El historiador José Luis Gutiérrez recupera la biografía y parte de la obra del creador de la Biblioteca del Obrero

FRANCISCO JAVIER RECIO
SEVILLA.- Cargaron en un camión sus libros, sus panfletos y toda su documentación. Colocaron encima un colchón, y sobre él pusieron al pobre viejo, José Sánchez Rosa, maestro anarquista, 72 años, enfermo de diabetes. Fue entre el 19 y el 30 de julio de 1936. La mujer de Sánchez Rosa, Ana, y la hija de ambos, Felicidad, lo estuvieron buscando por las comisarías y las prisiones improvisadas en cafés y cines. No lo encontraron. Lo fusilaron, muy probablemente en la tapia del cementerio, en la madrugada del 1 de agosto, y su cuerpo fue arrojado a la fosa común.


El historiador José Luis Gutiérrez
recupera la biografía y parte de la obra
del creador de la Biblioteca del Obrero

FRANCISCO JAVIER RECIO

SEVILLA.- Cargaron en un camión
sus libros, sus panfletos y toda
su documentación. Colocaron
encima un colchón, y sobre él pusieron
al pobre viejo, José Sánchez
Rosa, maestro anarquista, 72 años,
enfermo de diabetes. Fue entre el
19 y el 30 de julio de 1936. La mujer
de Sánchez Rosa, Ana, y la hija de
ambos, Felicidad, lo estuvieron
buscando por las comisarías y las
prisiones improvisadas en cafés y
cines. No lo encontraron. Lo fusilaron,
muy probablemente en la tapia
del cementerio, en la madrugada
del 1 de agosto, y su cuerpo fue
arrojado a la fosa común.

El historiador gaditano José Luis
Gutiérrez Molina acaba de publicar
La tiza, la tinta y la palabra (Treveris
/ Libre Pensamiento, 2005) una
biografía del maestro y anarquista
andaluz José Sánchez Rosa, que
aporta, además de numerosos datos
hasta ahora desconocidos de su vida
y su personalidad, la reedición
de todos sus folletos, nunca publicados
desde sumuerte a manos de los
sublevados. El régimen totalitarista
no sólo lo mató, sino que también se
preocupó de borrarlo de la Historia.

Sánchez Rosa había nacido en
Grazalema (Cádiz) el 22 de octubre
de 1864. Hijo de un zapatero, trabajó
de niño en el campo y, de noche,
ayudaba a su padre a remendar zapatos.
Pese a vivir casi en la miseria,
éste se preocupó de que el niño Sánchez
Rosa aprendiera a leer y escribir,
y a los trece años leía periódicos
y propaganda libertaria a los campesinos.

Era un muchacho inteligente
y con enormes ganas de aprender y,
aunque nunca obtuvo el título oficial,
fue reconocido como maestro.

Gutiérrez Molina lo define como
un anarquista poco usual. « Su figura
no es la clásica del anarquista, ni
siquiera la del anarcosindicalista,
andaluz : joven, puro nervio en la
acción » y de final trágico y prematuro.
Sánchez Rosa « vivió muchos
años […], pasó la mayor parte de su juventud en prisión y desarrolló
plenamente su militancia a una
edad insólitamente madura para
los ácratas españoles », escribe en
el prólogo de la obra.

Su biógrafo asegura que era « un
hombre de acción, pero no violento.
Era propagandista por los hechos,
trataba de ofrecer un ejemplo
en sus propias actitudes ». Creyente
en la instrucción como fórmula para
la liberación del hombre, seguidor
de Ferrer, utilizó la controversia
en los mítines y en los artículos
en Prensa para enfrentar sus ideas
con las de los socialistas.

