Artículo de opinión de Rafael Cid

Los datos son demoledores. Durante meses, España ha sido el país del mundo con más muertos de Covid-19 por millón de habitantes (y aún lo seríamos si se contabilizaran, como pide la OMS, los 44. 868 fallecidos con PCR o sintomatología compatible). Seguimos ostentando el record global de sanitarios infectados. A poco más de un mes de finalizar el Estado de Alarma, lideramos los rebrotes en el marco europeo.

Los datos son demoledores. Durante meses, España ha sido el país del mundo con más muertos de Covid-19 por millón de habitantes (y aún lo seríamos si se contabilizaran, como pide la OMS, los 44. 868 fallecidos con PCR o sintomatología compatible). Seguimos ostentando el record global de sanitarios infectados. A poco más de un mes de finalizar el Estado de Alarma, lideramos los rebrotes en el marco europeo. Países de nuestro entorno nos han puesto en la lista negra desde la perspectiva de una segunda ola de pandemia, con las desastrosas consecuencias económicas y sociales que esa estigmatización conlleva. Hemos escalado al primer puesto en tasa de paro general y juvenil de la Unión Europea (UE), por delante de la tres veces rescatada Grecia, tras conocerse que en el segundo trimestre se destruyeron 1,1 millón de empleos (especialmente autónomos, temporales y mujeres, y sin contar los ERTES que son cantera de potenciales ERES). Y el PIB en ese periodo se ha desplomado hasta el 18,5%, lo nunca visto desde la guerra civil. Cuando países como el diezmado EE.UU, Alemania, Francia, o Italia han registrado un 9,5%, un 10,1 %, un 13,8% y un 12,4% respectivamente. Todo ello con un déficit acumulado hasta junio del 4,4%, equivalente a un montante de 48.000 millones de euros, siendo en 2019 nuestra economía la que crecía por encima de la media europea.

¿A qué se debe, pues la anomalía española, monitorizada por un gobierno que en poco más de 72 horas pasó de la indiferencia ante la pandemia a la contundencia decretando el confinamiento más estricto, radical y largo, de personas y empresas, del continente? Quizás la mejor forma de definir ese vaivén que nos ha arrojado a ser los grandes damnificados en la crisis sanitaria y en la crisis económica (tanto monta monta tanto) sea recurrir a dos eslóganes y otros tantos pronunciamientos emitidos desde el poder. Hablamos por una lado del ciclo que va desde la <<Operación Balmis>> al <<Salimos más fuertes>>, de idéntico calibre propagandístico. Y por otro, esgrimiendo lo anticipado por el responsable de Emergencias y Alertas Sanitarias, y lo afirmado por la ministra de Economía, frustrada opositora a presidir el Eurogrupo. Fernando Simón anunció al 23 de febrero que <<a lo mucho tendríamos uno o dos contagios>>, cuando el mismo día en que se clausuraba el Mobile de Barcelona, con la irritación de la clase política y ministerial que no veía motivos para ello, a la sazón el 13 de febrero, España registraba la primera víctima por coronavirus y el número de sanitarios iba en aumento (el 4 marzo legarían a 200, según denunciaba en portada el diario El País). En el otro extremo, pero con parecido desconocimiento de causa, ese mismo significativo 4 de marzo, Nadia Calviño aseguraba en el Congreso que el impacto del coronavirus sobre la economía <<será poco significativo>>. Tal para cual. Claro que, metidos de lleno en el disparate, ahí está la reunión del Consejo Nacional de Seguridad, con todas las fuerzas vivas de la nación en perfecto orden de formación, celebrada también el fatídico día de marras, evaluando el riesgo de pandemia como<<improbable>>. El modelo CIS Tezanos como marca de la casa. La realidad paralela que nuestros representantes llaman nueva normalidad.

Primar la política del relato sobre los hechos produce monstruos asintomáticos cuando la opacidad es norma de obligado cumplimiento. Lo que ocurre es que el chute psicológico (paternalista y autoritario) con que se ha gobernado la crisis ha permitido convertir la distópica pandemia en un simulacro de eficacia si permanecíamos atentos a la pantalla. Por si no estuviera claro, Pedro Sánchez no los ha recordado al proclamar que el <<virus no lo transmiten las instituciones, sino las personas>>. De donde se deduce que el gobierno de coalición de izquierda que preside hizo lo que debía al tratar a los ciudadanos como menores de edad, en los diferentes bandazos dados desde el Ejecutivo para surfear el conflicto. Aunque, el presidente ignora los casos de Carmen Calvo, Irene Montero y Carolina Darías, infectadas por el virus en su doble condición de personas-institución, y que todo el grupo parlamentario socialista le recibió al completo sin guardar las cautelas de aforo establecidas para aclamarle como a Cesar tras las Galias. Un hombre completo no necesita ser una autoridad, que dijo Stirner.

Un Estado de Alarma absolutista made in China, rayano en lo inconstitucional; un mando único e integral que dejaba hacer a las comunidades cuando era incapaz de aportar los recursos precisos para frenar el desastre; una desescalada diferida desde la sospecha de un grupo de expertos que nunca existió; y, finalmente, una apertura tan atropellada e insensata como fue el brusco viraje hacia cerrojazo total, que nos ha puesto en entredicho para media Europa. De nuevo, nada es verdad ni es mentira, todo depende del color con que se mira. Y para ello Moncloa cuenta con el duopolio de la televisión privada (Mediaset y Atresmedia), beneficiado durante la crisis con 25 millones de euros por razones inconfesables, a pesar de tratarse de dos corporaciones mediáticas que cerraron el pasado ejercicio con grandes beneficios.

La clave de esta aberración radica en la ideologización de la pandemia urdida entre tinieblas a favor de parte, la dominante y la oponente. Franquismo sociológico puro y duro. O se está conmigo o se está contra todos, poniendo a la gente como escudos humanos. Tan absurdo, negativo y bochornoso seria instigar una cruzada contra Aragón y su presidente socialista por ser la región de la UE con mayor incidencia de rebrotes, como lo fue en su momento la sarracina de signo contrario emprendida por tierra, mar y aire desde el Gobierno y sus aliados mediáticos contra la Comunidad de Madrid regida por el PP. El coronavirus no es de derechas ni de izquierda, sin negar la realidad política que asiste en cada caso. Lógicamente esa parasitación ideológica de la pandemia lleva implícita y conexa en lógica bumerán otra pandemización de la ideología de consecuencias inagotables. Lo que ayer fue orgulloso activismo de la sociedad civil para despertar conciencias ante la perniciosa realidad circundante, ahora, en alguna medida, son terminales del nuevo poder que actúan como parapeto. Lamentablemente hay sectores del feminismo, los yayoflautas, memorialistas, etc., que han sido cooptados por el gobierno de coalición de coalición progresista, y en casos concretos incluso han pasado a depender de fondos públicos. Algo parecido a lo que ya vimos al principio de la transición con determinados movimientos satelizados por la izquierda antifranquista de la víspera que urdió la nueva normalidad del Régimen del 78.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid