Desde dentro de los partidos y sindicatos mayoritarios no hay alternativa a la apología del terrorismo competitivo, privatizador, precarizador, depredador y machista, propia de la economía de mercado. La izquierda alterglobalizadora, aunque proteste por los daños, se pliega a dicha economía porque, al igual que la derecha globalizadora, la considera el fundamento de la democracia

Desde dentro de los partidos y sindicatos mayoritarios no hay alternativa a la apología del terrorismo competitivo, privatizador, precarizador, depredador y machista, propia de la economía de mercado. La izquierda alterglobalizadora, aunque proteste por los daños, se pliega a dicha economía porque, al igual que la derecha globalizadora, la considera el fundamento de la democracia

Las políticas de la izquierda alterglobalizadora no son producto de una falsa conciencia o una apuesta imprudente, sino el desarrollo necesario de un discurso que incorpora todos los paradigmas del liberalismo globalizador.
La gente necesita los cambios urgentemente. Pero todos desconfían de quien se los propone. Esta desconfianza tiene dos dimensiones, la primera es racional : la corrupción de la clase política y sindical. La segunda es irracional y se basa en el miedo a la libertad, la fetichización del poder y la ignorancia de que el único cambio posible hacia mejor es el que surge de la participación y el compromiso colectivo. Este desconocimiento teórico, también es práctico. Los procesos de movilización de masas son episodios fundacionales de la democracia participativa, la escuela de la libertad y de una nueva racionalidad popular. Constituyen momentos de plasticidad social en los que la forma en que se desarrollan, concluyen y teorizan es esencial para la acumulación de conocimientos y la conformación de la subjetividad y la experiencia política de millones de personas. Partiendo del carácter degenerado de la democracia actual y de sus aparatos políticos, sindicales, académicos y mediáticos, la izquierda mayoritaria y los MMSS enrolados por ella en “la unidad de la izquierda”, son contrarios a crear una subjetividad alternativa de masas y enemigos de una movilización sostenida capaz de interrumpir la lógica capitalista.

Sobran las condiciones materiales de explotación, precariedad, inseguridad y descrédito del régimen. Pero no se dan cuatro condiciones necesarias : a) acumulación de la experiencia histórica de las luchas sociales, b) identificación de los enemigos del pueblo[1] , c) disponer de la fuerza que acredite la utilidad de la cooperación y la lucha para resolver los problemas de la gente y condicionar al poder[2] , d) existencia de un referente político, autónomo de la izquierda capitalista, que infunda confianza a los sectores sociales combativos.
La izquierda capitalista necesita controlar cualquier movilización que se desarrolle impetuosa (como sucedió en la T.P.E.) o que haya crecido con su apoyo, buscando la erosión de su adversario electoral (movilizaciones contra el PP por la guerra de 2001 a 2003). Pero también necesita borrar la memoria de estas experiencias, emborronar el relámpago de poder constituyente que unificó – momentánea y precariamente – millones de voluntades contra alguna de las consecuencias de la globalización y el imperialismo, desacreditando como sectarios y enajenados a quienes defienden la unidad de millones de personas en lucha, por encima de “la unidad de la izquierda” en torno al PSOE.

La izquierda es el PSOE y sus múltiples agencias políticas, sindicales, ecologistas, feministas, oeneges, cristianas, juveniles, académicas, mediáticas y, si no lo evitamos, también libertarias. No todas estas agencias tienen dependencia organizativa, pero sí política, teórica y en muchos casos, económica. Dicha dependencia se hace visible al propiciar -a menudo desde un lenguaje “antiglobalización” y desde la crítica a las políticas del PSOE – la fragmentación práctica y teórica que impide la acumulación de fuerzas en los movimientos sociales[3] .

El principal problema para el PSOE es que exista un espacio político de cooperación de los MMSS fuera de su control como ha sucedido con el “Movimiento Contra la Globalización, la Europa del Capital y la Guerra” durante los 20 meses que van de VI’01 a II’03. La hegemonía de la izquierda capitalista se basa en impedir que los discursos críticos y los movimientos antagonistas se unan con las luchas obreras y crezcan juntos, incorporando un patrimonio teórico común, anticapitalista, ecologista y feminista. La “inocencia” y el descompromiso de algunos colectivos respecto a la necesidad de un referente político antagonista, junto a la dependencia económica de muchos y el esquirolaje de los que han saltado de la Autonomía y la autogestión a la subvención, explican la caída del MAG, el sometimiento de los MMSS a “ la unidad de la izquierda” y la depuración política de los colectivos disidentes que se está produciendo en Madrid.

