Artículo de opinión de Rafael Cid

De cómo el sistema conspira para que los que causaron la crisis gestionen la economía futura con el consentimiento de sus víctimas.

De cómo el sistema conspira para que los que causaron la crisis gestionen la economía futura con el consentimiento de sus víctimas.

“Ceteris paribus” fue la expresión acuñada por el economista Alfred Marshall para significar las limitaciones del análisis económico. “Ceteris paribus” (si lo demás no varía) era el principio bajo el que se podían establecer equilibrios particulares en un sector sin influir en su contexto exterior. Pero para que eso funcionara adecuadamente, Marshall estableció una clara acotación: que esas modificaciones fueran limitadas cualitativa y cuantitativamente. Solo así, en esas condiciones casi ideales, se podía evitar la habitual interdependencia causa-efecto, acción-reacción. De lo contrario, lo demás si variaba.

Este sencillo aserto final se ha pervertido totalmente al tomar la economía la delantera a la política, escindiéndose la trabazón que las unificaba bajo la denominación “economía política”. O para ser más precisos, cuando el capitalismo como forma de expresión económica se impuso a la democracia, entendida esta como modelo de gestión de la política, dando ese oxímoron tan clamoroso de “democracia capitalista”. De suyo dos trenes que circulan en sentido opuesto por mor de su adn constitutivo. El capitalismo se basa en la continua y acelerada concentración de recursos, mientras la primera naturaleza de la democracia es la centrifugación de recursos, el policentrismo orgánico y la descentralización de la gestión.

Debido a esta patología operada en la economía y la política realmente existente, aquel “ceteris paribus” (si lo demás no varía) se ha terminado codificando como equivalente a su contrario, al statu quo, a que nada cambie. Código que en la sutil realidad de los hechos se traduce en el conocido “cambiar algo para que todo siga igual”. Y esa misión es la que intentan fagocitar por tierra, mar y aire todos los agentes del sistema, nominales y vocacionales. De ahí que en momentos de crisis como el actual hagan supremos esfuerzos para convencernos (en nuestra triple dimensión elector-consumidor-contribuyente) de las bondades ocultas de sus fracasadas propuestas, y sobre todo de que no hay alternativa posible a lo oficial. Una suerte de estúpido más vale malo conocido que bueno por conocer.

Y en esas están los intrigantes en estos momentos. Recauchutando sus viejas recetas y desacreditando a todo lo que se mueve que desafíe su obediencia debida para llevar la crisis que ellos desataron hasta sus últimas consecuencias. Es decir, no solo que la crisis beneficie a los que la causaron y sea pagada por los que la sufren, sino que además establezca unas nuevas reglas del juego que haga aún más profunda, mórbida y legal la dominación autoritaria y jerárquica de arriba-abajo y de dentro a la periferia. Eso que con una insólita desfachatez se ha categorizado como que “las nuevas generaciones vivan peor que sus padres”. El “ceteris paribus” espurio como impulso político de una democracia sin demócratas.

Esta especie de “plan renove” se formaliza a través de drones sociales, supuestos líderes de opinión que, controlados desde el sistema-panóptico, publicitan la vuelta al pasado como la solución más realista al tiempo que demonizan las opciones alternativas como contraproducentes. Se trata de tachar de utópico (irrealizable) la posibilidad de un mundo más libre, pacífico, justo, solidario y democrático, mientras se acepta como normal la distopia de una existencia regida por la injusticia, la opresión, la violencia, la desigualdad y la competencia fratricida. La resignación de una vida esclava e infeliz. El revés del derecho, que hace que la opulencia del 1% decida la suerte del 99% porque los pocos son los que nos “cuentan cómo pasó” a los muchos.

