Mucho ha transcurrido en el capitalismo desde que Karl Marx escribiese su Das Capital.  Y lo mismo ha ocurrido con el idioma que el capitalismo habla: la economía.  Esos idiomas de Adán Smith y John Maynard Keynes que un día fueron lengua franca se han convertido en lenguas muertas dando paso a otras en forma de cultos seguidos por economistas.  Todo un espectro, desde los que practican la liturgia tradicional, a los que operan rituales de vudú, estos últimos discípulos de una “economía de chorreo” que trajo a la presidencia Ronald Reagan en 1981 y que se ha convertido en articulo de fe para todos los políticos conservadores desde entonces.

En las últimas tres décadas, el capitalismo occidental ha adoptado su propia lengua franca en el idioma de la economía dickensiana. Pero ese nombre tan solo ha comenzado a relucir en el último año después que Alan Binder, profesor de Economía en la Universidad de Princeton, diera lo que muchos estiman ser un triste resumen de la economía injusta en EEUU: “Desde 1978, la productividad del sector no-agrario subió un 86 por ciento pero la compensación salarial por hora tan solo fue un 37 por ciento. ¿Acaso es eso justo?” Y eso ha sido para la Izquierda su zafarrancho de combate.

En las últimas tres décadas, el capitalismo occidental ha adoptado su propia lengua franca en el idioma de la economía dickensiana. Pero ese nombre tan solo ha comenzado a relucir en el último año después que Alan Binder, profesor de Economía en la Universidad de Princeton, diera lo que muchos estiman ser un triste resumen de la economía injusta en EEUU: “Desde 1978, la productividad del sector no-agrario subió un 86 por ciento pero la compensación salarial por hora tan solo fue un 37 por ciento. ¿Acaso es eso justo?” Y eso ha sido para la Izquierda su zafarrancho de combate.

En contraste, un par de estudios académicos, aunque controversiales, concluyen que aunque los sueldos de los trabajadores en las tres últimas décadas no hayan aumentado substancialmente, su poder adquisitivo dada la bajada de precios en “sus compras” superó al grupo con mayores ingresos en “sus compras”. En resumen, que el índice de precios al consumo (IPC) exageró el costo de compras de los pobres mientras que subestimó el costo de compras de los ricos (mayores ingresos). Estas conclusiones, que aparecen como mentiras descaradas dados la inigualdad económica y aumento en la concentración de riqueza en el 20 por ciento de la población, son sin embargo para la Derecha su zafarrancho de combate defensivo.

El argumento de Binder, aunque valido, pierde mucho de su lustro dado que gran parte de ese aumento en productividad ha sido logrado manteniendo el mismo nivel de producción con un aporte menor (menos costos, exporte de trabajos a ultramar y recortes en la plantilla) y no la forma tradicional de obtener mayor producción con el mismo aporte. Lo que nos trae al problema que no queremos confrontar: a corto plazo, la globalización es perjudicial para las naciones con nivel más alto de industrialización. Lo que a su vez nos lleva a esa lucha totalmente injusta entre el trabajador – carente de movilidad y adquisición de habilidades – y el capital (singular, inalterable y móvil).

Hasta ahora la economía dickensiana es producto de esa pregunta para EEUU, o cualquier otra nación occidental, de si el país se ha convertido en una sociedad miserable, el Señor Scrooge de la Canción de Navidad de Charles Dickens. Sugiero que la economía dickensiana va mucho más allá que esa famosa novela de Dickens… y que está en toda su obra literaria.

En Little Dorrit I.xxiii (La pequeña Dorrit), Dickens escribe “Una persona que no puede pagar, trae a otra persona que no puede pagar, para garantizar que el puede pagar”. Ese pasaje en particular me convenció que la economía dickensiana va mucho más allá de la idea de avaricia y ser miserable con otros humanos. Es la realidad de hoy dia; la realidad del capitalismo rapaz cuyo objetivo es que el pobre pague por las necesidades del pobre. Y eso, ni más ni menos, es lo que nos dice Charles Dickens.

En esta última década hemos tenido el mayor timo en el mundo mercantil en lo referente a garantías. Precisamente de lo que nos habla Dickens. Tan solo tienes que reemplazar “persona” por tu favorita entidad financiera… o, llevándolo un poco mas allá, por el nombre de muchas naciones capitalistas. Papandreou y Berlusconi han dado paso a que los pobres en Grecia e Italia cuiden de los otros pobres con programas de austeridad que reestrenan las páginas de Dickens con los pobres cuidando de los pobres. Algo que probablemente también ocurra en España y Portugal con las tribulaciones que traiga un declive en el turismo sumado a ese ridículo y loco mercado, ya certificado como muerto, en la vivienda.

Jesucristo dijo a sus discípulos que los humildes heredarían la tierra, algo que parece está ocurriendo antes de ese Dia de Juicio Universal; no la riqueza de la tierra, que continua en manos de una minoría, tan solo sus problemas. No cabe duda de que la economía dickensiana define el tipo de economía bajo el que vivimos hoy dia en el Occidente.

© 2011 Ben Tanosborn – www.tanosborn.com


Fuente: Ben Tanosborn