Los últimos hechos de violencia en La Araucanía son solo una manifestación más de un conflicto largo, doloroso donde el Estado de Chile y sus gobiernos tienen la responsabilidad.

La confusa situación de violencia, hoy, en La Araucanía nos debe alertar que estamos ante una situación grave: El pueblo mapuche en dignidad, se rebela ante la cotidiana y brutal colonización que impide el ejercicio de su cultura, su fe y su cosmovisión, y que arrebata las condiciones materiales básicas para sobrevivir. 

La confusa situación de violencia, hoy, en La Araucanía nos debe alertar que estamos ante una situación grave: El pueblo mapuche en dignidad, se rebela ante la cotidiana y brutal colonización que impide el ejercicio de su cultura, su fe y su cosmovisión, y que arrebata las condiciones materiales básicas para sobrevivir. 

Según la prensa oficialista, éste ha sido “el peor atentado en la historia del conflicto mapuche”, en referencia al incendio que terminó con la vida del matrimonio de colonos Suizos Luchsinger-Mackay, en un incidente aún no esclarecido del todo, pero que ya instaló mediáticamente la culpabilidad de todo un pueblo. O los conglomerados El Mercurio y Copesa “olvidan” los 88 mapuches asesinados o hechos desaparecer en dictadura, así como los siete jóvenes mapuche que han perdido la vida con balas del Estado durante los gobiernos de la Concertación, no les parecen lo suficientemente despreciables. 

Los limites a la libertad de expresión e información que impone el mercado y su garante, el estado chileno, conllevan la tergiversación de las informaciones por ser contraproducentes con la búsqueda del diálogo tan necesario en estos momentos. Con esta sangre todos perdemos, mapuche y no mapuche, los únicos que ganan son los grupos económicos de la industria forestal y maderera, que necesitan deslegitimar el grito de alerta que el pueblo mapuche viene dando hace años en relación con la devastación, que para ganancia privada, esta industria va generando en el sur de Chile. 

Estamos seguros y seguras que ésta no es la manera de construir la sociedad en que queremos vivir. En vez de entregar los bienes comunes a los grupos económicos, militarizar, utilizar la ley Antiterrorista y reprimir con más dureza al pueblo mapuche, debiéramos sentarnos a escuchar la reclamación histórica del pueblo mapuche y con voluntad política, transparencia comunicacional y creatividad social, dar salida a un conflicto largo que ha costado ya demasiadas vidas. 

Debemos asumir que este conflicto solo podrá solucionarse cuando se ponga en el centro la dignidad, la reparación al pueblo mapuche, y se los reconozca como pueblo-nación autónoma ligada al territorio. Es decir, la justicia y dignidad del pueblo – nación mapuche solo será posible cuando sea entendida como una causa común y se asimilen las demandas de autonomía y respeto al ejercicio de territorialidad cultural, social y ambiental. Si la solidaridad no es entre pueblos no es solidaridad. Por el contrario, es la pasividad la que permite el accionar de las lógicas de los poderosos. 

Chile enero del 2013.