Aunque ellos se digan torneantes

El ojo de un lancero de Tordesillas y el mío obedecen a idénticos principios anatómicos. Él y yo vemos exactamente lo mismo al contemplar a un toro derrotado y vencido por el agotamiento y el dolor. Los dos entendemos que en tales instantes angustiosos, el animal busca inútilmente llenar sus pulmones con un oxígeno que a esas alturas ya tiñe de rojo la tierra sobre la que se derrama su sangre. Uno y otro somos conscientes de su espantosa agonía provocada por las lanzadas. Y ambos sabemos que ese toro morirá.

 

Pero en su caso, una estampa tan sobrecogedora le resulta fascinante, seductora, mientras que a mí lo que logra es estremecerme. Y no estamos hablando de una película o de un cuadro, en los que el horror que puedan transmitir se circunscribe al mundo de la imaginación, sino de la realidad encarnada en el padecimiento atroz y visible de un ser vivo. Con esas premisas, ¿dónde reside la diferencia entre su reacción y la mía ante semejante espectáculo?

Pero en su caso, una estampa tan sobrecogedora le resulta fascinante, seductora, mientras que a mí lo que logra es estremecerme. Y no estamos hablando de una película o de un cuadro, en los que el horror que puedan transmitir se circunscribe al mundo de la imaginación, sino de la realidad encarnada en el padecimiento atroz y visible de un ser vivo. Con esas premisas, ¿dónde reside la diferencia entre su reacción y la mía ante semejante espectáculo?

Según la psiquiatría, la sociopatía o el trastorno de la personalidad antisocial es un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás. Una de sus características es la ausencia de empatía o de remordimientos, así como una constante búsqueda de nuevas sensaciones que pueden llegar a extremos aberrantes. También incluye el experimentar la necesidad de demostrar control y poder. No soy ningún profesional médico, pero aún sin formación específica alcanzo a observar todas estas características en un lancero.

En cuanto a las causas se mencionan las genéticas, las biológicas y también el entorno de la persona. Parece que la cercanía física del Torneo del Toro de la Vega y que constituya un referente para ciertos padres, educadores, vecinos o amigos del futuro lancero, algo puede influir en la consolidación de esas fuentes ambientales. Según el Jefe de Psiquiatría del Hospital de Alcorcón, Francisco Montañés, aproximadamente la mitad de los individuos asociales incurren en conductas sádicas, y la Revista Journalof the American Academy of Psychiatry and the Law publicó un estudio en el que se asociaban los actos de crueldad con los animales, con un trastorno de personalidad antisocial. Más allá son infinidad de estudios los que relacionan maltrato de animales, violencia contra personas y conductas antisociales. Para quien desee ahondar en estos aspectos contamos en España con una persona que alberga conocimientos enciclopédicos sobre los mismos, la Doctora Nuria Querol I Viñas.

En el desarrollo de los datos citados, se mueve probablemente la explicación al por qué de esa interpretación tan diferente a una misma realidad entre un lancero y yo, o entre ese lancero y la mayoría de los ciudadanos de este País o de cualquier otro, a los que les resulta muy difícil de asumir que el Toro Alanceado de Tordesillas sea un acto todavía permitido por las autoridades.

Ahora falta saber si con todo el nivel de información del que disponemos, nuestros políticos adaptan su gestión de gobierno en este asunto a la opinión y a los informes de psiquiatras y criminólogos, o prefieren ajustarla al contenido y a las creencias de los responsables del Patronato del Toro de la Vega , una suerte de Congregación del Santo Oficio donde los extravíos y la perversión son carta de identidad para sus responsables y seguidores.

De momento, un toro llamado Volante, espera en una ganadería a que llegue el segundo martes de septiembre, jornada en la que un grupo de hombres, a mi entender sociópatas, lo acribillarán a lanzadas y probablemente lo rematarán con el primer objeto punzante que tengan a mano. Ese animal no entiende de política, medicina o criminología, pero al final va a ser él quien pague con su muerte o se beneficie con la continuidad de su vida, de la decisión que tomen los únicos que pueden convertir la razón en ley o continuar como hasta ahora: sometidos a la degradación dictada por quienes padecen patologías tipificadas y muy nocivas para animales y humanos, niños especialmente.

Sólo un apunte más: el alanceamiento de Tordesillas constituye una excepción a la prohibición de maltratar y ensañarse con animales, toros incluidos, fuera de la fecha y del lugar autorizado. Con eso basta para demostrar que hasta quienes redactan las leyes entienden que es un acto brutal que merece la prohibición. Dar el visto bueno a su celebración un día específico como salvedad a la norma, es equivalente a permitir el linchamiento puntual de un hombre como parte de un programa de festejos.

Julio Ortega Fraile

@JortegaFr

Delegado de LIBERA! en Pontevedra

www.findelmaltratoanimal.blogspot.com


Fuente: Julio Ortega Fraile