Si escribo los nombres de August Spies, Albert Parsons, Adolf Fischer, George Engel, Samuel Fielden, Michael Schwab, Oscar W. Neebe y Louis Lingg, pocas personas sabrán a quienes me refiero. Si digo que los cuatro primeros murieron en la horca, los dos siguientes fueron condenados a cadena perpetua, el séptimo a quince años de trabajos forzados y el último se suicidó el día previo a su ahorcamiento, aporto datos pero no aclaro mucho, sin embargo, si digo Primero de Mayo y mártires de Chicago la cosa se aclara.

Si escribo los nombres de August Spies, Albert Parsons, Adolf Fischer, George Engel, Samuel Fielden, Michael Schwab, Oscar W. Neebe y Louis Lingg, pocas personas sabrán a quienes me refiero. Si digo que los cuatro primeros murieron en la horca, los dos siguientes fueron condenados a cadena perpetua, el séptimo a quince años de trabajos forzados y el último se suicidó el día previo a su ahorcamiento, aporto datos pero no aclaro mucho, sin embargo, si digo Primero de Mayo y mártires de Chicago la cosa se aclara.

El 11 de noviembre de 1887, un año y medio después de la gran huelga iniciada el 1º de mayo de 1886 reivindicando la jornada laboral de 8 horas, fueron ahorcados en la cárcel de Chicago los dirigentes anarquistas y socialistas. Ciento veintidós años después, el 10 de junio de 2008, los ministros de Trabajo de la Unión Europea aprueban la propuesta de la presidencia eslovena que permitirá a cada Estado miembro modificar su legislación para elevar la semana laboral hasta 60 horas, y a 65 para
determinados colectivos.

Siempre se creyó que el avance científico y tecnológico no solo liberaría a la humanidad del trabajo mas pesado y sacrificado sino que también le daría mas horas para dedicarlas al ocio, a su realización personal y sus relaciones sociales, tiempo que además sería fuente de riqueza al generarse a su alrededor una gran actividad económica (vacaciones, cultura, viajes, etc.). El final de la guerra fría y la caída del muro de Berlín generaba la ilusión de que los cientos de miles de millones de dólares, euros, libras, pesos, dracmas o la moneda que se le ocurra a cualquier lector, gastados anualmente en la carrera armamentista fueran dedicados a la solución de los problemas acuciantes del planeta y sus habitantes (hambre, enfermedades, educación, vivienda, etc.). No solo no ocurrió nada de esto, por el contrario, el retroceso de las conquistas sociales que tantos sacrificios costó a lo largo de los siglos (podríamos remontarnos al siglo I a.C y la lucha de Espartaco) es cada vez mayor.

En los últimos años hemos visto en Europa a otrora sindicatos poderosos (IG Metall de Alemania) firmar convenios en los cuales se establecían rebajas salariales y aumento de horas de trabajo con la promesa empresarial de no reducir plantillas, y celebrarlo como un triunfo. Generalizarse la contratación temporal con salarios a la baja seguida de la «recomendación» de no sindicarse bajo la velada y a veces directa amenaza de no renovar el contrato. Elevar la edad de jubilación y reducir el importe de la pensión al aumentar los años de cómputo para calcular la base reguladora. Y mas ejemplos que se podrían dar : deslocalizaciones, discriminación salarial entre hombres y mujeres y de estos con inmigrantes, trabajo «en negro», etc.etc. etc.

Lo último, por ahora, es la directiva de las 60 horas semanales. Queda un trámite, su aprobación en el Parlamento Europeo. El gobierno español dice que se opone frontalmente y está haciendo gestiones ante el grupo socialista europeo para su rechazo. Si es esta la voluntad ¿porqué se abstuvo en la reunión de ministros de trabajo en lugar de elevar un rotundo no a la propuesta ? ¿Qué se esconde detrás ? Urge aclararlo, todo un sistema de valores y la credibilidad del ejecutivo están en juego.

En veinte años pasamos del post comunismo al pre liberalismo, de seguir por este camino no nos extrañe leer, en un futuro no muy lejano, la noticia de que otro consejo de ministros europeos autoriza el trabajo de niños, y asistiremos a ese crimen con la misma pasividad cómplice con la que asistimos al trabajo de los niños esclavos del tercer mundo. Ese día, para nuestra vergüenza, las extraordinarias novelas de Charles Dickens volverán a ser crónicas de actualidad.


Fuente: Hugo F. Silberman