Alvin Toffler, brillante pensador nacido en Nueva York en 1928 y que ha publicado obras con títulos y contenidos tan sugestivos como La revolución de la riqueza, El cambio de poder, El shock del futuro y La tercera ola. Esta última obra que contenía premisas y pronósticos sobre el devenir de la segunda revolución industrial. Nacido al inicio de la Crisis del 29, ha permitido con sus reflexiones, avances y presagios ir comprendiendo la loca carrera que la humanidad ha emprendido, ya que en estos momentos, nuestros conocimientos viajan a velocidad de vértigo en la cresta de la quinta ola.

Los avances tecnológicos que hasta hace pocas décadas se realizaban de forma ordenada y encajonada en los límites de las disciplinas científicas, se derraman, rebasando cualquier obstáculo a su paso, para integrarse en una marea continua interactiva donde las diversas disciplinas, aproximándose hasta confundirse. La Neurociencia, las biotecnologías, la bioarquitectura…., son la resultante de este imparable despertar de una nueva humanidad, con retos inquietantes pero que deben ser asumidos.

Los avances tecnológicos que hasta hace pocas décadas se realizaban de forma ordenada y encajonada en los límites de las disciplinas científicas, se derraman, rebasando cualquier obstáculo a su paso, para integrarse en una marea continua interactiva donde las diversas disciplinas, aproximándose hasta confundirse. La Neurociencia, las biotecnologías, la bioarquitectura…., son la resultante de este imparable despertar de una nueva humanidad, con retos inquietantes pero que deben ser asumidos. Pertrechada, como nunca, no sólo de conocimientos, sino de protocolos para generar otros nuevos y a velocidades cercanas a la de luz. No en vano nuestras neuronas, que se relacionan así, han comenzado, gracias a internet, a relacionarse con las de otras personas, conformando un gigantesco super-cerebro compuesto de millones de cerebros individuales y haciendo emerger una super-conciencia, que ya está transformando radicalmente (desde la raíz) nuestro mundo, el que no podemos casi reconocer.

Ninguna otra generación humana ha estado situada en estas coordenadas evolutivas. Se queda muy pequeño, minúsculo podríamos decir, el concepto Superhombre, que Nietzsche concibiera como el individuo fiel a los valores de la vida, al “sentido de la tierra”, el hombre nuevo que aparece tras la “muerte de Dios”. Ningún filósofo o pensador pudo imaginarse las fronteras que en pocas décadas ha rebasado el conocimiento humano y sobre todo la velocidad a la que se está creando. En todos los ámbitos que afectan a la vida en el planeta tierra y en otros mundos cercanos de nuestro sistema solar, se desarrolla un conocimiento tan preciso, que nos causa sorpresa e inseguridad, ya que la imagen del mundo que nos rodea, e incluso la de nosotros mismos como organismo biológicos y sociales, evoluciona, cuando no se distorsiona, poniendo a prueba nuestros valores. Y es que una vez más el aserto marxista de que la super-estructura ideológica está condicionada por la infraestructura material, se nos presenta como cierto, al menos de momento. La vida en su complejidad se muestra mucho más compleja de lo que podíamos imaginar. Con cada nuevo descubrimiento se confirma la profunda intuición de que hay mucho más que descubrir y que el objeto de nuestro conocimiento, en la esfera de lo material, está “vivo”. Cambia, evoluciona, porque formando parte de un todo, este se recompone a fuerza de recibir los impactos, que nuestra civilización provoca en el medio ambiente. En la búsqueda de soluciones, generamos nuevos problemas, que deben ser resueltos en una loca carrera por encontrar las respuestas. La quinta ola ha llegado y antes de acabar de leer este opúsculo, posiblemente se está acercándose la sexta….

Fdo Rafael Fenoy Rico Comunicación CGT Enseñanza

 


Fuente: Rafael Fenoy Rico