"Ciudadanos y ciudadanas, gracias por su atención. Después de recorrer frías montañas y atravesar cálidos desiertos, de enfrentarse con temibles monstruos antisistema y de salir victorioso de decenas de casos de corrupción, por fin ha llegado a su ciudad el inigualable, el magnífico, el incomparable.... ¡el circo político! En el circo político tendrán la oportunidad de encontrar a quienes saben qué hacer contra todos los males sociales: el paro, la crisis, los recortes, las privatizaciones... ¡qué nadie se preocupe, están en buenas manos! ¿No llega a fin de mes? ¿Le preocupa que la sanidad deje de ser pública? ¿Está toda su familia en paro? El circo político tiene todas las soluciones... tan sólo tiene que votar, vote al circo político y será feliz, vote al circo político y será un buen ciudadano, vote al circo político y todo mejorará... no se lo piense más y ¡vote de una vez!"

Y entonces me desperté
sobresaltado de una furtiva cabezada después de almorzar. Definitivamente no
debería dormirme justamente después de ver los anuncios electorales. Pero
ciertamente «ya están aquí», como si de una invasión alienígena se
tratara, los políticos abandonan sus planetas natales llenos de coches
oficiales, sillones de cuero y jamón del bueno para integrarse por unos días
con la gente corriente.

Y entonces me desperté
sobresaltado de una furtiva cabezada después de almorzar. Definitivamente no
debería dormirme justamente después de ver los anuncios electorales. Pero
ciertamente «ya están aquí», como si de una invasión alienígena se
tratara, los políticos abandonan sus planetas natales llenos de coches
oficiales, sillones de cuero y jamón del bueno para integrarse por unos días
con la gente corriente. Durante este tiempo intentarán inocular su adictiva
palabrería en nuestros cerebros para convencernos de que tienen el conocimiento
y la capacidad para hacer de nuestra vida un fabuloso paraíso de abundancia,
con agua cristalina, trabajo, dinero, mariposas y flores de colores… y claro,
si esto todavía no es así, es siempre culpa de «los otros», porque
ellos son magníficos, honorables, honrados y maravillosos.

Entonces llamaron al portero del
piso, como siempre estropeado…

 –¿sí? -respondí a la
vez que un sonido ininteligible salía del auricular- Pues nada, les abriré
que seguro que será publicidad.
Al poco tocaron en mi puerta. Vaya
horas

-dije-, y yo aquí medio dormitando… abro la puerta y encuentro a dos
personas, un hombre y una mujer.

Hola, encantados de
saludarle, como bien sabrá, nuestra sociedad está aquejada de muchos males

¿Son ustedes Testigos de
Jehová?
-les pregunté-

No caballero, le venimos a
presentar la candidatura de nuestro partido político para las próximas
elecciones municipales, el cambio que nuestra localidad necesita

Pues casi hubiera preferido
que fueran Testigos de Jehová
-pensé-. Les agradezco mucho el
interés, pero es que yo no voto.
Entonces clavaron su mirada en mí,
entre asqueada y prepotente, para en seguida comenzar con la típica retahíla:

¿Cómo que usted no vota,
caballero? ¿Usted no sabe que si no vota se une su voto a la mayoría? ¿Usted no
sabe que es un derecho conquistado con el esfuerzo de muchas personas?
¿Prefiere usted una dictadura? ¿No sabe que para cambiar la situación debe
movilizarse el electorado? ¿No sabe usted que eso muestra la irresponsabilidad
y pasotismo de un ciudadano poco comprometido e insolidario?… Mire, le
dejamos estos panfletos y ya usted si quiere los mira tranquilamente… ¡porque
el cambio sí es posible!

– Pues nada, gracias… -les despedí y
raudo me dirigí a tirarlos, al cubo azul, claro está-

Después de esta experiencia de
«campaña puerta a puerta» volví a sentir la incomprensión,
intolerancia e incluso la rabia de las personas a las que expongo mi postura
abstencionista. Sin duda, creo que es la postura más denostada por todos los
«demócratas», de izquierda y derecha, revolucionarios y reformistas, liberales
y anticapitalistas, progresistas y conservadores. Tanto es así que de vez en
cuando, como me pasó ese día, me siento tranquilamente y me pregunto yo mismo:
«¿Por qué será que yo no voto?» y reflexiono:

¿Será por la corrupción de
los políticos?