Sin voluntad constituyente las actividades y las luchas locales no pueden sobreponerse al aislamiento que el poder les impone. Sin la constitución de un espacio político, autónomo de la izquierda cómplice, no hay fuerza propia. Sin fuerza propia y sin movilización de masas solo se puede crecer gracias a los apoyos mediáticos (Grupo PRISA), económicos (subvenciones, empleos, suscripciones, contactos) y políticos (promoción de los colectivos y los personajes que se postulan – ellos solos sin competencia de sus iguales – como referentes en el terreno de la agroecología, la ocupación, la edición, la contrainformación, la “crítica artista” el feminismo o las versiones líricas de Marx). Con la ayuda de la torpeza dogmática de los grupos anticapitalistas más consecuentes y de la “mano visible” del entramado institucional[4] , se hacen realidad, para algunos, las profecías sobre el papel transformador del deseo, el espontaneísmo o el “derecho a la pereza”. Pero eso exige olvidarse de contenidos políticamente incorrectos y colaborar, con la furia de los conversos, en la criminalización de cualquier postura que no comulgue con la “unidad de la izquierda”. Es de los colectivos y personajes “esquiroles” de donde provienen los golpes más implacables contra la Autonomía : “Los melones se colocan ellos solos en el camino”[5] .

La separación tradicional que la izquierda realiza entre estrategia y táctica y entre lo reivindicativo y lo político se complementa hoy, en los movimientos sociales, con la separación postmoderna entre esfera productiva y esfera social. Por un lado, languidece la parte reivindicativa y obrera, administrada por los sindicatos mayoritarios que facilitan la desaparición de la violencia de la producción capitalista en el discurso del Movimiento Alterglobalización. Por otro, crece y se desarrolla la parte ciudadana, la alterglobalización, controlada y representada por burócratas asamblearios, agentes de la socialdemocracia y profesores que, sin haber pisado una asamblea ni construir absolutamente nada desde lo social -aparte de su propio curriculum-, dan conferencias y escriben artículos y libros sobre un movimiento que les han contado. Al hacerlo, se constituyen en la “intelligentzia autorizada” del movimiento, poniéndonos a todos a trabajar para ellos y por extensión, para los que mueven los hilos desde arriba.

Los colectivos que participan de “la unidad de la izquierda” no padecen estas dificultades. Al no plantearse la acumulación de fuerza teórica y política desde lo social, se quitan de muchos problemas y les llueven muchos apoyos. Para ellos, el movimiento social se basa en foros, jornadas, viajes, acciones espectaculares, crítica artista y “performances”. Todo ello es funcional para su propio ego y para las empresas ideológicas que regentan. El Movimiento Alterglobalización, asistido y controlado por la socialdemocracia, pasa a ser un simulacro de oposición y una maquinaria organizativa de jóvenes que se socializan en el buen rollo de la “muestra democrática y pacífica de desacuerdo” aunque, paradójicamente, pasan por la violencia del mercado de la vivienda y del mercado de trabajo basura como si no fuera con ellos.

La segunda transición política, esta vez de los MMSS, ha consistido en romper la dinámica de acumulación de experiencias y fuerzas desde lo social que, tras una década de laboriosa gestación, tuvo un ascenso rápido a partir del verano de 2001 desbordando a la izquierda capitalista y a todas sus mediaciones. Sin embargo, el cierre no es irreversible porque los daños de la globalización, incrementados por la alterglobalización, son el caldo de cultivo de nuevas luchas. Las mentiras de los alterglobalizadores, cada vez más transparentes y la política de sus patronos, cada vez más violentas, van a clarificar el papel del Gobierno alterglobalizador del PSOE, de sus sindicatos y de sus agentes y comparsas en los MMSS.

Las soluciones disponibles desde el coro único alterglobalizador frente a los daños del mercado, pasan todas por “más mercado”. Con ello, se disuelven las condiciones de existencia política y económica de la socialdemocracia, a manos de la socialdemocracia globalizadora misma. Entramos en una nueva etapa. La forma de dominio capitalista en ascenso en el mundo es la dictadura terrorista del capital, cuyas señas de identidad son la guerra y el antiterrorismo, una vez definida como terrorista cualquier oposición real y desde abajo.

Es desde abajo del todo, desde las múltiples dinámicas de rebeldía y enfrentamiento y desde la mirada constituyente a la totalidad, desde donde avanzar organizando la confluencia de millares de capilares de energía hasta un caudal popular y democrático que imponga su verdad y desbarate la amenaza de mil años de globalización.

