Félix García Moriyón
Hace ya un par de décadas, una encuesta famosa elaborada por Caritas alertaba de la situación de pobreza en España, situación que afectaba aproximadamente a unos ocho millones de personas. En su día aquella encuesta sentó bastante mal a los poderes públicos y le trajo algunos serios problemas a la organización social de la Iglesia Católica. Quedaba, cierto es, la excusa de que entonces todavía España era un país más bien pobre, muy alejado de los niveles de renta de sus futuros socios europeos. De acuerdo con la terminología al uso, España era un país en vías de desarrollo o simplemente subdesarrollado, del que habían emigrado en las décadas anteriores millones de personas para poder ganarse la vida.
Félix García Moriyón

Hace ya un par de décadas, una encuesta famosa elaborada por Caritas alertaba de la situación de pobreza en España, situación que afectaba aproximadamente a unos ocho millones de personas. En su día aquella encuesta sentó bastante mal a los poderes públicos y le trajo algunos serios problemas a la organización social de la Iglesia Católica. Quedaba, cierto es, la excusa de que entonces todavía España era un país más bien pobre, muy alejado de los niveles de renta de sus futuros socios europeos. De acuerdo con la terminología al uso, España era un país en vías de desarrollo o simplemente subdesarrollado, del que habían emigrado en las décadas anteriores millones de personas para poder ganarse la vida.

Pues bien, han pasado unos 20 años en los que han cambiado muchas cosas en la economía. Fundamentalmente el cambio más importante es que nuestro nivel económico, medido en producto interior bruto, se ha aproximado considerablemente al de los países de la Unión Europea y eso se percibe en numerosos aspectos de la vida cotidiana. De ser un país de emigración, perceptor neto de ayudas, vamos a pasar a ser un país donante con un elevado contingente de inmigrantes. Ya no somos en absoluto un país pobre, sino la octava potencia económica del mundo y nuestras multinacionales ocupan un buen nivel en su capacidad de expansión internacional y depredación de los recursos del planeta.

Desgraciadamente, algo parece no haber cambiado en absoluto y es el nivel de pobreza que tenemos. Una vez más, un informe realizado por la Fundación FOESSA, fundación creada por Cáritas en 1965 para realizar estudios de desarrollo social en España, llega a una conclusión similar : “se estima que hay aproximadamente 2.192.000 hogares, en los que viven 8.509.000 personas bajo el umbral del 50% de la renta media disponible neta (rdn). La pobreza predominante es la llamada « relativa », alrededor del 85% del total de los hogares considerados pobres y aunque la « pobreza severa » es minoritaria afecta a 316.000 hogares y a 1.739.800 personas. Entre ellos hay un pequeño sector de 86.000 hogares y 528.200 personas que viven en la pobreza extrema. Es de destacar que se está dando un ligero repunte de la pobreza severa entre nosotros.” Estos son datos tomados de entornosocial.es .

Lo interesante en esta ocasión es que esos datos han sido corroborados por una institución pública, el Instituto Nacional de Estadística, que ha elaborado una cuidada encuesta sobre la calidad de vida en 15.000 hogares españoles y se encuentra con unos datos similares, lo que no debe extrañarnos en absoluto. Para el INE, uno de cada cinco españoles, esto es el 19,9 %, vive con menos de la media nacional de ingreso disponible, lo que supone unos 369 € euros al mes, lo que en una familia de cuatro personas significa unos1.470 € mensuales. Los datos analizados con detalle, permiten saber que la pobreza no se distribuye por igual en todo el país, siendo Ceuta, Melilla, Extremadura y Andalucía las zonas más castigadas, todas con más del 30% de tasa de pobreza. La pobreza además afecta algo más a las mujeres que a los hombres, y a los mayores de 65 y menores de 16 años. Hay más datos interesantes que no es el momento de recoger aquí, puesto que lo importante es destacar algunas reflexiones y plantear algunas preguntas que exigen respuesta.

Para empezar, sorprende la persistencia del problema. La mejora económica en términos macroeconómicos parece no afectar a los datos microeconómicos, esto es, a cuál es efectivamente la calidad de vida de las personas. Lo malo en este caso es que nuestros responsables políticos suelen estar obsesionados por los datos macroeconómicos, dejando en segundo lugar los otros, los que más importan a la gente. El optimismo con el que Solbes contempla el desarrollo económico sólo se sostiene por su obsesión con ese dato tan estúpido como poco significativo que es el crecimiento del PIB. La oposición no le critica demasiado en este ámbito y, si lo hace, es para llamar la atención sobre el déficit del comercio exterior o la eterna exigencia de reformas estructurales, esto es, más liberalismo y menos protección social a cargo del erario público.

El hecho de que tengamos una quinta parte de la población sumida en la pobreza, con una parte no despreciable padeciendo la pobreza extrema, es un dato que no parece tener cabida en sus preocupaciones inmediatas. Ya lo he dicho : para contrarrestar los ataques de la oposición, el gobierno se centra en exaltar las bondades de su política económica y socia, e incluso presume que al estado le sobra el dinero a finales de año. Eso sí, la política social se reduce a la aprobación de una ley de protección integral de la mujer, que tiene algunas lagunas no despreciables, la aprobación de los matrimonios homosexuales y muy recientemente la propuesta de una ley de protección a las personas dependientes. Y la política económica se reduce a seguir prestando fiel tributo a los supuestos teóricos y prácticos del neoliberalismo, tamizado por superficiales barnices socialdemócratas.

Los españoles, alejados de ese bobo optimismo, consideran que el paro sigue siendo el problema crucial de la sociedad española y además valoran de forma negativa la situación económica. Es decir, es bastante probable que se sientan más próximos a lo que de veras ocurre, a esos índices que determinan el incumplimiento del único objetivo realista que puede tener la economía que es el de incrementar el bienestar de los ciudadanos, no el de incrementar los datos de la contabilidad nacional y de las empresas. Perciben los españoles de a pie que la vida está cara y que el dinero no siempre llega a fin de mes ; son conscientes de que cada vez hay más trabajo, pero es de peor calidad, pero pagado y más precario ; se dan cuenta de que el acceso a la vivienda está sometido a la codicia especulativa de constructoras y ayuntamientos ; y miran con escepticismo proyectos de ayuda a la dependencia cuando las pensiones y el salario mínimo siguen siendo muy magros.

Es decir, el fantasma de la pobreza no acaba de desaparecer de la conciencia colectiva y aprecian lo que los economistas oficiales no reconocen a pesar de ser evidente. Y la sensación es más penosa precisamente porque ven que las viandas en la mesa de los ricos aumentan, pero las migajas que caen al suelo para ser recogidas por las personas más damnificadas por el magnifico sistema imperante a duras penas llegan para pagar los gastos elementales a un 20% de la población.

Está claro : toda política económica y social que no ponga como prioridad real la disminución de la tasa de pobreza es un insulto a la inteligencia económica, un desprecio a la democracia, basada en la igualdad y la solidaridad, y una auténtica perversión moral. Agravado todo ello por el hecho evidente de que otros países cercanos al nuestro sí han sido capaces de arbitrar medidas que han hecho disminuir drásticamente el número de pobres.


Fuente: Félix García Moriyón