Artículo de opinión de Rafael Cid

Entre la saga de empresas offshore de los Papeles de Panamá y las extorsiones de Ausbanc-Manos Limpias existe un denominador común. Un mismo hilo conductor que señala a la gran banca como avalista de sus fechorías, con la complicidad de jueces, policías, periodistas, medios de comunicación y hasta universidades. Todo un tinglado institucional que ha permitido a esas organizaciones criminales funcionar impunemente durante décadas.

Entre la saga de empresas offshore de los Papeles de Panamá y las extorsiones de Ausbanc-Manos Limpias existe un denominador común. Un mismo hilo conductor que señala a la gran banca como avalista de sus fechorías, con la complicidad de jueces, policías, periodistas, medios de comunicación y hasta universidades. Todo un tinglado institucional que ha permitido a esas organizaciones criminales funcionar impunemente durante décadas. La famosa “doctrina Botín” tiene su origen ese “el fuego amigo” al Banco de Santander cuando Emilio Botín fue llevado ante los tribunales por la presunta estafa masiva de “las cesiones de crédito”.

Una de las peculiaridades del latrocinio patrio, verdadero deporte nacional, consiste en contemplar como los compinches de las mafias se pasan al bando de los damnificados en cuanto sus jefes caen en desgracia. Está ocurriendo ahora mismo con la revelación de los últimos casos de delincuencia organizada que con tanta insistencia nos visitan: los Papeles de Panamá y el caso Ausbanc-Manos Limpias. Ambos cojean del mismo pie: son todos los que están pero ni de lejos están todos los que son.

De esa guía telefónica de la infamia mercantil y financiera en que se está convirtiendo la revelación de los Papeles de Panamá, conocemos el nombre de las personas que han recurrido a los servicios del despacho Mossack Fonseca. Una ristra de caraduras que no deja títere con cabeza. Toca todos los palos. A la realeza y sus bajantes, con la hermana del Rey Emérito, Pilar de Borbón, y su querida, la princesa Corinna. A la derechona, en la figura del errático ex ministro Juan Manuel Soria. A los chicos de la “naranja mecánica”, representados por sendos cargos políticos, en concreto un diputado de las Cortes de Aragón y el coordinador de Ciudadanos en La Rioja. A abogados de rancio abolengo, como Cándido Conde Pumpido Varela, defensor del ex secretario general del Partido Socialista de Galicia, José Ramón Gómez Besteiro, y de “la patronal” de los puticlubs. A prohombres de las letras y las artes, como Mario Vargas Llosa, Pedro Almodóvar o Imanol Arias. Y hasta al círculo íntimo del mismísimo Felipe González, con su mujer Mar García Vaquero y su amigo del alma Jesús Bardenas, un importante empresario ligado a la trama de los ERE que atesoraba 50 firmas offshore.

Pero “cuéntame cómo paso”. Y como no hay efecto sin causa, la mejor forma de desmantelar de raíz esos trabucazos es remontarse hasta sus orígenes. Es decir, denunciar a aquellos que han hecho posible que grandes fortunas pudieran valerse de estructuras paralegales para defraudar a la Hacienda pública. Hablamos de los grandes de la banca española que han gestionado esos vehículos mercantiles para la evasión en paraísos fiscales. Esa es la asignatura pendiente que ni los partidos de izquierda, emergentes o consolidados, ni los llamados sindicatos representativos quieren aprobar.

Algo realmente tremendo conociendo que es precisamente la infantería de los contribuyentes, la que provee el 80% de la recaudación del IRPF, quienes se han visto esquilmados por esos mismos bancos. Cuando los gobiernos compinches de PSOE y del PP han acudido a rescatarles con el dinero de todos, caso de Rajoy. O cuando han liquidado de un plumazo a la competencia de las Cajas de Ahorros, las únicas entidades financieras con alguna proyección social, después de utilizarlas en su propio beneficio, caso del PSOE. Y otro tanto ocurre con CCOO y UGT, metidos de hoz y coz junto con la CEOE e Izquierda Unida en el fango de las tarjetas black de Cajamadrid, y ahora esperando hacer otra vez caja con la oleada de ERE que se avecinan en el sector. Partidos y sindicatos agraciados por una banca que les perdona año tras año buena parte de los multimillonarios créditos que piden para mantener su “maquinaria representativa”.

