Los políticos profesionales están en sus horas bajas y, con ellos, las instituciones que conforman los poderes del Estado.

¿Tenemos los ciudadanos la culpa de ello?

Según la última encuesta publicada del CIS, la intención de voto de los partidos mayoritarios se sitúa en el 58% del electorado (32% PP, 26% PSOE), por lo que no les queda más remedio que reinventarse o morir, de ahí las maniobras por parte del PP de, entre otras medidas, anunciar futuras bajadas de impuestos, el PSOE con su convocatoria de primarias, IU ampliando su oferta a nuevas propuestas de plataformas de izquierda de reciente creación.

¿Tenemos los ciudadanos la culpa de ello?

Según la última encuesta publicada del CIS, la intención de voto de los partidos mayoritarios se sitúa en el 58% del electorado (32% PP, 26% PSOE), por lo que no les queda más remedio que reinventarse o morir, de ahí las maniobras por parte del PP de, entre otras medidas, anunciar futuras bajadas de impuestos, el PSOE con su convocatoria de primarias, IU ampliando su oferta a nuevas propuestas de plataformas de izquierda de reciente creación.

El marketing político tiene sus limitaciones y es difícil poner en el mercado un producto que no da garantías de solvencia y efectividad o lo que es lo mismo, que ha perdido credibilidad ante sus clientes potenciales, los ciudadanos.

El nivel de desconfianza cada día que pasa se hace más elevado, ya que la realidad se impone y ésta no es nada satisfactoria para el pueblo.

Cuando las instituciones a duras penas mantienen su imagen pública y entran en crisis, ya que la misma clase política es incapaz de respetar los principios democráticos de los que presume, como es la independencia de los poderes judicial, legislativo y gubernamental, pervirtiéndose en el cruce de intereses que potencian la manipulación y la corrupción de la democracia parlamentaria.

Mientras la casta política está instalada en los poderes públicos y hace que el Estado esté tanto a su servicio, como al de un sistema económico capitalista que, con sus reformas se fortalece en detrimento del bien común, pretender hacernos creer que es el modo de convivencia menos malo que podemos tener es un ataque directo a nuestra inteligencia.

La falta de vergüenza es total, cuando el contraste se da al comprobar que participan en la planificación del empobrecimiento económico y social al que nos han abocado.

Por más campañas de marketing que elaboren para sustentarse en un clientelismo electoral, cada día que pasa se hace más patente que el distanciamiento, la ruptura y el aislamiento ganan posiciones, no porque el ciudadano deje de creer en la democracia, es que cosa muy distinta son aquellos que gobiernan y sustentan a los poderosos, se reparten sueldos y prebendas a discreción, mientras el pueblo llano padece la ignominia, la injusticia y el desprecio de los que dicen representarles.

La fractura social hace tiempo que existe, ahora sigue creciendo. ¿Cuál es el límite? ¿Quiénes son los responsables?.

Cuando la lacra del paro, los desahucios, los salarios insuficientes, … y hasta el hambre son la moneda de cambio que en combinación con la corrupción y la restricción de las libertades conforman el complemento a los “programas de reformas” (mejor llamarle por su nombre: la regresión de los derechos fundamentales de las personas a favor del crecimiento y acumulación de un capitalismo salvaje) y en base a consignas nada democráticas, formuladas por los centros del poder económico, tanto a nivel local como transnacional, el pretender que se valide todo ello mediante el voto, es simplemente un atentado a la inteligencia.

Participar de éste modelo político que consolida y ahonda en las desigualdades, empujándonos a un drama social que compromete el presente e hipoteca el futuro no es de recibo.

Hay que trabajar en otra dirección, que dé un giro a la presente situación.

Debemos remarcar la línea, entre los que quieren el actual status quo y, los que entendemos que es el bien común y una sociedad con futuro para todos.

Y se empieza por rechazar sus propuestas y no participar en sus proyectos. A partir de aquí, nosotros: despertar conciencias, fomentar la solidaridad y la ayuda mutua, ser creativos en las respuestas a dar, luchar por aquello que consideramos justo y está a nuestro alcance hacer algo en su favor y, sobre todo. asumir que no hay límites, sólo los que nosotros queramos.


Fuente: Federico Solano Diaz