Probablemente el motivo más
evidente es la podredumbre manifiesta e indisimulada de la «casta
política». El mangoneo no entiende de fronteras ni de color político.
PSOE, PP, CIU, IU… todos, y cuando digo todos es todos, demuestran a
rajatabla la máxima que «el poder corrompe», aunque la mayoría ya
venían corruptos de casa. Pues si el poder corrompe, y así está más que
demostrado, destruyamos el poder como lo conocemos ahora y creemos nuevas
fórmulas de organización («¡qué miedo, algo nuevo!», pensará alguno).

Pero no sólo debemos hablar de
la corrupción literal de los que roban dinero público y que, por supuesto,
nunca pasan por la cárcel (que para eso ellos son los que hacen las leyes),
sino de la propia estafa del aparataje político que dota de generosos sueldos y
beneficios de todo tipo a los 8.112 alcaldes,
65.896 concejales, 1.206 parlamentarios autonómicos, 1.031 diputados
provinciales, 650 diputados y senadores, 139 responsables de Cabildos y
Consejos insulares y 13 consejeros del Valle de Arán que tenemos en el Estado
español. Aquí no se contabilizan el séquito de consejeros político que todo
cargo político que se precie posee para, sobre todo, mantener su privilegiado
estatus, ya que, como muestran las evidencias, los políticos, en ningún caso,
tienen interés en la mejora de los ciudadanos.

Una vez que un político entra en
la casta, hará todo lo posible por mantener sus privilegios y formar parte de
la oligarquía política, convertidos en felices y complacientes títeres del
capital con su parcelita de poder asegurada. Eso sí, deben cumplir un estricto
requisito que nada tiene que ver con poseer un título académico, pasar por unas
oposiciones o demostrar sus capacidades de gestión, el único requisito es tener
la suficiente bajeza moral que te permita, por ejemplo, cantar la Internacional
mientras cobras 20.000 euros al mes o poder conciliar el sueño
sabiendo que eres cómplice de asesinato en múltiples guerras.

¿De verdad alguien piensa que
voy a legitimar con mi voto las corruptelas de esta carroña? Lo siento mucho,
pero búsquense a otro.

¿Será porque votar no ha
cambiado ni cambiará nada?

Uno de los argumentos más
reiterados por los «defensores de la democracia» es que si no votas
por uno u otro, no se cambiará nada y que al no votar se está favoreciendo el
continuismo político y los que salen beneficiados son los grandes partidos
mayoritarios. Estas son consignas típicas que se han difundido de forma
interesada pero sin más argumentos que la rumorología y sin más fundamento que
el hacer verdad una mentira mil veces repetidas.

Si no votas, no votas y tu voto
no va ni a la mayoría ni a la minoría. Simplemente, no se te tiene en cuenta y
punto y precisamente esto está hecho así para blindar posibles protestas que
mediante la abstención los ciudadanos puedan acometer contra el sistema. El
encuentro se jugará, vaya un espectador o vayan mil. La diferencia es que si un
partido necesita un 5% para obtener representación y de 1.000 personas, votan
100, pues con 5 personas que les voten, ya tendrán representación, mientras que
si votan las 1.000 necesitarán 50, por lo que, como se puede observar y de
forma indirecta, la alta abstención puede favorecer la pluralidad, aunque en
ningún caso esa sea la intención de los abstencionistas.

Por otro lado, a los que
consideran que si no votas, nada cambiará, me gustaría que echaran la vista
atrás y que corroboraran los grandiosos cambios políticos y económicos que las
elecciones pasadas han favorecido en las últimas décadas…. ¡ninguno! Desde la
entrada en el gobierno central del PSOE socialdemocristiano de principios de
los ochenta vemos como únicamente se han conseguido ciertos avances con las
movilizaciones masivas de los trabajadores, con las huelgas generales, con la
presión directa hacia los mandatarios y amenazando las fuerzas económicas. Da
igual qué siglas estén en el poder, que su rol siempre será el mismo.

Pero todavía alguien podría
pensar y argumentar que es que todavía no ha llegado el partido correcto al
poder, aquel partido que, como la parusía cristiana, llegará de forma gloriosa
a traer algún tipo de revolución desde las poltronas del gobierno. En primer
lugar no sé qué les hace pensar que cualquier otro partido se comportará de
forma diferente a los que actualmente están, qué les hace pensar que el cambio
de élites se traducirá en mejores condiciones, si así lo creen, que tomen como
ejemplo el mencionado PSOE y su discurso antes de hacerse con el poder en 1982.
En segundo lugar, es una posición bastante cómoda, pasiva, como el cristiano
que cree que con rezar, todas las injusticias desaparecerán.