En esa secuencia se encuentra el asunto Ausbanc-Manos Limpias. Porque si Luis Pineda y su colega Miguel Bernard llevan veinte años extorsionado a empresarios y banqueros con el cuento chino de una asociación de consumidores y un seudosindicato sin que nadie diga nada, es que algo huele a podrido y no es en Dinamarca. Basta de tomadura de pelo y de rasgarse ahora las vestiduras como vírgenes inocentes. Sarna con gusto no pica. Que el tándem ultra Pineda-Bernard formaba una banda de mangantes lo sabían todos sus compañeros de viaje, los supuestos extorsionados. Una nómina colaborativa que no solo incluye a entidades financieras y empresas farmacéuticas, sino también a jueces, policías, agencias de publicidad, medios de comunicación, periodistas y hasta universidades. Todos sacaban tajada de los butrones que Ausbanc y Manos Limpias perpetraban a la luz del día. Sus sablazos eran en realidad un mete-saca bidireccional. Por un lado Pineda y Bernard cobraban de sus proveedores con la pantalla de las inserciones de publicidad, pero por otro sus contratantes recibían pingues compensaciones en especie para sus negocios más oscuros.

Y el cómo aquí es más importante casi que el cuánto. Por ejemplo, a través de esos pagos determinados bancos sabían que podían contar con reportajes favorables en el pool de medios del grupo Ausbanc para ocultar sus malas prácticas; que la asociación se encargaría de neutralizar a clientes estafados que podían crearles problemas con inoportunas denuncias; e incluso que podían silenciar a los jueces que osaran instruir demandas poco favorables para sus intereses. En este último apartado es donde entraban en juego personajes del mundo policial, turbios individuos con los que confraternizaban desde sus años mozos de sicarios en las tramas negras y el siniestro mundo de los “incontrolados” ¿Recuerdan el caso del extravagante Elpidio Silva, el magistrado que metió dos veces en la cárcel a Miguel Blesa contando con el aplauso de los blogeros progres? ¿Y al pequeño Nicolás y sus andanzas con el delincuente financiero Javier de la Rosa para chantajear al clan Pujol y tratar de abortar el independentismo catalán?

Lo curioso es que en la actualidad estos individuos habían llegado a codearse con sus enemigos ideológicos de antaño sin mayores reparos. A Luis Pineda le detuvieron al apearse del AVE que le traía de la Feria de Abril, donde había compartido conversación y chanza con la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, según atestiguan las imágenes difundidas. Una cercanía que, siguiendo el rastro del auto de prisión del juez Santiago Pedraz, cabría ubicar en el momento en que el máximo responsable de la sevillana Unicaja, Braulio Medel, entrega un millón de euros para que Ausbanc desista de imputarle en el sumario de los ERE andaluces. Y de la banca a la industria farmacéutica, a la que Pineda contactó con idéntico modus operandi tras fundar la revista Dinero y Salud. Si algo hay que incendie más a la gente que sentirse estafada por los bancos es sufrir las malas prácticas de ciertas sociedades médicas o sospechar que determinados medicamentos “innovadores” han servido para testar rastros de cobayismo de baja intensidad entre los pacientes. Por eso eran tan solicitados los servicios del clan de la extorsión.

El verdadero montaje del caso Ausbanc-Manos Limpias está más en lo que se oculta que en lo que se muestra. Por más que los mismos medios de comunicación que ahora sacan pecho destapando la trama hayan estado durante años publicando anuncios ponderando las hazañas de Ausbanc en defensa de los usuarios, enmarcando sus congresos y seminarios como un referente del sector. Hagiografía corporativa que llegó hasta la universidad, en cuyos Cursos de Verano lució reiteradamente Luis Pineda como gran eminencia en la especialidad. Siempre con el generoso patrocinio de las principales entidades financieras, y en primer plano el Banco de Santander de Emilio Botín. Las ratas de las cloacas del sistema suelen seguir siempre al flautista de Hamelin que las controla y dirige.

Rafael Cid

 


Fuente: Rafael Cid