Desde dentro de la izquierda capitalista no existe alternativa.
Pero totalmente fuera de ella tampoco, porque no hay más izquierda organizada que la capitalista. Es en los márgenes, en la frontera, desde dentro y desde fuera simultáneamente, donde pueden encontrarse y cooperar las personas y colectivos que quieren luchar contra la barbarie, reactivando el movimiento popular contra la Globalización, la Europa del Capital y la Guerra.

La izquierda alterglobalizadora se debate entre su inanidad práctica frente al mercado y su dependencia del Estado y cada vez más, también del mercado. El poder constituyente popular sólo está entre sus preocupaciones para liquidarlo. Todos estamos atravesados por el mercado y por el Estado que son hoy los principales constituyentes de sociabilidad y subjetividad. Pero de ellos solo puede salir más mercado y más estado. Sin estar más allá de ellos, porque más allá solo está la muerte, debemos generar dinámicas de sociabilidad y de lucha en sus márgenes y contra ellos. La crisis del mercado y del estado como principios de las relaciones sociales, no es ni será un apagón mágico, sino un proceso real en el que la conciencia constituyente anticapitalista, generada en los movimientos sociales, facilite, no solo la autoconciencia en dichos movimientos como sujetos del cambio social, sino también su compromiso con las tareas que exige este papel transformador. Este proceso participativo, defensor del diálogo y de la paz, siempre ha sido – y será – objeto de las mayores violencias. De su capacidad para sobreponerse a ellas, haciéndose más fuerte cada día, depende el porvenir de tod@s.

. Gracias a esta izquierda, el capitalismo global se cierra sobre sí mismo con un régimen político, una oposición y un imaginario social a su imagen y semejanza. Esta clausura de la política, a través de un discurso prisionero del estado – instrumento a su vez del mercado – establece como único itinerario posible para cambiar las reglas del juego el avance desde fuera del estado, del mercado y de la izquierda altermundialista.

Como fuerza para la transformación social, la izquierda política y social del estado español está, cada vez más, atada a un cadáver : la socialdemocracia. Cuando más tiempo permanezca abrazada a él más se pudrirá aunque, paradójicamente, aparente buena salud.

Pretender avanzar en la acción política a través de los votos es una quimera análoga a pretender avanzar en los movimientos sociales a través del mencionado “movimiento alterglobalización”. Dirigirse a la población directamente desde plataformas integradas por voluntariosos – pero débiles – colectivos antiglobalización, sin mediaciones sociales y sin lucha de masas, es una batalla perdida. El problema no es de fácil solución. El espacio de las campañas políticas y la comunicación social que se deriva de ellas es importante. Pero, hay que reconocer que, aunque los funcionarios “alterglobalizadores” son sólo un puñado de burócratas, tienen detrás muchos apoyos. Por lo tanto, puede ser prudente plantearse una travesía del desierto, un duelo político, un ejercicio de supervivencia, acumulando fuerzas desde la actividad social de base como lugar preferente de unión entre los daños particulares de la globalización y la teoría general que los explica, para irrumpir nuevamente en “el ámbito público” en la próxima crisis, que no tardará en llegar.

Este texto forma parte de «Globalización, alterglobalización y crisis», publicado en La Haine.
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Agustín Morán es miembro del CAES

NOTAS

[1] Pueblo no es la noción abstracta que invocan, cínicamente, las constituciones modernas, sino el conjunto de sectores sociales que se expresan políticamente, no solo en las consultas electorales sino, sobre todo, en movimientos de autodeterminación con vocación constituyente frente al capitalismo global y en los procesos de lucha, trabajo, cooperación, consumo, cuidados y cultura al margen y en contra del mercado.

[2] “Vale más cortarle un dedo a tu enemigo que arañarle los diez”

[3] “Estas coordinadoras deberían estar estructuradas alrededor de campañas concretas y no intentar abordar todas las temáticas ya que las alianzas que podremos fraguar serán distintas en función de las campañas que abordemos”. L. González Reyes, Ecologistas en Acción, en “Movimiento Antiglobalización 2004 : otro punto de inflexión es necesario”.

[4] La dotación que el Ayuntamiento de Madrid dedica a la subvención del asociacionismo ha crecido un 1600% en los últimos años, pasando de 220.000 euros en 2003 a 800.000 euros (134 millones de pesetas) en 2005. Estas cantidades se distribuyen en forma de subvenciones a través de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM). Miguel Angel Villanueva. Consejero delegado del Area de Gobierno, Economía y Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Madrid en “El ayuntamiento de Madrid, suma y sigue con el fomento del asociacionismo y la participación”. “GACETA VECINAL”. FRAVM. Pag. 23. junio 2005.

[5] http://www.nodo50.org/caes/movimientos_sociales/ficheros/los_melones.pdf


Par : Agustín Morán