Aunque ahora, tan canutas las presienten, recurren incluso a fórmulas inéditas en su arsenal alienador. Sugieren esas fuentes que los cambios que la ciudadanía anhela llevan en realidad a todo lo contrario. Es lo que ha escrito uno de esos drones de mal agüero, Antonio Roldán Monés, doctorando (es decir un experto que aún está aprendiendo) de la London School of Económics, portaviones del último neoliberalismo económico, donde imparte doctrina el también español Luis Garicano, uno de los máximos predicadores de la materia. Pues bien, el eminente “doctorando” Monés ha parido un artículo en el diario bancario global (¿Es Podemos una alternativa para la izquierda? El País 25/08)) donde demuestra de aquella manera que el programa económico del partido revelación el 25-M no sólo no es progresista sino que representa una opción demagógica y catastrófica. Un cestón de medias verdades y circunloquios para tratar de convencer a la ciudadanía que la alternativa real siempre está en la derecha de la sedicente izquierda socialista. Lo mismo que, con mucha más solera intelectual, perpetró en el mismo rotativo el historiador socialista Santos Juliá (Gente será, más gente empoderada, Babelia 26/07/4) y antes su colega ex comunista Antonio Elorza con un título que remite a una película de resonancias fachosas (La ola, El País 10/06). Son las típicas profecías autocumplidas que los drones del imperativo legal ponen en circulación cuando los pilares del régimen se tambalean. Su particular versión del “ceteris paribus”.

Una suerte de sostenella y no enmendalla para tratar de imponer un lavado de cara que permita volver la noria del sistema donde solía, evitando que la lógica indignación ciudadana inhabilite cualquier operación presuntamente reformista, en fondo y forma. Porque quien manda manda, y todos los movimientos del tablero del poder señalan en dirección a repetir la jugada que originó la crisis, poniendo hogaño en la meta de salida a los peones de antaño como garantía de rentable continuidad. Así vemos a Luis de Guindos, antiguo responsable en España de Lehman Brothers y actual ministro de Economía del gobierno del PP, investido para presidente del Eurogrupo, y en la Francia socialista, al presidente Hollande entregando idéntica cartera al tecnócrata Emmanuel Macrom, socio de la Banca Rothschild.

De esta forma, la mano invisible del statu quo culmina el control del proceso, poniendo en los puestos clave a personas e instituciones que deberían estar en el banquillo de los acusados por su complicidad en el astericidio. Sin ser deterministas, en esta caso lo que mal empezó puede acabar peor. Los de Guindos y los Macrom son la réplica agónica de un Mario Draghi, encumbrado a la presidencia del Banco Central Europeo (BCE) desde la vicepresidencia para Europa de Goldman Sachs, la cuarta entidad de inversión del mundo, o de una Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (tras el crac Rodrigo Rato), recién imputada en firme por el caso Lyonnnais-Tapie. Mientras, solo en la venta de Catalunya Banc al BBVA, el Estado ha perdido 11.839 millones de euros.

Puede que alguien piense que esta lista de la corrupción institucional tiene un sesgo de responsabilidad fundamentalmente derechista. Craso error. Si dicha reconstrucción del poder sobre sus propias cenizas se ha consumado con éxito ha sido debido al acuerdo tácito y expreso tejido entre el espectro político conservador europeo y el de la sedicente izquierda socialdemócrata. Y no habló solo del reparto de la tarta en las cúpulas instituciones de la Unión Europea (la Comisión para Juncker y el Parlamento para Schulz), sino de su directa implicación en áreas igualmente estratégicas aunque de menor nivel. Es el caso de la exministra de Fomento socialista Magdalena Álvarez, presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), y ahora imputada en el affaire de los EREs o del memorable Carlos Mulas, subdirector de la Oficina Económica de Moncloa con Rodríguez Zapatero (perpetrador del golpe de mano del art. 135 de la Constitución), que con una mano actuaba como director de la Fundación Ideas, el manglar de pensamiento del PSOE, y con la otra asesoraba al FMI políticas austericidas para Portugal.

Este juego de drones a diestra y siniestra tiene importantes consecuencias sociales y culturales porque conforma una misma manera cleptómana de entender la política. Unos datos de situación para terminar. Por un lado, en el año 2010, última estadística registrada, el PSOE fue el partido que más donaciones recibió (2.908 millones de euros frente a 2.143 millones del PP), y, por otro, Izquierda Unida (IU) ha sido el primer partido en la historia en ser objeto de un proceso sancionador por el Tribunal de Cuentas debido a vulnerar la Ley de Financiación. Pero nadie en ese corral puede decir de esta agua no beberé. Tenemos hasta equipos de futbol que lucen en sus camisetas sponsor de los emiratos que sufragan concienzudamente el terrorismo yihaidista.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid