Última producción artística de Silvia Delgado y Juan Kalvellido.

Ya ni la palabra constituye una amenaza.

Todo fue aullado con rabiosa impotencia.

Todas las calles se llenaron de voces exigiendo el fin de la deudocracia, el punto y final del despotismo, de la rapiña, de la extorsión a los pueblos que ni para comer ya les alcanza.

Todo esta dicho pero la palabra sola no basta.

Porque mientras se juntan letras e ideas hay quienes mueren de lástima, hay quienes caen empujados al abismo, hay quienes mendigan o enferman o se dejan matar muriendo en silencio sin que lo sepa nadie.

Ya ni la palabra constituye una amenaza.

Todo fue aullado con rabiosa impotencia.

Todas las calles se llenaron de voces exigiendo el fin de la deudocracia, el punto y final del despotismo, de la rapiña, de la extorsión a los pueblos que ni para comer ya les alcanza.

Todo esta dicho pero la palabra sola no basta.

Porque mientras se juntan letras e ideas hay quienes mueren de lástima, hay quienes caen empujados al abismo, hay quienes mendigan o enferman o se dejan matar muriendo en silencio sin que lo sepa nadie.

La pobreza obedece órdenes y se incrusta poco a poco en la piel de los más débiles.

Recorre impúdica los barrios para sacar por la fuerza a familias que no tienen más que frío y hambre.

Acosa, terrible, a quienes no tienen salario. A los que trabajan a destajo, les coloca el yugo de la mansedumbre, a los que malmueren esperando un cambio, un guiño, un golpe de suerte, les agarra de las conciencias para que no hablen.

Y así resistimos esta noche larga, llevando a rastras la ternura y los harapos, abriendo en carne viva la miseria para que se vean todas sus heridas, lavándonos los ojos a cada paso, errantes de palabras que ya no son armas, que ya no doblegan, que ya no consiguen debilitar a los canallas que se reparten los cráneos, las casas y el pan, sin cansarse.

Y así, caminando con esta cruz impuesta, con estas vidas quebradas por caudillos de urna fácil, y de imposible decencia, es inútil la palabra, no les importa.

Ni la que escribe epitafios, ni la que canta.

Y por eso, yo digo, si la palabra reventada en gritos por todas partes, no detiene un solo instante esta violencia cruda ¿cómo haremos para construir un lugar nuevo donde quepa la esperanza, donde podamos amamantarla libremente con justicia?

Silvia Delgado Fuentes


Fuente: Silvia Delgado-J-KAL