Sánchez Rosa vivió en Jerez, en
Alcalá del Valle, en Tánger y en Sevilla,
y abrió escuelas en Tánger, el
Campo de Gibraltar, Dos Hermanas
y Aznalcóllar. En la cárcel de
Cádiz, donde acabó en numerosas
ocasiones por sus actividades sociales
y obreras, conoció al histórico
anarquista Fermín Salvochea, su
padre ideológico. Y en Sevilla, colaboró
con el médico Pedro Vallina,
con quien creó la Liga de Inquilinos
que organizó una huelga contra los
costosos arrendamientos de habitaciones
en viejos palacios convertidos
en corrales de vecinos.

Escribió 18 folletos, innumerables
artículos en Prensa y tres libros :
La artimética del obrero, La
gramática del obrero y el El abogado
del obrero, especie de manuales
dirigidos a mejorar la formación de
los trabajadores y ayudarles en su
vida cotidiana. Y fundó la Biblioteca
del Obrero, una colección de libros
en la que editó casi una veintena
de títulos de otros autores. Sobre
ellos, en aquel camión conducido
por requetés, fue llevado a la
cárcel y, más tarde, a la tapia del
cementerio. El era ya un viejo indefenso
y enfermo, pero sus ideas,
tan vivas, eran extremadamente
peligrosas en el amanecer fascista.


El revisionismo, en el microscopio del historiador

F.J. RECIO

SEVILLA.- La oleada
de trabajos históricos
que, con mayor o menor
fortuna, viene recuperando
desde la década
de los años 80 la memoria
de los perdedores de
la Guerra Civil y, sobre
todo, la organización de
esas inquietudes sociales
e intelectuales en torno
a diversas entidades
a partir de mediados de
los 90 ha tenido en los
últimos años una réplica
alentada, a veces sin disimulo,
desde las posiciones
de la derecha política
y sociológica españolas.

Ese fenómeno revisionista
ha dado lugar a libros
de enorme éxito de
ventas, como los firmados
por PíoMoa -Los mitos
de la Guerra Civil o
Los personajes de la República
vistos por sí mismos,
por ejemplo-, pero
que, en muchos casos,
adolecen de la rigurosidad
de procedimiento
exigible en el ámbito de
la historiografía.

Para fijar claramente
sus posiciones, el historiador
extremeño afincado
en Sevilla Francisco
Espinosa ha escrito el ensayo
El fenómeno revisionista
o los fantasmas de
la derecha española (Del
Oeste Ediciones, 2005),
que el próximo domingo
8 de mayo se presenta en
la Feria del Libro.

En un estilo directo y,
en muchas ocasiones,
encendido, Espinosa pone
en jaque los métodos
y los criterios seguidos
por escritores como Moa,
César Vidal (Checas de
Madrid) o José Luis Gutiérrez
Casalá (La guerra
civil en la provincia de
Badajoz), a quienes considera
herederos, voluntarios
o no, de la visión
histórica de Ricardo de la
Cierva.

La malquerencia, no
obstante, es mutua. El
propio Espinosa, autor
de estudios como La
justicia de Queipo o La
columna de la muerte,
ha sido objeto de las
acusaciones de Moa,
que tiene publicado que
su obra « rezuma rencor
desde la primera a la última
página », lo que le
resulta « siniestro y miserable
si tenemos en
cuenta que matanzas de
todo tipo tuvieron lugar
en los dos bandos » enfrentados
en la Guerra
Civil.

En este ensayo, un
verdadero experimento
dialéctico desde la solidez
de la crítica historiográfica,
Espinosa no ahorra
calificativos hacia la
obra del que llama con
ironía « el historiador de
moda », Moa, un « simple
propagandista y mediocre
escritor, ni periodista
ni historiador, al servicio
del Partido Popular ».

Espinosa expresa su
teoría de la existencia de
una campaña política y
sociológica encaminada
a « mejorar la imagen que
la derecha española quiere
dar de sí misma », en la
que se enmarca el revisionismo.
Pero el ensayo
no es sólo eso. De la confrontación
de criterios
surge, además, un enriquecedor
estudio sobre la
matanza de la plaza de
toros de Badajoz, las cifras
generales de asesinados
durante la represión
franquista y el germen de
la Guerra Civil.