Claro, existe otra postura más
pragmática que es la del «voto útil», cuyo fundamento es votar al
menos malo con la lógica de que si no votamos, la malvada derecha neoliberal
vendrá a quitarnos derechos y a privatizar todo lo público, así, mejor votemos
al PSOE que por lo menos defiende los valores del estado del bienestar, los
derechos sociales y lo público. ¿Qué el PSOE defiende el estado del bienestar,
los derechos sociales y lo público? Necesito tomar un poco el aire, ahora
vuelvo…

¿Será porque el problema está
en el propio sistema?

Pero seamos sinceros, no podemos
dejar caer toda la culpa en los sufridos políticos, en cierta manera, no son
más que oportunistas que como los zorros hacen en las madrigueras de los
conejos,  intentan aprovecharse de los huecos que el capitalismo y el
verdadero poder, el económico, les deja.

El problema es que,
independiente del partido que llegue al poder y por mucho programa
revolucionario que se tenga en el papel, los poderes fácticos, las grandes
empresas, los bancos, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el
Club Bilderberg son los que se encargarán de gobernar realmente y a ellos no se
les puede votar ni dejar de votar.

A ver si vamos desechando la incorrecta
utilización de la palabra «democracia» para definir el régimen
político en el que vivimos, para comenzar a utilizar otra terminología más
acercada a la realidad, por ejemplo, podríamos llamarle «plutocracia
parlamentaria» es decir, que el poder real reside en quienes tienen las
fuentes de riqueza y la función del parlamento es hacer oficial sus decisiones,
además de tomar otras medidas de carácter menor o anecdótico.

¿Será porque la democracia o
es directa o no es?

Y es que, efectivamente, para
hablar de democracia, hay que hablar de poder del pueblo, no de una parte del
pueblo (oligarquía), sino de todo el pueblo.

La denominada democracia
parlamentaria sólo busca la creación de burocracias que retroalimenten el
propio sistema, aún siendo totalmente ajenas a las personas y sus problemas. No
basta con cambiar la propia ley electoral o el sistema D’Hont, lo ideal sería
buscar otros ejes de desarrollo social, mediante el apoyo mutuo, el reparto del
poder y la capacidad de decisión directa sobre todo aquello que nos afecta. Ya
está bien de que otros elijan por nosotros, ya esta bien de legitimar que
otros, que ni tan si quiera conozco, tengan la función de gobernarme y de
imponerme su discutible moralidad sin que no exista más opción que elegir entre
la rata negra y la rata marrón.

Ciertamente, el derecho al voto
pudo considerarse un importante avance en su momento, al igual que la máquina a
vapor también lo fue en el campo industrial y de los transportes y por ello
nadie reivindicó que se debiera seguir utilizando de forma indefinida sin
mejorar y avanzar en otras formas de producción y transporte.

Por cierto, a quienes se jactan
de la perfección y universalidad de nuestro sufragio, me gustaría recordarles
que todavía hoy existe un importante colectivo de miles de personas con
discapacidad intelectual que en nuestro país tienen vetado el derecho al voto.

¿Será porque mi libertad no
cabe en un voto?

En cierta ocasión, Marcuse
afirmó que «La libre elección de amos no suprime ni a los amos ni a los
esclavos». Aquí la cuestión no es que podamos elegir quién nos oprime,
sino la propia opresión. Lógicamente, mis pretensiones son de mayores cotas de
libertad en solidaridad, de decisión, de responsabilidad y de autogestión.

Esta democracia no existe, es
una quimera, y a quién crea que con estas palabras defiendo una dictadura, les
recuerdo una cita de Durruti que sentenciaba que «Ningún gobierno lucha en
contra del fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se les
escapa de sus manos, alzan el fascismo para mantener sus privilegios», así
pues, que tenga cuidado con «su democracia» no vaya a ser que algún
día le dé alguna desagradable sorpresa. Por mi parte, yo seguiré luchando, día
a día, mes a mes y año a año por un mundo mejor, por crear conciencia, dar
ejemplo y llevar a la práctica todo aquello en lo que creo.

La revolución empieza por ti
mismo, en la universidad, el tajo y la calle. Toma las riendas de tu vida y
niégate a ser partícipe de la farsa electoral, sé tú el único responsable de
tus actos… ¿Crees que soy utópico? Claro que sí, pero tú eres más el utópico
al creer que votando cambiará algo. Corre, ve a votar y dentro de cuatro años,
vuelve a reflexionar.

Por lo que a mí respecta, me he
vuelto a convencer. Estas elecciones, abstención activa.

Koopiloto G.R.

http://koopiloto.blogspot.com/

Fuente: http://www.portaloaca.com/