Este conflicto, que lleva años expulsando campesinos de sus tierras y contaminando el medio ambiente, se ha agravado en los últimos meses con el asesinato de dos personas que protestaban contra la fumigación con tóxicos.
Este conflicto, que lleva años expulsando campesinos de sus tierras y contaminando el medio ambiente, se ha agravado en los últimos meses con el asesinato de dos personas que protestaban contra la fumigación con tóxicos.

Este conflicto, que lleva años expulsando campesinos de sus tierras y contaminando el medio ambiente, se ha agravado en los últimos meses con el asesinato de dos personas que protestaban contra la fumigación con tóxicos.

Este conflicto, que lleva años expulsando campesinos de sus tierras y contaminando el medio ambiente, se ha agravado en los últimos meses con el asesinato de dos personas que protestaban contra la fumigación con tóxicos.

Paraguay es cada vez más dependiente de la soja transgénica, un cultivo que además de ser su principal rubro de exportación, es el causante de un conflicto social entre campesinos, los grandes productores y el Gobierno, y que a finales de enero de este año cobró dos víctimas mortales. El suceso se produjo cuando una patrulla de policía disparó a un camión que transportaba un grupo de campesinos que se dirigían hacia el asentamiento Juliana Fleitas, para protestar contra la fumigación de 70 hectáreas de soja.

Este hecho sirvió de detonante. La reacción de los campesinos, muchos de ellos congregados, se radicalizó y ahora no sólo quieren que terminen las fumigaciones con agrotóxicos, que acaban con todo lo que produzca la tierra excepto la soja transgénica, y al parecer afecta la salud humana. Ahora ya no están dispuestos a permitir que en la próxima zafra agrícola haya cultivos de soja, según declaró la Federación Nacional Campesina a la prensa paraguaya.

La “guerra de la soja” es un conflicto agrícola que surgió a partir de la rápida expansión que ha tenido el cultivo de la soja transgénica en este país del cono sur latinoamericano. Según publica Biodiversidad en América Latina, los cultivos de soja ocupan cerca de dos millones de hectáreas de tierra y se prevé que en las próximas cosechas alcanzará los cuatro millones de toneladas de grano ; un inmenso monocultivo que abastece de materia prima barata a Estados Unidos y países europeos, que lo utilizan para producir carne.

La gran mayoría de los productores son grandes latifundistas, muchos de ellos colonos brasileños, conocidos popularmente como “brasiguayos”, que han llegado a los campos atraídos por los bajos impuestos que pagan por la producción y por lo barato que resulta arrendar o adquirir tierras en Paraguay. A lo que hay que sumar el poco control ambiental que tiene el cultivo de la transgénica por parte de las autoridades locales.

A medida que han crecido las hectáreas cultivadas con soja, la población campesina se ha visto obligada a refugiarse en la ciudad, y aunque oficialmente no se habla de ese desplazamiento las cifras hablan por sí solas : según datos del censo oficial en 1992 en una de las zonas de cultivos habían 16.6000 pobladores mientras que en el 2002 se redujo a 8.3000 pobladores. Los mismos campesinos dicen que este fenómeno se debe en parte a que la penetración de la soja les reduce notablemente sus posibilidades de trabajo agrícola, pero que la verdadera razón es que los herbicidas que se utilizan para fumigar están afectando la salud de los campesinos, al punto que ya se han publicado en medios de comunicación fotografías niños con la piel afectada por los agrotóxicos

Las fumigaciones masivas son las verdaderas causantes de este conflicto social, que no permiten que crezca en la zona algún otro alimento que no sea la soja, si no que, según los analistas, está siendo utilizada como arma de guerra para expulsar los campesinos de las tierras.

A todo lo anterior se le suma que las políticas estatales de los últimos años han aumentado la dependencia del país de todo el comercio relacionado con la soja : las semillas, los agrotóxicos y el arriendo de tierras a extranjeros. Por esto no sorprende que la reacción del actual gobierno frente a los últimos hechos sea la de enviar un contingente de militares y policías para proteger las tierras de los grandes productores sojeros de las movilizaciones y la quema de hectáreas de soja que realizan los campesinos.

Esta guerra agrícola está lejos de terminarse, en las zonas rurales de Paraguay ya no quedan bosques ni zonas arborizadas, sólo interminables hectáreas plantadas de soja transgénica, que impiden a los campesinos sembrar para subsistir y que empobrecen un economía que está ligada a una materia prima que se compra cada vez más barata.

Extraido de la web de Canal Solidario.


Par : CGT GRUPO VIPS