pretenden descalificar a Cortázar como un escritor «para adolescentes» (como si Stendhal, por caso, fuera menos valioso por ser accesible a los jóvenes o Lewis Caroll o Wilde o Walsh, por haberse dirigido a niñas y niños), coinciden en considerar al escritor, además, como un ingenuo político. La adhesión militante a la «aparición con vida» lo confirmaría en esta línea de ilusión, contraria al realismo político que, entonces y hoy, pide una lápida y un nombre para cada muerto como cúspide de la denuncia al genocidio. Para nosotros, en cambio, su palabra amiga, expresada en textos de ficción, ponencias y discursos , ha quedado definitivamente del lado de la locura lúcida de los que piden y alientan más y más aire para respirar, soñar y trascender nuestros acotados límites individuales, en la vida como en la muerte, pero desde ya, sobre todo en la vida.

Poco tiempo antes de morir el 12 de febrero de 1984, Cortázar visitó el país, quería recorrer sus calles después del infierno y darse al encuentro con sus lastimados y dispersos lectores ; también, continuar contribuyendo al logro de justicia para tantos crímenes. Pero en el país gobernaba Alfonsín, con los «dos demonios» a boca de jarro y la paciente impunidad en levadura, a través de sus decretos presidenciales, discursos, ataques a las Madres y futuras leyes de vergüenza. Cortázar caminó por Corrientes entre librerías (tan pocas) y cálidos lectores que lo reconocían y saludaban emocionados. El gobierno tenía en Sábato a su modelo de intelectual a molde del oficialismo que fuere, y nuestro autor fue cruelmente ignorado cuando había contribuido, como ningún otro escritor argentino de su renombre, a la resistencia antidictatorial y a la solidaridad combatiente.

Si eran malos tiempos para la honestidad, Julio Cortázar permanecía, en cambio, en buena compañía, la que había elegido en el combate grande de la historia : los desaparecidos «obstinadamente presentes», los revolucionarios de América Latina, nuestras Madres-paloma, verdadera patria echada a andar por cielo y tierra, -por eso, por ellas- liberados.

*Nota publicada en el último número del Periódico Madres de Plaza de Mayo, enero-febrero/2004

KAOS


Par : Antonio Marín Segovia