El mundo católico no para de llorar por la muerte de Juan Pablo II. El lamento por su desaparición ha resonado en todo el orbe al punto que ya se alzan voces proponiendo se santifique a Karol Wojtyla por su obra mundial. Pero una cosa es estar triste y otra cosa es cerrar los ojos a hechos no tan santos como cuando dio su respaldo a los dictadores de turno de América Latina y le volteó la espalda a hombres como Monseñor Oscar Arnulfo Romero que denunciaba la matanza de los desposeídos de su pueblo.

El mundo católico no para de llorar por la muerte de Juan Pablo II. El lamento por su desaparición ha resonado en todo el orbe al punto que ya se alzan voces proponiendo se santifique a Karol Wojtyla por su obra mundial. Pero una cosa es estar triste y otra cosa es cerrar los ojos a hechos no tan santos como cuando dio su respaldo a los dictadores de turno de América Latina y le volteó la espalda a hombres como Monseñor Oscar Arnulfo Romero que denunciaba la matanza de los desposeídos de su pueblo.

Quién no se acuerda de sus fotos hablando amenamente con Augusto Pinochet y bendiciéndolo en abril de 1987 y posteriormente saliendo con el dictador al balcón del Palacio de la Moneda donde murió trágicamente Salvador Allende. También los archivos guardan la felicitación personal del papa a Pinochet con motivo de su boda de oro. En 1999 abogó por la liberación de Pinochet cuando fue detenido en Londres. Mientras que sus relaciones con el jefe de la junta militar de Argentina, general Jorge Videla eran cordiales, jamás quiso recibir a las Madres de la Plaza de Mayo que anhelaban pedirle ayuda para saber sobre sus hijos y nietos, según se quejaron siempre ellas.

Alfredo Stroessner de Paraguay y Alberto Fujimori también fueron recibidos y bendecidos por el pontífice. El ex presidente de Argentina Carlos Menem reveló el apoyo que dio su santidad a su decisión de indultar a los ex dictadores Videla, Massera y a muchos de sus seguidores. La publicación del libro de Bruno Passarelli y Fernando Elenberg, ’Il Cardinale e I Desaparecidos sobre el Nuncio Pío Laghi’ implicó inclusive más el rol de la iglesia católica en una de las mayores tragedias de Argentina donde más de 30 mil personas fueron asesinadas y desaparecidas.

Las Madres de la Plaza de Mayo, los familiares de los desaparecidos en Chile, El Salvador etc., no estarán de acuerdo en que Juan Pablo II sea santificado. El 24 de marzo se cumplió el 25 aniversario del asesinato de Monseñor Romero y entre los recuerdos del calvario se habla de aquella vez cuando el sacerdote salvadoreño llegó hasta Roma para pedirle ayuda por la represión sangrienta a la población, incluyendo asesinato de sacerdotes por parte de la junta militar en el poder que era apoyada por EEUU.

Después que le habían negado una y otra vez una audiencia, Romero lo había interceptado en San Pedro, y Juan Pablo le atendió unos minutos. Según relato del propio Monseñor Romero a su asistente, el Papa se había enojado por la cantidad de fotos de asesinados y documentos. ’Ya hemos dicho que no vengan cargados con tantos papeles’, le había dicho el Papa. ’Mataron al padre Octavio Santo Padre, diciendo que era guerrillero, pero yo mismo lo ordené y era un sacerdote piadoso que solo ayudaba a los pobres’ le dijo mostrándole una terrible foto del cadáver aplastado por una tanqueta. Juan Pablo II le había contestado fríamente : ’y acaso no lo era ?. Si Ud. supera sus diferencias con el gobierno trabajara cristianamente por la paz. Tu deber es tener como amigo al gobierno de tu país’, y había terminado con la reunión. Meses después Romero fue asesinado en plena misa.

No es un secreto el carácter visceral de anticomunismo de Juan Pablo II, desde esta perspectiva muchos lo comparan con Pio XII, el Papa que dio el visto bueno a las atrocidades de Hitler y de los fascistas, porque ’representaba la barrera de choque de la Cristiandad contra la Unión Soviética de Stalin. El paralelo es la relación de Juan Pablo II con Ronald Reagan.

En junio de 1982 ellos conformaron ’la alianza secreta más grande de todos los tiempos’ según el ex asesor de Seguridad Nacional de Reagan, Richard Allen, refieriéndose a la creación de la campaña clandestina para ’hacer caer el comunismo’ que ambos planificaron. Desde aquel momento el dinero empezó a llegar a raudales al movimiento Solidaridad de Polonia y posteriormente a los disidentes de Checoslovaquia, Hungría, Alemania Oriental etc., etc.

De acuerdo al libro de Carl Bernstein y Marco Politi, ’John Paul II and the Hidden History of our Time’, el director de la CIA William J. Casey y el embajador especial de Reagan, ex general políglota Vernon Walters estaban en permanente contacto y coordinación con el pontífice para hacer caer al socialismo. Lo irónico de todo esto fue que después de la disolución de la Unión Soviética, el Papa proclamó en 1991 en su encíclica Centessimus Annus que ’el comunismo tenía semillas de verdad’. También es cierto que en sus últimos años denunció a la globalización económica, abogó por la reducción económica de la deuda externa de los países en la vía de desarrollo y condenó el empobrecimiento de la mayoría de la población de nuestro globo terrestre.

Sin embargo, jamás se atrevió a presionar a la única superpotencia del mundo para aliviar la situación de los millones de desposeídos. Más bien obedeció sus dictados silenciosamente. En 1998 anunció que en 1999 cumpliría la meta más grande de su vida haciendo el peregrinaje al lugar de nacimiento de Abraham, el pueblo Ur de Chaldees (Irak), tal como lo hicieron casi todos sus antecesores. No lo hizo porque el departamento de Estado norteamericano no le dio la autorización.

Desde el comienzo de su liderazgo, Juan Pablo II mostró total rechazo a cualquier movimiento progresista, y fue pieza vital para frenar los cambios sociales que hubieran creado condiciones para una justa redistribución de la riqueza, erradicando la explotación y la injusticia. En 1983 se opuso tajantemente a la Teología de la Liberación que, de acuerdo a uno de sus creadores, padre Gustavo Gutiérrez, proponía utilizar el evangelio para ’liberar al hombre de todo lo que lo deshumaniza y le impide vivir según la voluntad del Padre’. Pero Juan Pablo II denunció sus postulados como ’una desviación peligrosa’. Así ordenó el silenciamiento del Segundo Concilio del Vaticano y las Proclamas de Puebla y Medellín que acordaron ’La iglesia para los Pobres para la creación de una sociedad nueva’.

Entonces acalló al padre Leonardo Boff y Gélder Cámara de Brasil ; Leonidas Proaño de Ecuador ; Gustavo Gutiérrez del Perú, Samuel Ruiz García de México, Ernesto Cardenal de Nicaragua, Tissa Balasuriya de Sri Lanka y todos los sacerdotes que proponían liberar al hombre, creando una sociedad nueva más justa y armoniosa’.. En Argentina y otros países se prohibieron los libros de la Teología de la Liberación. Boff, Proaño y Gutiérrez fueron encausados por el Santo Oficio del Vaticano.

Lamentablemente la muerte de Juan Pablo II no significa un cambio o un retorno a la Iglesia de los pobres, todo augura que su sucesor será un Papa más conservador, y entre los candidatos más fuertes se halla el ultraderechista, llamado ’el inquisidor del Vaticano’, el cardenal alemán Joseph Ratzinger…

Dios nos encuentre confesados.

Por : Vicky Pelaez (LA PRENSA, EEUU)

argepress