Artículo de opinión de Rafael Fenoy Rico

Va rodando por internet un texto que pretende poner de manifiesto las limitaciones del treque como elemento que permita regir los intercambios económicos entre las personas. La historia comienza con un agricultor de manzanas que necesita unas botas nuevas. Se dirige a un zapatero y le ofrece a cambio de su trabajo manzanas.

Va rodando por internet un texto que pretende poner de manifiesto las limitaciones del treque como elemento que permita regir los intercambios económicos entre las personas. La historia comienza con un agricultor de manzanas que necesita unas botas nuevas. Se dirige a un zapatero y le ofrece a cambio de su trabajo manzanas.

Hasta aquí el asunto es comprensible. ¿Cuántas manzanas pedirá el zapatero por hacerle las botas nuevas? Aquí el texto se lía y se lía a realizar consideraciones, que nada tienen que ver con una economía basada en el trueque, ya que introduce elementos naturales en una económica de mercado. Y es precisamente este galimatías el que impide considerar simple y llanamente que se puede sostener una relación de trueque, o cambio de tareas u objetos, sin necesidad del “dinero”.

Que el trueque se hace sobre distintos objetos o servicios, que si la calidad de estos afecta al intercambio en cada momento, que si la enfermedad de las ovejas ha hecho escasear la piel de las ovejas…etc. Se pregunta el autor del texto si el zapatero ¿No debería tomar esto en consideración? En ningún momento se pregunta por el tiempo que se tarda en hacer los zapatos, curtir las pieles, los clavos, la cola… ni tampoco el tiempo invertido en cultivar y recolectar las manzanas. Porque el tiempo es igualmente valioso para el agricultor que para el zapatero.

Pero este texto se vuele a meter en un berenjenal cuando elucubra sobre un innecesario conocimiento en una economía de trueque y si imprescindible en una economía monetaria, que si “todos los días el zapatero y el criador de manzanas tendrán que aprender de nuevo los precios relativos de decenas de mercancías”. Ya que en el trueque no existen los precios. Para terminar expresando una gran mentira “El mayor y más famoso de dichos experimentos se realizó en la Unión Soviética y fracasó estrepitosamente. La frase «Todos trabajarán según sus capacidades y recibirán según sus necesidades» se transformó, en la práctica, en «Todos trabajarán tan poco como puedan y recibirán todo lo que puedan conseguir»”. Primero, porque nunca la economía soviética se ha inspirado ni de lejos en ese espíritu cooperativo, ya que fue la planificación estatal la que coordinó dictatorialmente la economía soviética. Y segundo, porque no se comprende, desde su perspectiva capitalista, neo-esclavista, un elemento esencial en toda economía social como es la libertad para la cooperación.

Rafael Fenoy Rico